Claveles rosas

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The four season's
(Libro 1)

Invierno

Capítulo dos

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Capítulo dos

Claveles rosas

—¡Ah! —entonces, una sola exclamación unió las voces de todos los presentes y al caer en cuenta de lo que quería decir con aquellas palabras. Todos ahogaron un grito. Y el pánico se extendió entre los invitados y los cuchicheos no se hicieron esperar:

—¡Imposible...!

—¡El demonio de la montaña...!

—Uno de los cuatro...

—¿Conoces a esta criatura, hija? — preguntó el clérigo inmediatamente.

—No —dijo ella con firmeza paseando su mirada por aquel rostro pulcro como la porcelana cuya belleza inigualable no era sencilla de olvidar —. Jamás lo había visto en mi vida hasta ahora.

El corazón del príncipe se encogió de dolor dentro de su pecho ante semejante mentira.

—Lo juro —buscó el rostro de su novio con avidez y la voz llena de desespero.

«¡Descarada mentirosa!» —pensó colérico el señor del invierno —«¡¿Cómo se atreve a negarme en mi cara?! Su atrevimiento no tiene igual»

Diamante apretó los puños con más fuerza.

Instintivamente, el novio dio unos pasos al frente y se interpuso entre el Señor del Invierno y su prometida.

—¡Demonio blasfemo! ¡Fuera de este recinto de Dios!—gruñó el sacerdote blandiendo una cruz al reconocer a quien se estaba enfrentando.

—¡Cierra la boca anciano! —dijo aquel hombre de finos cabellos plateados y con un ligero movimiento de su mano, o más bien de sus dedos, los labios del clérigo se cerraron y por más que intentó no logró abrirlos de nuevo, estos se habían pegado igual que se adhiere la lengua al hielo.

Todos los presentes contuvieron la respiración. Asustados sin lugar a dudas ante el despliegue de semejante magia que hace enmudecer a un hombre de Dios.

—¡Basta! ¿Qué es lo qué quiere? ¿Qué hicimos para ofender a su majestad? Estoy seguro de que se trata de un mal entendido —el padre de la novia se había puesto de pie y poco a poco, titubeante, se fue acercando hasta el extraño cuarteto de pie en el altar.

El joven de mirada de hielo, clavó sus ojos azules en el hombre regordete que acababa de llegar a su lado.

—¿Ofenderme dice?Aún no han hecho nada.

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