최종의.

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El sol ardía sobre mi cabeza como si estuviera de pie en él. Los lentes de sol que llevaba puestos no me facilitaban estar en la intemperie tanto como creía, lo único que veía era sombras de aves y personas oscuras caminando frente a mí.

El metal del Camry en el que estaba apoyada no hacía del escenario algo mejor y las gotas de sudor que bajan por mi espina dorsal, sólo causaban incomodidad en mí.

Sin embargo, cuando aquél cuerpo familiar se deslizó por la puerta de metal junto al oficial encargado, todas mis quejas dejaron de tomar importancia.

Separé mi espalda baja del capote del auto dando un paso hacia delante. Me subí los lentes al tope de la cabeza y sus ojos cayeron en mi, reconociéndome.

Ambos dudamos, dejándonos quemar un poco más por el sol sobre nosotros y la mirada del otro. Pero, luego, los dos caminamos sin prisa hasta poder vernos de cerca; sus ojeras eran notables, los vellos de una barba de varias semanas se extendían por toda su mandíbula y sus pómulos estaban más pronunciados a causa del poco alimento. Algo que sólo siete meses tras rejas podía lograr.

Pero, aún así, la misma mirada seguía ahí: la mirada que le daba poder sobre mí.

Sus pupilas se deslizaban por todo mi rostro sin decir palabra alguna, pero palabras no era lo que necesitaba.
Quería entender por qué, después de tanto tiempo, no lo odiaba. O, por qué él no me odiaba a mí.

Ambos nos encontrábamos expectantes del otro, buscando algún movimiento, algún permiso que nos hiciera revivir lo pasado. Yo lo podía sentir y sabía que él también.

Una sonrisa se escabulló por sus labios y fue como si un tipo de luz cruzara por mis ojos y me hiciera sonreír a mí también.

- Me has jodido la vida -murmuró y su voz silbó en mis oídos haciéndome darme cuenta de cuánto había extrañado ese tono sarcástico.

Me mordí el labio y pude escuchar cómo dejó caer el bulto en su mano.

- Entonces, estamos a mano -respondí.

Y solo bastaron segundos para que sus labios se postraran sobre los míos devorándome.

Siempre he pensado que juzgar a alguien por cómo se ve es un total error; hasta el más mínimo gesto puede ser el inicio de una gran mentira; la más suave mirada puede llevar a la más apasionada locura... Todo lo grande empieza con algo pequeño; sin la más mínima intención y con la más profunda inocencia.

Al final, ambos sólo éramos almas sucias que se encontraban limpios, uno con el otro.


FIN.

DIRTY | MIN YOON GI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora