Once.

82 19 10
                                    

Le arrebaté el cuaderno de las manos y, nada más tenerlo en mi posesión, me levanté de un salto y extendí mi brazo hacia arriba de forma que ella (dado que era más baja que yo) no pudiera cogerlo. Su rostro reflejaba asombro, y al instante se puso en pie.

- ¿Qué crees que haces?- me preguntó.

- Mmmm... déjame pensar... Chantaje.

- ¿Chantaje?- volvió a cuestionar con confusión.

- Sí. C-H-A-N-T...

- Sé cómo se deletrea- zanjó, mirándome enfadada y cruzando sus brazos con rabia.

- Si me respondes a unas preguntas te devuelvo el cuaderno, ¿vale?

En caso de que me respondiese afirmativamente, significaría que los textos escritos en el libro que yo sujetaba eran muy importantes para ella, y no iba a arriesgarse de que alguien como yo los leyera.

- Mmmm... déjame pensar...-contestó imitándome.

Se acercó, yo la veía desde arriba. Levantó su rodilla, pero antes de que impactase con mi entrepierna decidí apartarme y ella trastabilló al no recibir el impacto.

- Buen intento, fiera.

- Está bien, contestaré tus preguntas en caso de que lo vea necesario. Si alguna de ellas no me parece... digamos, "apropiada" para nuestra situación, traigo maquinaria pesada.

- ¿Quién es la "maquinaria pesada"?

- Mejor que no lo sepas.

Entonces fue cuando me planteé el hacerle un cuestionario. ¿De verdad necesitaba aquellos datos? Al fin y al cabo, ¿de qué me iba a servir a mí, si ni siquiera la conocía?

- ¿Te conozco?

Esas dos palabras se escaparon de mi boca sin haberlas pensado antes.

- Me conocías.

- ¿De quién es este cuaderno?

- Ahora, mío.

Intenté pensar en la siguiente pregunta a formular. Tenía tantas dudas que no sabía por dónde comenzar.

- ¿Por qué dejas que te humillemos en el instituto?

- Si no lo hiciera, empeoraría la situación y me convertiría en presa principal. Si digo todo lo que tengo que decir, entonces mi tortura allí no terminaría.

Asentí lentamente, comprendiendo sus palabras en parte.

- Y el cuaderno... ¿quién era su anterior dueño?- seguí el interrogatorio, sin llegar a comprender.

- Mi padre.

Sus iris enfocaban directamente los míos. No apartaba la mirada y me sentía intimidado cada vez que parpadeaba. Era una sensación de atracción a mirar sus ojos, aunque supiera que no sería la mejor opción.

Mi móvil vibró en el bolsillo trasero de mi pantalón.

Miguel.

- Volveré por aquí, no he terminado con las preguntas- dije, devolviéndole el cuaderno y trastabilleando mientras retrocedía.

- Aquí estaré.

No me odies, Daniela. [C O M P L E T A]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora