Capítulo lV

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Destrucción, muerte, sangre, fuego, es lo que veía Serena a través de ventana, el enemigo había cruzado la muralla y todo el ejército estaba peleando con ahínco, pero era inútil, el ejercito del demonio era mayor y mucho más numeroso.

La Princesa suspiró y cogió su arco y sus flechas y salió de su habitación, anduvo por el pasillo y se acercó al cuadro que había allí. Era un cuadro de su familia junta, lo acarició con los dedos y siguió caminando.

Se escondió en un hueco en donde podía ver perfectamente la sala del trono donde su padre estaba junto con otros guardias. El demonio no tardaría en llegar, lo presentía.

"Tan cerca, tan cerca, solo un poco más"

El demonio blandía su espada, matando con ella a tres soldados a la vez, su facilidad con el manejo de la espada era asombrosa, parecía que la espada era una prolongación más de su cuerpo.

Veía la entrada del castillo, cruzando la puerta estaría la princesa.

"Tan solo un poco más"

Con esa determinación corrió hacia la entrada y peleó con los soldados de allí, aunque los soldados eran fuertes, no tenían nada que hacer con el demonio porque éste tenía un fuego en su interior, un fuego producido por la princesa y no iba a parar hasta que fueses suya. Mató al último soldado y volvió la vista hacia sus compañeros y dijo:

-La victoria es NUESTRA.

Un coro de exaltación retumbo en todo el Reino.

Un coro que también fue escuchado por el Rey y la princesa, ellos no sintieron miedo, no sentían nada más que odio. El rey buscó con la mirada a su hija y la encontró bien escondida con su arco, le miró directamente en los ojos y ella asintió.

"BUMMMMMMMMMMMMMMMMM"

Un fuerte estruendo se escuchó, era el demonio junto con su ejército que había derribado la puerta y allí en todo su esplendor estaba el demonio junto a los suyos, la princesa desde su escondite no podía verlo con claridad pero se notaba que era alto, tenía el pelo de un extraño color platinado y en su mano derecha estaba una espada llena de sangre.

Determinación.

La determinación brillaba en los ojos de la princesa, cogió una flecha, tensó el arco y esperó el momento para disparar.

El demonio se acercó al rey, el rey tenía una mirada impasible, no había miedo en sus ojos y eso al demonio lo enfadó.

Todos sentían miedo solo con su presencia.

-Bueno mi querido rey Kenji, ¿Qué se siente cuando lo has perdido todo? ¿Qué se siente cuando estas a punto de morir en las manos del demonio? Dime que se siente. Dime cuánto dolor sientes.

CONTESTAME.

cogió al rey por las solapas y lo tiró hacia una pared.

-Prefiero sentir dolor que no sentir nada.

- Así que prefieres sentir dolor, bueno tu deseo lo cumpliré gustoso

Y dicho eso el demonio levantó su espada dispuesto a darle la estocada mortal al rey, pero una flecha que salió de la nada, le atravesó el hombro derecho, el único lugar en donde la armadura no le cubría.

Miró furioso por todos los lados y vio una sombra con un arco y otra flecha salió disparada y él se apartó; no importaba que él se apartara, la segunda flecha no iba dirigida a él, la segunda flecha se clavó justamente en el corazón del rey Kenji, que antes de morir le dijo al demonio con una sonrisa en sus labios:

-¿Que se siente cuando frustran tus planes delante de tus narices?- dicho esto le dirigió una última mirada llena de amor y gratitud a su hija y murió.

Su expresión era totalmente de paz, había muerto en manos de su propia sangre, y no en manos del demonio estaba furioso, esa sombra le había quitado el orgullo de matar al rey, y se acercó a esa sombra corriendo.

Serena no se movió, ¿para qué? Cuando corría se tropezaba con sus propios pies, además no le iba a dar la satisfacción de huir, se quedó allí y tensó su arco para darle otra estocada pero esta vez en su brazo izquierdo, pero el demonio ya estaba preparado y con su espada esquivó la flecha.

Cogió a esa sombra por la muñeca y la sintió tersa y suave y una corriente de electricidad recorrió todo su cuerpo, desde la punta del pie hasta el último pelo de su cabeza.

Y la vio.

Era ella, era su princesa, su ángel, su Serena.

Ella miró por primera vez a ese ser, el demonio, lo miró a los ojos, esos ojos purpura que la miraban con intensidad y con un brillo que no sabía identificar pero que le asustaba.

Estaba en manos del demonio.

Continuará...

En Manos del DemonioWo Geschichten leben. Entdecke jetzt