Capítulo 6: Tatuaje simbólico

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Clara lanza su segunda bola hacia los pinos. Adopta una posición bastante cómica, ya que apenas y puede cargar la bola de boliche en el brazo. No me sorprende que le cueste tanto trabajo, no se ve como una chica atlética –por obvias razones–. Mete los dedos en los agujeros de su bola y parece concentrarse con la vista fija en los pinos. Saca la lengua, entorna los ojos y finalmente avanza unos pasos para luego lanzar la bola. Yo la observo en uno de los sofás, mientras me bebo una Coca-Cola. El lanzamiento no sale tan mal, hasta que se desvía y no golpea ningún pino.

–Bueno,– Clara se rasca la cabeza. –estuvo mejor que la primera vez.

–¿Nunca antes habías jugado al boliche?

Ella voltea a verme y se encoge en hombros, apretando los labios.

–Sí había jugado antes. Con mi prima, pero eso fue hace más de un año.– Se aproxima a los sofás y se sienta, dejando caer su trasero a voluntad de la fuerza de gravedad.

Mamá me regañaría si yo hiciera algo similar. Me repite miles de veces que sentarse de esa manera, hace que los sofás se rompan de los resortes y ella no está dispuesta a comprar muebles nuevos, a menos de que sea extremadamente necesario.

Miro la pantalla que está colgando frente a nosotros y reviso la puntuación. Como era de esperarse, voy ganando por mayoría de pinos tirados. Dejo mi lata de Coca-Cola y me levanto casi de mala gana. Estaba bastante cómodo al observar. Tomo una bola que más se acople con mis manos y dedos, y me acerco a la pista. Levanto la bola hasta mi cara, sin ninguna dificultad y los músculos de mis brazos se tensan. Cierro un ojo para apuntar hacia la dirección en la que lanzaré y me quedo así por unos momentos.

–¿Si hago una chusa, me responderás a las preguntas que te haga?– Pregunto, mientras mi vista sigue fija en los pinos.

–No necesitas hacer una chusa para hacerme preguntas. En realidad no tengo nada que ocultar.

–Vale, Vale. Entonces,...– Formulo una pregunta en mi cabeza. Algo que pueda iniciar una conversación que me ayude con mi reporte.– ¿con quién vives?

Clara tarda unos segundos en responder. Lanzo la bola hacia los pinos con extremo cuidado estratégico y logro hacer una chusa. Sonrío de oreja a oreja y volteo con orgullo hacia Clara, esperando una respuesta.

–Emmm... No tengo una casa fija.– Su rostro no muestra expresión alguna.

–¿Tu familia se muda mucho?– Me acerco un poco y meto mis manos a los bolsillos.

–No, sólo yo.

–¿Y por qué?

Ella pone los ojos en blanco y luego resopla. Es como si le costara dar explicaciones o tal vez está cansada de darlas a cualquiera que pregunte. No me voy a cohibir. A las chicas les encantan los necios.

–Es lo que hago, desde que mis padres se divorciaron.– Se levanta y toma una bola pequeña. Perfecta para sus pequeñas y gorditas manos. –Solía tener una casa, en la que vivíamos mi hermana y yo cuando nuestros padres seguían juntos.– Me mira vacilando un poco con la bola. –Pero desde el día en que mi mamá decidió dejar la casa, fue abandonada por todos.– Acomoda sus dedos en los agujeros. –Ahorita probablemente esté hecha un asco.– Lanza la bola y esta vez logra tirar 6 pinos.

–Eso aún no responde mi pregunta.– Insisto y logro ver la incomodidad que emana ella.

–Bueno, sabes que cuando los padres se separan, los hijos tienen permiso de verlos por turnos, ¿no?

–Se supone.– Reafirmo.

–Pero se tiene un lugar fijo. Por ejemplo; tu vives con tu madre y a quien visitas es a tu papá.

7 días para ConquistarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora