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            — No... —Gerard se quedó con los ojos y la boca abierta, la pantalla negra y los créditos correspondientes se reflejaban en el blanco de sus ojos. Frank, por otro lado, sonreía como si fuera lo más genial que hubiese visto en siglos— ¿Y Tormund?

— ¿Esos eran caminantes blancos o espermatozoides? —Bromeó el tatuado.

— Los caminantes son pocos, los que van ahí caminando como zombies son espectros —le aclaró su esposo, sin quitar la mueca de asombro de su rostro cansado.

— Como sea —Frank revoloteó una mano, haciéndole entender que no le importaba— ¿Cómo demonios vamos a esperar un año para saber qué pasó?

— Dos años —Gerard volvió a aclarar.

Frank hizo una mueca, y Gerard lo imitó. Cuando la programación normal de HBO regresó a interrumpir ese momento de calma, uno de los dos apagó la televisión y dejó nuevamente la sala en penumbras y silencio total. Que era básicamente lo que se había apoderado de la casa las últimas semanas.

Ya habían pasado dos semanas desde que Gerard había regresado a casa, y cada día había sido tan movido como el anterior. Despertaba temprano en la mañana, se daba una ducha y luego partía rumbo al hospital para visitar a su hija. Cada día llegaba a la hora para darle su biberón a mitad de mañana, y luego de pasar un rato con ella, volvía a casa. Para entonces Frank ya había despertado, así que comían algo juntos, y cerca de las cuatro de la tarde Gerard volvía a visitar el hospital, esta vez con Frank acompañándolo. Pasaban otros minutos con la pequeña, y luego tenían que marcharse. Esta vez aprovechaban, usualmente, para hacer alguna visita a algún amigo o simplemente para tener algo de tiempo para ellos dos, y luego volvían a casa. Cuando Gerard no estaba demasiado cansado, hacía un tercer viaje cerca de las ocho de la tarde, y se quedaba con ella un buen rato aprovechando el cambio de turno del personal médico. Y para cuando volvía a casa, Frank estaba esperándolo con la cena, y juntos veían alguna película antes de ir a dormir.

De algo más íntimo ni hablar. Gerard había caído en ese estado mental que no había experimentado desde hace mucho tiempo. Ese en donde la depresión se hacía notar y todos sus defectos saltaban ante sus ojos. Cuando se veía al espejo no podía encontrar nada que le agradara de su cuerpo. Se sentía horrible, además últimamente su cabello había crecido un poco más, ahora acompañado de una barba con una cana cada tres pelos castaños. Y eso, junto a la ropa holgada que por comodidad acostumbraba a usar, le daba un aspecto del que no estaba orgulloso. No le gustaba compararse con Frank... y no le gustaba que Frank lo abrazara, tocara su vergonzoso cuerpo y le dijera que lo amaba a pesar de todo. Porque sus solas palabras remarcaban que algo andaba mal con él... y posiblemente era él, todo él. Después de todo siempre había estado lidiando con este tipo de cosas y no era fácil. Ni siquiera sentía que podía pedir ayuda porque su último terapeuta había sido un cretino y realmente no quería volver a eso. Solo estaba esperando que eso pasara, y ciegamente creía que iba a sentirse mejor una vez su hija estuviera con él, y lograra crear por fin una rutina sana y natural, con su pequeña Bandit como núcleo.

— ¿Vamos a la cama? —Frank preguntó de pronto.

Gerard asintió.

— Adelántate —dijo, dedicándole una pequeña sonrisa.

No le gustaba ir juntos, al mismo tiempo, porque entonces Frank le instaba a que se desvistieran juntos y muchas veces ofrecía sus manos para hacerlo. Y aunque quería creer que ese deseo que siempre decía tener seguía vivo, sentía que en cuanto estuviera totalmente expuesto ante la mirada crítica de su esposo, éste iba a hacerlo sentir peor de lo que ya se sentía. Temía que lo mirara con asco, y aunque sabía que Frank nunca iba a herir sus sentimientos —no al menos de forma consciente—, quería evitar cualquier situación riesgosa.

En la pantalla apagada vio como su esposo subía las escaleras y luego se perdía por el corto pasillo que daba a las habitaciones, y luego se puso de pie, dirigiéndose a la cocina para guardar las cosas que habían ocupado durante la cena, y lavar el par de tazas para que al día siguiente no hubieran demasiadas cosas que hacer. Planeaba ir a pasar la tarde con Patrick, después de visitar a Bandit, y esperaba poder llegar a dormir luego de eso. El cansancio era primordial en su vida últimamente... sentía que pasaba más de la mitad del día en la cama, aunque los hechos demostraban lo contrario. Según él, cuando no estaba visitando a su hija se la pasaba durmiendo y comiendo, y era por eso que lucía tan mal todavía. Pero la verdad era que por las noches apenas cerraba los ojos, se dormía demasiado tarde y despertaba demasiado temprano, y durante el día estaba tan ocupado pensando en ella o sintiéndose culpable, que apenas comía algo cuando Frank estaba con él, recordándolo que lo hiciera. E incluso eso odiaba, no podía entender cómo Frank le instaba a que comiera siendo que estaba hecho un desastre, pero profundizar en eso también le enviaba a un oscuro lugar en su mente.

Había pasado por lo menos media hora desde que Frank subió a acostarse, y decidió que era tiempo suficiente para subir él también. Al entrar en la habitación lo encontró en la cama, con los ojos atentos en su teléfono, y cuando entró, lo vio bajar el teléfono para mirarlo a él. Frank sonreía, era esa sonrisa que usualmente tenía en los labios. Esa que mostraba cuando decía "Te amo.", pero que también estaba presente cuando decía "Quítate la ropa, quiero hacerte mío." Y Gerard no podía evitar sentirse intimidado por eso.

Se acercó a buscar su pijama bajo la almohada, y luego fue al baño para cambiarse ropa. Ahí ocupó un buen par de minutos también, entre ponerse el pijama de dos piezas y lavarse los dientes. Se quedó frente al espejo unos momentos, frotando una mano sobre su barba en crecimiento, y luego de decidir recortarla al día siguiente, salió del baño para entrar en la cama.

Frank se acercó a él al instante, como si tuviera una especie de imán. Y aunque Gerard se removió para librarse de él, fue imposible. Frank quería abrazarlo, y sus frías manos tatuadas rodearon su torso. Una de ellas se enganchó a su cintura, y la otra se posó sobre su abdomen todavía demasiado blando y voluminoso. Y poco a poco fue bajando hasta hacerse un espacio entre el pantalón del pijama y la tela de los bóxers.

— No... —Gerard se quejó, removiéndose para librarse de esas manos. Estaba demasiado cansando como para lidiar con eso solo podía pensar en dormir.

— Oh vamos —Frank hizo uno de sus pucheros que podían convencer al presidente de lanzar un misil directamente a la luna—. Uno cortito...

— Frank, no —Gerard insistió, y pronto encontró las manos de su esposo lejos de esa zona, y lejos también de su abdomen. Sintió los cálidos labios ajenos besar su cuello, y un suspiro abandonó los suyos.

— Yo sé por qué no quieres —Frank murmuró—, y no puedo entenderlo... Eres simplemente tan hermoso, Gerard. Si te vieras como yo te veo todo sería tan diferente en esa cabecita tuya. Eres la persona más asombrosa que conozco, el hombre más hermoso he visto y te amo tanto. Aun con ese pelo sucio y esa terrible barba, eres el hermoso hombre con el que me besaba en el escenario cuando éramos jóvenes, ese mismo hermoso sujeto con el que me casé. Y no me importa si pesas setenta kilos o un poco más, sigues siendo hermoso.

— Estoy obeso —Gerard bufó, sintiendo su pecho inflarse por las dulces palabras de su esposo.

— Por la razón más hermosa del mundo —replicó Frank—. ¿Qué no entiendes? Hace solo días trajiste al mundo a alguien, ¿No entiendes lo genial que eso? Tú, un hombre, diste a luz a una hermosa niña. Haber subido de peso es lo de menos, amor. Tenemos a Bandit gracias a ti, y eso debería ser suficiente.

— Lo es —Gerard le dedicó una pequeña sonrisa, asintiendo lentamente. Cerró los ojos cuando Frank le besó los labios, y luego se abrazó a él, rodeando el cuerpo ajeno y dejando que los brazos de Frank rodearan su espalda. Sonrió satisfecho al ver que Frank se movía solo para apagar la lámpara, y luego, en penumbras, ambos se acomodaron para por fin quedarse dormidos, abrazados en medio de la cama.

Varios minutos pasaron desde que Frank comenzó a respirar de forma pausada, totalmente dormida, y los ojos de Gerard seguían abiertos. Pensando. Se sentía terrible porque las palabras de Frank debían ser suficientes, había tenido a su hija como consecuencia de arruinar su peso y eso era más que suficiente. Debería serlo, pero siendo sincero consigo mismo eso no bastaba. Siendo sincero consigo mismo... no era suficiente.

linger ・ frerardWhere stories live. Discover now