EXTRA: Delirio

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Hola a todos! Os preguntaréis qué hago yo escribiendo un extra para esta historia. Pues bien, nuestro querido Brad está participando en un concurso de personajes (iniciativa de sbm279) y en el desarrollo de la competición es necesario escribir escenas, discursos, etc. en los que se desarrolle el personaje en sí, tal y como es. En la segunda fase, se nos pidió la representación de una escena, y quise compartirla dentro de la historia en sí. Os animo a comentar vuestras opiniones.

Feliz 2019!💚

(La escena se desarrolla en un tiempo posterior al final de la historia en sí y no añade información nueva al desenlace).

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Las estrellas se veían borrosas en el firmamento nocturno de verano. Parpadeé un par de veces, confundido, pues no recordaba cómo había llegado a aquel lugar: el parque que había marcado mi infancia tanto para bien como para mal. Sin saber por qué (ya que era raro en mí dejarme llevar por impulsos repentinos) me dirigí a la zona de toboganes, todos ellos coloreados de rojo, azul y amarillo.

Y allí me vi. Literalmente me vi, a mí, mi versión de mí a los diez años. Sentado en un columpio, acompañado por una figura pequeña que al instante reconocí.
Ahí nos veía, a ella y a mí, callados, mirándonos bajo la luz de la luna llena de medianoche.

Lo terminé comprendiendo: ahora, siete años después de esa escena, sabía perfectamente cómo iba a continuar todo, y tuve la oportunidad de verme en aquel instante, inocente, ignorante. Mi yo mayor veía cómo él mismo, de niño, fue capaz de querer y tener compasión, de acallar las lágrimas que repentinamente desbordaron los ojos azules de la niña. Protegí, abracé y amé a esa diminuta alma en pena.

Ante nuestros ojos, ella se esfumó en el aire como si fuese una parte más de él. Solo quedamos él (yo) y yo en medio del parque: él, sollozando por su pérdida; yo, riéndome de mí mismo.

Ella, que al tocar a la puerta de mi corazón me hizo luz, que al irse me convirtió en niebla, y que al volver desató mi oscuridad.

Todo se arremolinó a mi alrededor y solo vi humo gris, apestoso y denso. Su voz susurrando en todas partes: «nunca volverás a amar», «estás podrido», «no mereces tu vida», «estás podrido», «muere conmigo»...

«Estás podrido».

Y, ¿qué iba a decir yo? Con los desechos que quedaban de mi alma me tocaría vivir como un esqueleto vacío.

Entonces me desperté, suave y tranquilamente. Sin tener que mirarme al espejo sabía que mi rostro no mostraba nada, ni siquiera era rostro.

Pero en una mínima parte que no conocía de mí, alguien seguía llorando.

Menos mal que esa parte nunca me afectó para nada.

No me odies, Daniela. [C O M P L E T A]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora