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                Gerard puso los ojos en blanco cuando escuchó su teléfono comenzar a vibrar. Estaba sobre la encimera de la cocina, a pocos centímetros de su mano mientras bebía una taza de café, pero en serio no quería contestar. No quería hablar con Frank, si es que se trataba de él. O con amigos para escuchar lo condescendientes que podían llegar a ser, sin preocuparse realmente. O con su familia porque lamentablemente era la misma mierda... quizás Mikey, pero a ratos Mikey podía ser un verdadero dolor en el trasero y ahora mismo se sentía demasiado a gusto como para permitir que alguien arruinara su día. Suspiró cuando la llamada terminó. Y no pudo evitar mirar la pantalla cuando una nueva llamada entró al teléfono. Hubo una mezcla tan grande de sentimientos al ver el nombre en la pantalla que se preocupó. ¿En serio le emocionaba tanto? ¿Qué demonios estaba ocurriendo en su cabeza?

— Hola —dijo, con una estúpida sonrisa en sus labios.

— Estaba pensando en ti y me dije, "¿por qué no llamarlo?" —Fue lo primero que salió de los labios de Bert, Gerard enarcó una ceja.

— Es demasiado temprano para estar pensando en alguien —murmuró.

— Desperté temprano, ¿bien? —La risa de Bert fue contagiosa— ¿Y tú qué haces despierto a las siete de la mañana?

— Tengo que ir a visitar a mi hija —contestó y luego, sin siquiera pensarlo agregó— Si estás por ahí podemos, no sé, juntarnos por ahí dentro de unas dos horas, e ir a desayunar algo.

— Sería genial, tengo el estómago vacío —fue su respuesta— ¿Puede ser antes? Me encantaría conocer a tu hija. Si es que es posible, claro.

— Sí —dijo Gerard, sin poder evitar su sorpresa—, es posible. Uh... nos vemos en quince minutos, ¿te parece? entonces. En el estacionamiento del hospital.

— En quince será —dijo Bert, y luego cortó la llamada.

Gerard se quedó mirando su teléfono durante varios segundos después de eso. ¿Qué demonios? Se dijo a sí mismo. Sintiendo como su respiración se aceleraba un poco incluso. Su mente corría rápido, y sin querer detenerse a pensar más en eso, se bebió de un sorbo el resto del contenido de su taza antes de subir. No tenía planeado ducharse ese día pues ya se había duchado el día anterior, pero por alguna razón se metió a la ducha y cuando salió, luego de secarse, se puso una de esas incómodas fajas que le estaban ayudando a lidiar con el horrible abdomen que tenía ahora, se puso encima una camiseta holgada, una chaqueta y jeans negros que llevaba bastante tiempo sin poder subir más allá de sus muslos. Terminó el look con un par de zapatillas negras, y luego de mirarse al espejo salió de casa, corriendo rumbo a su auto. El camino se le pasó volando, y cuando llegó a la plaza que estaba acostumbrando usar en el estacionamiento del hospital, volvió a respirar. Quizás los jeans le quedaban un poco ajustados en la cintura, pero sabía que se veía bastante bien.

— ¿Dónde estás? —Fue lo primero que preguntó cuando Bert contestó el teléfono.

— Estoy entrando al estacionamiento justo ahora.

Gerard se bajó de su auto y se giró hacia la entrada, mirando al vehículo que recién entraba. Por la luz y la distancia no era posible ver directamente al chofer, pero de todos modos le hizo un gesto con la mano.

— Veo a un tipo vestido de negro haciéndome gestos —bromeó Bert—. Demonios, es una elección bastante atrevida para el horario pero no puedo quejarme, sin dudas se ve jodidamente bien.

linger ・ frerardWhere stories live. Discover now