Capítulo DOS

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YOORA

—¡¿Eh?!—me sobresalté.

—Oooh vaya, veo que eres rencorosa..—¿rencorosa?,¿perdona?.— que te haya llamado torpe no te ha hecho mucha gracia, y por eso mismo me estás siguiendo, ¿qué piensas hacer, secuestrarme y torturarme?.

—¿Qué dices?—me reí incrédula.

—Entonces, ¿qué haces siguiéndome?.

—No te estoy s...—me interrumpió.

—No te estoy siguiendo, solo estoy tomando el mismo camino.—Ni siquiera se molestó en imitar mi voz, sólo utilizó la suya, ronca, para decir lo que exactamente le iba a contestar.

Suspiré, —Vivo aquí.—me revolví el flequillo.

—No jodas...—por el tono de voz que había usado, el chico parecía molesto, algo disgustado; pero su expresión facial seguía siendo la misma.

Se fue sin decir nada, en cuestión de segundos  ya había desaparecido entre los escombros del barrio.

Fue la conversación más rara que tuve en mis 17 años de vida. Aquel pelinegro era un chico bastante enigmático.

              **************

—¡YA ESTOY AQUÍ!—grité nada mas abrir la puerta, dándole un portazo tras haber entrado.

Lancé mis llaves sobre la lujosa vitrina de la entrada y me quité mis zapatillas negras (amaba el negro, siempre pensé que era un color bastante elegante y que combinaba con todo) sustituyéndolas por mis supermonas pantuflas, con forma de gatito color celeste.

—¡Qué pasa bicho!—como siempre, mi hermano me recibió con un cálido abrazo descolocando mi pelo, dejándolo hecho un completo desastre.

Él y yo manteníamos una relación bastante estrecha, a pesar de nuestra diferencia de edades (cuatro años de diferencia).

Min Sik siempre ha sido muy popular entre las chicas. La mayoría de ellas se acercaban a mí para que les planeara  un perfecto encuentro o hablara de ellas frente a mi hermano.
Por culpa  de eso, tuvimos varias peleas, ya que a él  no le interesaba ninguna y  le sabía mal   tener que rechazarlas.

—¿Por qué tardaste tanto, Yoo?—"Yoo" era mi apodo en casa. Mi madre fue quien me preguntó aquello saliendo de la cocina, mientras secaba con un trapo un vaso, probablemente sacado del lavavajillas para poder regresarlo a su correspondiente lugar.

—¡Ma'!— corrí hacia ella para después plantarle un beso en la mejilla.

—¿Papá está aquí?.

—Está de guardia, hoy se quedará toda la noche en el hospital.
Acabo de preparar el baño, anda, ve a bañarte para poder cenar los tres juntos.

Mi padre era médico, de vez en cuando pasaba las noches en el hospital, era su obligación como cirujano. Debido a esto, él siempre ha sido mi modelo a seguir.

Por otra parte, mi madre era abogada, "defensora de la justicia", como siempre se solía llamar.

Mis padres nunca estaban en casa, debido al exceso de trabajo.

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