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            Gerard puso los ojos en blanco, de pronto se sentía de vuelta en la adolescencia, teniendo que darle explicaciones detalladas a su madre para que lo dejara salir a vivir su vida de adolescente. Pero no se trataba de su madre sino que de Patrick, y no era un adolescente, aunque a ratos se sintiera como uno. Infló las mejillas y desvió la mirada a la pequeña hija de su amigo, que parecía demasiado divertida con lo que había en la pantalla de su ipad.

— No voy a hacer nada extraño —dijo Gerard, aunque no sabía bien qué quería decir esa palabra, al menos en ese contexto.

— Puedes confiar en mí, Gerard —dijo su amigo—. Sabes que puedes hablar de cualquier cosa conmigo... pero dime la verdad. Yo no voy a juzgarte.

Era estúpido que dijera eso, se sentía terriblemente juzgado en ese momento.

— Ya hemos salido antes —suspiró—. He ido a su casa, me acompañó al hospital, hemos desayunado juntos, ayer fuimos a beber y no pasó nada raro. Llamé un Uber y me vine a casa, solo.

— ¿Te has escuchado ti mismo? —Dijo Patrick, mientras abandonaba su lugar en el sofá para ir a ver a su hija, que de pronto había decidido que la lámpara en el mueble junto al sofá era más interesante que el video en la pantalla—. Haz ese ejercicio. Siéntate en soledad y escúchate a ti mismo.

— ¿Qué es lo que tengo que escuchar?

— Pareces totalmente desconectado con tu realidad, Gerard. Me preocupas.

— ¿Cuál es mi realidad? —Preguntó Gerard, con una sonrisa flotando en sus labios. De pronto la conversación se había tornado terriblemente incómoda.

— Tienes una hija que te necesita, Gerard. Acabas de terminar tu matrimonio y ahora necesitas un tiempo para ordenar tu cabeza, poner todo en orden.

— Tengo todo en orden —dijo Gerard—. Mi hija sigue siendo mi prioridad, pero en serio no le veo lo malo a, no lo sé, darme un espacio. Bert me hace bien, Pat. Me escucha, me trata bien... hace mucho tiempo no me sentía así de contento.

— No sé —Patrick suspiró, volviendo a sentarse junto a él—. Creo que es muy apresurado, eso es todo.

— ¿Apresurado? —Gerard alzó una ceja— No nos estamos acostando.

— ¿Me lo juras?

Gerard volvió a poner los ojos en blanco.

— Júramelo y me voy, para que termines de prepararte para salir.

— Bien... te lo juro, Pat.

— Y júrame que si te acuestas con él voy a ser el primero en saber.

— ¡Patrick! —Gerard exclamó, soltando una carcajada que fue coreada por su amigo casi de inmediato. La bebé se giró a mirarlos a ambos, y luego de las despedidas correspondientes, Gerard los acompañó hasta la puerta, besando la frente de la pequeña y luego la mejilla de su amigo.

Volvió a suspirar cundo estuvo solo, y se lanzó sobre el sofá, mirando al enorme candelabro en el techo. En cada una de las luces intentaba buscar respuestas al torrente de preguntas que corrían en su cabeza, aunque después de un rato decidió que no iba a encontrarla en la decoración de su casa, y decidió tomar su teléfono para ver sus mensajes. La primera persona era Bert, aunque no abrió su mensaje de inmediato. El segundo era Patrick, eran mensajes ya leídos. El tercero era su agente, preguntándole cuándo iba a enviarle las hojas que le estaba debiendo desde hace semanas y en las cuales había avanzado apenas un poco. Y luego estaba Frank, con una docena de mensajes que aun no se había atrevido a leer.

linger ・ frerardWhere stories live. Discover now