Rechazada

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The four season's
(Libro 1)

Invierno

Capítulo cuatro

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Capítulo cuatro

Rechazada

Tres días pasaron después de que la boda fuera cancelada tan abruptamente.

Tanto el padre de Amethys como su suegro, se habían descongelado al momento de desaparecer el señor del invierno.

El sacerdote también recuperó su voz de nuevo. Algo que Amethys resintió ya que el clérigo casi la excomulgó por hacer tratos con el demonio invernal.

Pero el sacerdote no fue el único en cerrarle las puertas.  Los padres de Narcissus también lo hicieron, consideraban que su nuera había puesto en peligro la vida de su único hijo y eso no se lo iban a perdonar nunca.

Amethys se cansó de llorar y suplicar, incluso se quedó sin voz de tanto gritar que ella no hizo tratos con ninguno de los cuatro demonios que habitaban la montaña.

Que era inocente aunque nadie quería creerle.

No entendía porque aquella criatura mentía de esa manera, si nunca antes se había cruzado en su camino.

—¡Mira lo que has hecho! ¿En qué estabas pensando?— le había reclamado su hermana nada más llegar a casa aquella noche — ¿Qué fue lo qué pediste? Espero que haya válido la pena.

Amethys la miró con hastío. Estaba cansada de repetir que no había hecho nada. Que ese demonio la había inculpado injustamente.

—¡Narcissus se está muriendo y es por tu culpa! —la acusó Arthemys.

La vista se le nublo a su hermana. Ni siquiera se dio cuenta de que empezó a llorar de nuevo.

—¡Oh, padre! ¿Qué vamos a hacer? — Arthemys se arrodilló juntó a su padre quien se había dejado caer en su mecedora frente a la chimenea. De todos, era el único que todavía no decía nada.

El señor Lord se limitó a acariciar los rojos cabellos de su otra hija.

—¿Padre...?

El señor Lord ignoró la voz angustiada de su hija menor. Le dolía tanto lo sucedido, que no sabía cómo enfrentar su llorosa mirada.

Amethys echó a correr con los ojos llenos de lágrimas, subió corriendo la destartalada escalera que llevaba a la segunda planta donde estaban sus habitaciones.

Se encerró en su cuarto y se dejó caer sobre su cama. Todo el resto de esa noche lloró y también toda la madrugada.
Nadie creía en su inocencia, ni siquiera su padre y su hermana, la única familia que tenía y los únicos de toda aquella villa que le importaban, eran también los que más la rechazaban.

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