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            "No podía creer lo que me estaban diciendo, doce horas antes estaba preparándome para irme a mi trabajo de ensueño en Hawai y luego estaba ahí. A punto de dar a luz a un bebé que no había planeado en lo absoluto. No sabía qué hacer... creí que iba a volverme loca. Solo quería llorar y llamar a mi madre para que me dijera que todo iba a estar bien... porque hasta ese momento, yo no sabía que estaba embarazada."

Frank hizo una mueca y estiró una mano para tomar el control remoto, pero Gerard le golpeó la mano, y en lugar de dejarle alcanzarlo, le subió el volumen para seguir viendo la televisión sin interrupciones. Tenía un enorme bol de papas frituras a un costado. Y, al igual que con el control remoto, no tenía ganas de compartir.

— Es una tontería que veas eso, Gee —bufó Frank—, te pondrás ansioso.

— Pero es importante —replicó con la boca llena de papas fritas.

— No es importante. Además son imbéciles, no es como que puedas tener todo un embarazo sin notar siquiera un cambio en tu cuerpo. De seguro todas esas historias son inventadas para que idiotas impresionables como tú las consuman.

— Pues este idiota impresionable está intentando ver la televisión —Gerard le miró con los ojos echando fuego, y Frank supo que era su señal para guardar silencio. No quería ponerlo de mal humor, pero tampoco quería que se preocupara de más.

Y quizás hace unos años le hubiese dado exactamente igual y posiblemente hubiese seguido dando argumentos totalmente convincentes, pero las cosas eran diferentes ahora. Él y su esposo ya no eran tan jóvenes y era la principal cosa que habían remarcado en la clínica el día que comenzaron el proceso para ser padres. Gerard estaba en sus 37 años ya y su cuerpo no respondía de la misma forma que hace una década, pero aun así habían tomado el riesgo porque realmente anhelaban tener un hijo. Era lo único que les faltaba para cumplir el sueño de ambos. Llevaban cuatro años en un hermoso matrimonio, habían comprado una casa perfecta para formar una familia juntos y ambos estaban en el mejor momento de sus carreras. La banda de Frank estaba cada vez mejor y aunque eso significaba giras más largas y más tiempo en el estudio, lo estaban haciendo funcionar porque era lo que él siempre había soñado.

Para Gerard, por otro lado, todo iba en ascenso. Estaba en medio de su nueva serie de cómics y no podía sentirse más feliz porque estaba trabajando codo a codo con sus ídolos, y había sido contratado por DC Comics. Vivía su sueño de toda la vida y absolutamente todo estaba yendo genial. Excepto, claro, que estaba a menos de dos semanas de cumplir su séptimo mes de embarazo y cada día se sentía más enorme. Y aunque en cada cita le habían dicho que cada detalle de su embarazo estaba dentro de los límites de lo común o simplemente estaba perfecto; no podía evitar sentirse ansioso. Era una vida la que tenía dentro, y no podía dejar de pensar en que cualquier cosa que hiciera podría poner en riesgo al pequeño ser que crecía en su vientre. Era mucho peso sobre sus hombros, y para una persona que solía medicarse para tratar la ansiedad... simplemente no era su mejor momento. Estaba comiendo de más, estaba de mal humor y... necesitaba constante apoyo. Y era una mierda no poder tener constantemente a su esposo porque de pronto las giras se habían hecho mucho más importantes que quedarse con él en casa, viviendo juntos el embarazo de su primera —y posiblemente única— hija.

— ¿Ya terminó? —Frank alzó la mirada de su teléfono cuando la pantalla se volvió negra. Los créditos estaban avanzando, y Gerard le daba la espalda para dejar el bol vacío sobre su velador.

— Tienes razón, es una tontería —suspiró cuando volvió a su sitio, girándose con pesar para quedar de costado, de cara a su esposo—. No puedes no darte cuenta... todo cambia. Esas mujeres son muy, muy imbéciles.

linger ・ frerardWhere stories live. Discover now