Herencia.

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—¿Una carta?— un joven de 15 años estaba tomando té en su cafetería favorita cuando un extraño dejó una peculiar cosa sobre su mesa.

La carta, tenía su nombre y apellido pero no tenía datos del remitente o dirección, sólo tenía su nombre. Como si la persona que lo enviara supiera que él estaría allí.

Querido Hinata.

                            Te preguntarás el porque estas recibiendo esta carta, para ser breves soy tu padre y debo decirte que mi salud no es la mejor en estos momentos, no debes preocuparte por mi, esta carta es redactada sólo para informarte que tu eres mi heredero, por ser mi hijo más querido te deje una mansión en Japón. Te ruego que vayas a vivir en ella como mi última voluntad, por favor dirígete la dirección que está escrita al final de la carta.

Todas tus dudas seran resueltas una vez llegue allá.

                                                                                            Espero contar con tu presencia.

Después de leerla un montón de incógnitas se formaron en su mente, desearía poder hablar con su madre, pero estaba más seguro que nadie que eso jamás pasaría, después de un terrible accidente el joven quedó solo a la edad de 8 años, viajar de Inglaterra a Japón era costoso, no lo dudaba pero algo le decía que acatará las órdenes y se fuera. Algo así como...

—Es como si la sangre llamara— susurró mientras juntaba sus cosas y pagaba por su té. Al ser tan joven y jamás haber tenido contacto con algún familiar además de su madre, era increíblemente maduro, independiente y autosuficiente.

Caminaba por las frías calles de Londres, él era alguien extraño y ajeno para las demás personas, lo sabía y  apreciaba ser diferente. No tenía frío, a pesar de estar a temperaturas muy bajas y por una extraña razón nunca se ha sentido cómodo con otras personas.

—Sólo soy un esclavo bajo la imagen de un dictador cruel— susurraba mientras miraba a la gente pasar por su alrededor. Ignorandolo, consumiéndose por problemas que no deberían importar.

Si catalogaba ese día, podía decir que era muy anormal y extraño, al estar unos metros de su hogar se encontró una limusina negra frente a la puerta principal del edificio del apartamento.

—Disculpe ¿Usted es el joven Hinata?— preguntó un señor de edad un poco madura, Hinata parecía extrañado pero no dudo en responderle.

—Soy yo señor— el hombre lo miró asombrado pero sonrió dulcemente— ¿Usted es enviado por mi padre?— el hombre sólo asintió a la incógnita.

—El señor me dio órdenes explícitas, que venga por usted para que pueda ir a abordar el avión privado, que lo llevara a la mansión— Hinata estaba sorprendido ante aquella declaración—sus cosas ya están empacada en el vehículo— él miró sorprendido, decidió no darle vueltas a las cosas, por la nieve su cabello empezaba a humedecerse y esa, por más ridícula que pareciera, fue la razón por la que aceptó entrar en la limusina.

El viaje fue silencioso, Hinata no estaba acostumbrado a no tener el control de los acontecimientos y menos a rodearse de enigmas. Desde la mañana todo estaba normal hasta que tuvo que irse a su cafetería favorita y luego, recibió la carta de su supuesto "padre", y por último este sujeto mando a una limusina para que lo recogiera, tal vez también provocó un allanamiento en su departamento para preparar su equipaje, yendo al caso también lo habrán  cambiado de colegio y muchas cosas más.

—Usted es de pocas palabra ¿No?— el conductor lo miraba por el retrovisor.

«No suelo hablar con personas que me vienen a recoger desde una limusina por órdenes de un padre que nunca conocí» pensó irónicamente, pero se le haría de mala educación contestar de esa forma—La verdad estoy un poco sorprendido. Todo esto es demasiado extraño— contestó mirando por la ventanilla negra.

—Tranquilo joven, todo estará bien— el silencio volvió a reinar y la verdad nadie podía sacarlo de su mente.

Cuando llegaron a el aeropuerto internacional, se despidió del chofer y con maletas en mano y un boleto en el bolsillo de jean blanco, emprendió la aventura.

El vuelo para Japón ya estaba reservado, y sólo faltaba que él aborde el avión. Toda la gente lo miraba raro, al subir decidió relajarse, aun así no dejaba de pensar, ¿Por qué estaba haciendo esto? Fácilmente pudo haber ignorado todo y seguir con su vida, pero no, él está allí con la mirada puesta en la ventana, pensando en una buena razón para justificar todos sus actos.

—Es la primera vez que veo al sol esconderse— susurró, el sueño lo venció y quedó dormido en el asiento.

En su sueño, solo se podía repetir la escena de su madre intentando salir de las llamas, él lo recordaba todo, y esa era su mayor tortura, noche tras noche se repetía su sueño y en cada repetición se hacía más vivido, la mirada preocupada y llena de miedo de su progenitora, la respiración agitada, el olor a quemado. Ver a su madre arrastrándose en la tierra mientras detrás de ellos estaba la casa incendiándose, y lo último que escuchó fue el "corre". Abrió los ojos al escuchar la voz de su madre, esos sueños cada vez se hacen más reales.

—Queridos pasajeros, anunciamos que estamos a solo minutos de llegar al país del sol naciente, por favor abrochar sus cinturones— Hinata miraba por la ventana mientras presenciaba como la tierra era cada vez más grande, como si se estuviera expandiendo frente a él.

Cuando llegó y pudo bajar del avión, con sus maletas miró alrededor, un hombre un poco más alto que el vestido como el chofer que conoció en Inglaterra se hizo presente frente a él. En sus manos cubiertas por unos guantes blancos, tenía un cartel con su nombre, entendió que debía seguirlo. El camino hasta la limusina estacionada fue corto y silencioso «la verdad no se me da eso de hablar con las personas» se comentó internamente. 

Empezó a sentirse incómodo en el asiento de atrás, y ese sentimiento creció a medida que veía como el vehículo se desviaba por un camino de tierra en un bosque, que para ser sincero consigo mismo parecía abandonado, la incomodidad anterior pasó a convertirse en nerviosismo, por la oscuridad de la noche. Pero la verdad no le ponían nervioso la oscuridad en sí, mejor dicho, lo que se ocultaba en ella era lo que lo molestaba, el sonido de pisadas extremadamente rápidas se escuchó, el chofer empezó a acelerar repentinamente.

Todo pasó tan rápido, el vehículo se volteo como si hubiera chocado con algo, empezó a prenderse fuego, Hinata no tardó en intentar abrir la puerta, aun con un golpe en la cabeza del cual empezaba salir sangre, una línea roja de sangre entre su nariz y su ojo izquierdo empezó a nacer. Cuando por fin pudo abrir la puerta y salir, se arrastró por el piso para alejarse del fuego, entonces unos zapatos aparecieron frente a él.

 — Are are ¿Y tú quién eres pequeño? Fufufufu— una voz cantarina se escuchó antes de que Hinata cayera en la inconsciencia. Y unos ojos verdes brillantes fue lo único que pudo distinguir.

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Nuevo proyecto. Espero que les guste.

el séptimo SakamakiWhere stories live. Discover now