Mas de diez mil almas

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Amaranthus gruño al espeso escenario, donde dos colosos se erguían en gorgoteos y jadeos de dolor, por el gran esfuerzo que suponía estar en una forma rechazada, que el mismo nucleó quería eliminar

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Amaranthus gruño al espeso escenario, donde dos colosos se erguían en gorgoteos y jadeos de dolor, por el gran esfuerzo que suponía estar en una forma rechazada, que el mismo nucleó quería eliminar. Ambas figuras rotas, desfiguradas por la corrupción, respirando con dificultad, con ojos rojos en perdición, hinchados, de pupilas vacías e iris espesos. Algo se estaba rompiendo en el interior de quien ahora era un can, la bruja lo sabía, reía amargamente por eso, porque la esencia entera de Cancerbero, hecho raíces en lo más profundo de su último bastardo, la última conexión necesaria. Poco a poco, la extraña forma animal fue tomando forma hasta ser una consistente, un perro gigantesco como sus hermanos.

Entre la bruma de la rabia, profunda y errática, aquel ser monstruoso se abalanzo hacía el ave. Celeno iba a morir en manos de su engendro, lo sabía desde que lo puso, después de que con dolor saliera de su sistema. En ese tiempo cuando aún estaba lo suficientemente limpia para poner huevos, aunque se veía obligada a ignorar su instinto materno, para dárselo al padre de las criaturas, alejarse del débil palpitar que calentaba el cascarón, teniendo pleno conocimiento que serían sumergidos en la corrupción, quitándoles su calidez y luz para siempre. Esa era la fabulosa facultad de los huevos de cambia-forma, era un embrión sensible a cualquier cambio en su cascarón, pero necesitaban de alguien que los empollara en todo momento, que soportara estar engendrando seres tan contaminados.

La Arpía alejo los recuerdos, de los 9 meses calentando a sus polluelos, de la emoción cuando los veía romper el cascarón, niños sanos, fuertes y condenados. El sentimiento de haberles fallado, ese que no menguaba con los años, que solo se acrecentaba, atormentándola. Ignorando a su vez el sonido de aquellas almas, que revoloteaban a su alrededor, condenadas a darle energía, el más grande de los poderes, diez mil almas sacrificadas a su nombre. Tantas que terminaban siendo irrelevantes, haciendo que las únicas significativas y dolorosas, fueran las de sus familiares.

Emprendió el vuelo, alejándose de las mortales fauces de su hijo, no necesitaba hacer tiempo, solo el mayor daño posible antes de caer. Amaranthus aún era un polluelo, pensó con algo que podría asemejarse a la dulzura materna. La falta de experiencia de la poderosa bestia, era todo un regalo para su causa, siendo que aún era muy lenta y torpe, no explotaba a plenitud todo su poder. Ignorando los ataques predecibles de Amaranthus, utilizo sus dotes naturales potenciados por su apariencia corrupta, para caer en picada, desviando su trayectoria del suelo en el último momento, para planear sobre el campo de batalla. La bestial sombra cazo a los pequeños mortales como si fueran simples ratoncitos.

Celeno debía valerse de la fuerza de sus alas, porque carecía del favor del viento, que trataba constantemente de entorpecer su trayectoria. No tenía el permiso del protector Angelus para sobrevolar territorio de luz, por lo que estaba contra todos, demostrando la supremacía de las criaturas que le servían a Cancerbero.

El juego del correteo fue divertido para la Impura los primeros minutos, con el can golpeándose contra árboles, tumbándolos en el proceso, creando un gran desastre que de igual forma, ponía en riesgo la vida de los cazadores. Era como tentar a un gran perro con una pelota, que surcando los cielos en círculos, provocaba el sin sentido de una persecución que no parecía tener final, y que podría ser cómica si no fueran por los graznidos ensordecedores que apabullaban los espíritus de los presentes, sumiéndolos en malestares físico y alucinaciones nauseabundas. Pero el sol pronto saldría y el gran astro era inclemente con los de su tipo.

Impuros /Kookmin (Omegaverse)Where stories live. Discover now