De dos mil especies...

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El cazador cayó en cuenta que, habían pasado los minutos y no estaba muerto, el cachorro no lo estaba atacando y los pobladores a su alrededor miraban la escena confundidos

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El cazador cayó en cuenta que, habían pasado los minutos y no estaba muerto, el cachorro no lo estaba atacando y los pobladores a su alrededor miraban la escena confundidos. Sin saber cómo reaccionar, volvió a fijarse en el pequeño, quien se limitaba a mirarlo curioso, sin la malicia característica de los corruptos, con los ojos bien abiertos, en una forma entrañable y cómica, sin ninguna segunda intención a simple vista. Allí fue cuando todos sus años de experiencia volvieron a guiarle, la criatura enfrente suyo solo era una ilusión o un disfraz, no estaba viendo la verdadera forma de aquel ser, por lo tanto si desvelaba la verdad, sería libre del hechizo.

Mientras lograba su cometido, seguía siendo vulnerable. Demasiadas preguntas invadieron su cabeza cuando debía estar pensando en el plan más seguro, ¿Cómo había sucedido aquello cuando sus escudos eran impenetrables?, ningún hechizo por muy poderoso que fuera, no debería ser capaz de alcanzarlo. Además ¿Qué disfraz tan convincente era ese? porque aquel pequeño no desprendía poder alguno, solo sucia oscuridad.

Un graznido animal se estrangulo en su garganta, exasperado de repente por la incertidumbre, cuando él estaba acostumbrado a tener todo en control, más no debía seguir andando a ciegas, era mejor arriesgarse, porque aunque los Impuros fuera seres misteriosos, sus enigmas no eras imposibles tenían respuesta. Se recordó así mismo que estaba calificado para lo que estaba a punto de hacer, no necesitaba notificar a su superior del Cachorro, era un tema que trataría con discreción. Dio una orden fuerte y clara a los pueblerinos para que se dispersaran, mientras agarraba al pequeño, alzándolo en brazos —Vendrás conmigo— la criatura no se quejó o trato de zafarse, solo se sostuvo mejor, admirando la vista y el dominio del Alfa en silencio durante todo el trayecto, hasta llegar a la gran posada del pueblo.

Una edificación descuidada que no recibía más de un cliente al mes, a veces ninguno. Administrada por un viejo solitario, que no podía darse el lujo de contratar un asistente que lo ayudara con la limpieza, y por su edad no podía hacerlo por sí mismo. Podía parecer miserable pero era el único lugar con cuartos disponibles en el pequeño asentamiento, allí en uno de los modestos cuartos, sepultados en una fina capa de polvo, era donde se encontraban todas las herramientas del cazador.

Pero contrario a todas los objetivos que lo habían acompañado en el pasado, no tenía planeado torturar al Cachorro por respuestas, solo hacer un poco de alquimia básica, la magia de los zorros, por muy prohibida que estuviera después de su traición. Era usual para Jungkook romper varias leyes de la corona a favor de sus investigaciones, porque solo en el pensamiento iluso e idílico de los monarcas la luz por si sola vencía a la oscuridad. Al entrar a la habitación y contar con algo de privacidad -aunque la chirriante puerta no era más que una delgada pieza de madera- se dispuso a sacar pequeños frascos de una maleta escondida en el suelo, como utensilios de vidrio y plata de su maletín de materiales, tanto orgánicos como inorgánicos.

Dejo al niño en medio del cuarto para utilizar sus dos manos al escribir —Bien...ah, niño, te voy hacer una serie de preguntas simples, por lo que espero que colabores sin mentiras o me veré obligado a ser rudo, si quedo claro me permito proseguir... ¿Tienes alguna marca en tu cuerpo? — su tono fue amenazante y frío, aunque su animal estaba convencido de que creería cada palabra del pequeño.

Impuros /Kookmin (Omegaverse)Where stories live. Discover now