Capítulo Xlll

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Desolado.

Desolado estaba el antiguo Reino Dorado, después de soportar dos guerras, las dos iguales de sangrientas, el Reino perdió su luz propia y se quedó sumido en la mas abisma oscuridad.

Oscuridad.

Y el dueño de tanta oscuridad era el Demonio.

El Demonio ufano de su victoria galopaba con sus hombres dejando atrás ese triste lugar.

Siempre mirando hacia delante y nunca mirando hacia atrás.

Una sonrisa surcaba su rostro, una sonrisa que dejaba paralizado.

Los bosques, los ríos quedaban atrás ya que el Demonio ansiaba llegar a su hogar donde le esperaba su amado ángel.

Un ángel que le esperaba ansioso, un ángel que vivía en cautividad, en donde él era su dueño.

Ese mismo día a miles kilómetros, se encontraba Serena que jugueteaba nerviosa con su pelo mirando con nerviosismo por la ventana, esa ventana que daba al mundo exterior, en donde estaba Diamante.

-Princesa.- dijo Molly acercándose a Serena y sacando a ésta de sus pensamientos.

-Dime, Molly, ¿Qué es lo que queréis?- preguntó ella sonriendo.

-Su hermanito Sammy, esta muy inquieto y creo que desea verla.

-Tráemelo, por favor.

A los pocos segundos llegó Molly con el pequeño Sammy, que al ver a Serena empezó a agitarse en el regazo de la nodriza y Serena abrió sus brazos para coger a su hermanito.

Al ver la escena de amor
entre los hermanos, Molly los dejó a solas. Serena, con el pequeño en sus brazos, salió a la terraza de su habitación y se sentó en una silla que había allí.

-Mi pequeño niño, ¿sabes tú quien fui? ¿Sabes tú que es lo que me pasa? Sammy, ojala pudieras hablar para decirme que me pasa, que es lo que pasó, por qué siento esta opresión en el pecho, porque siento que esta mal amar a Diamante.- dijo ella al pequeño mientras éste lo miraba con sus grandes ojos azules.

-Mamá.- dijo Sammy acariciando la mejilla de Serena que estaba húmeda por las lágrimas que salían de sus ojos.

-Tranquilo mi niño, ya no voy a llorar más, por ti, mi amor, eres lo que mas quiero en esta vida.- dijo ella abrazando a su hermanito. Un abrazo lleno de calidez, de amor y de inocencia.

Un amor puro de dos corazones que habían sufrido mucho.

Era media tarde de la mañana siguiente cuando a los lejos de la Fortaleza se escucharon trompetas del ejército del Demonio, Serena que en ese momento estaba jugando con Sammy, alzó la mirada y cogiendo a su hermanito salió al pasillo con paso apresurado.

Con cada paso, el corazón de Serena
latía con más rapidez.

Salió al jardín y esperó a que las puertas de la gran Fortaleza se abrieran para
dejarlo ver.

Las puertas se abrieron y dejaron ver a un gran caballero con una gran armadura negra que solo dejaba ver los grandes ojos purpuras que estaban fijos en ella.
Serena sintió miedo al verlo, un miedo irracional que salía de su interior.

No podía dar un paso, esos ojos, esa armadura le imponían, le hacían sentir pequeña e indefensa, como si el fuera un gran león y ella su pequeña presa.

Diamante se bajó de su caballo y se quitó la armadura dejando ver las duras
facciones de su rostro y se acercó a ella con la seguridad que le caracterizaba.

En Manos del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora