Le arrebaté el cuaderno de las manos y, nada más tenerlo en mi posesión, me levanté de un salto y extendí mi brazo hacia arriba de forma que ella (dado que era más baja que yo) no pudiera cogerlo. Su rostro reflejaba asombro, y al instante se puso en pie.
- ¿Qué crees que haces?- me preguntó.
- Mmmm... déjame pensar... Chantaje.
- ¿Chantaje?- volvió a cuestionar con confusión.
- Sí. C-H-A-N-T...
- Sé cómo se deletrea- zanjó, mirándome enfadada y cruzando sus brazos con rabia.
- Si me respondes a unas preguntas te devuelvo el cuaderno, ¿vale?
En caso de que me respondiese afirmativamente, significaría que los textos escritos en el libro que yo sujetaba eran muy importantes para ella, y no iba a arriesgarse de que alguien como yo los leyera.
- Mmmm... déjame pensar...-contestó imitándome.
Se acercó, yo la veía desde arriba. Levantó su rodilla, pero antes de que impactase con mi entrepierna decidí apartarme y ella trastabilló al no recibir el impacto.
- Buen intento, fiera.
- Está bien, contestaré tus preguntas en caso de que lo vea necesario. Si alguna de ellas no me parece... digamos, "apropiada" para nuestra situación, traigo maquinaria pesada.
- ¿Quién es la "maquinaria pesada"?
- Mejor que no lo sepas.
Entonces fue cuando me planteé el hacerle un cuestionario. ¿De verdad necesitaba aquellos datos? Al fin y al cabo, ¿de qué me iba a servir a mí, si ni siquiera la conocía?
- ¿Te conozco?
Esas dos palabras se escaparon de mi boca sin haberlas pensado antes.
- Me conocías.
- ¿De quién es este cuaderno?
- Ahora, mío.
Intenté pensar en la siguiente pregunta a formular. Tenía tantas dudas que no sabía por dónde comenzar.
- ¿Por qué dejas que te humillemos en el instituto?
- Si no lo hiciera, empeoraría la situación y me convertiría en presa principal. Si digo todo lo que tengo que decir, entonces mi tortura allí no terminaría.
Asentí lentamente, comprendiendo sus palabras en parte.
- Y el cuaderno... ¿quién era su anterior dueño?- seguí el interrogatorio, sin llegar a comprender.
- Mi padre.
Sus iris enfocaban directamente los míos. No apartaba la mirada y me sentía intimidado cada vez que parpadeaba. Era una sensación de atracción a mirar sus ojos, aunque supiera que no sería la mejor opción.
Mi móvil vibró en el bolsillo trasero de mi pantalón.
Miguel.
- Volveré por aquí, no he terminado con las preguntas- dije, devolviéndole el cuaderno y trastabilleando mientras retrocedía.
- Aquí estaré.
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No me odies, Daniela. [C O M P L E T A]
Short StoryBrad se creía un chico normal, actual, y tal vez con una familia "rara". Pero desde que llegó ella a su mente, en su vida sus hábitos diarios se han puesto patas arriba y el único deseo que tiene es averiguar quién es ella y qué secretos esconde. Un...