25

1.2K 207 18
                                    

El primer rayo de esperanza apareció mes y medio después, un escueto mensaje que adjuntaba la fecha y hora de la cita de Gala con el ginecólogo.

No sabía si te trataba de alguna trampa, así que con las dudas quemando cada paso, me presenté.

Yo, un hombre acostumbrado a disipar cualquier duda, ahora no tenía ninguna respuesta, solo un puñado de incertidumbre clavada en la boca del estómago.

Giré hasta llegar a la pequeña sala de estar y la ví, estaba más preciosa que nunca, ojeando una revista hasta que sus ojos se encontraron con los míos. Me sonrió sin conocer que esa sonrisa siempre fue mi talón de Alquiles. Tanto me daba fuerza para seguir como me volvía tan vulnerable. Pregunté si podía sentarme junto a ella y un simple sí jamás me trajo tanta paz.

Quise comenzar a explicarle, a darle todas las respuestas, comenzar un camino que me llevará de vuelta a sus brazos, pero ella solo me tomo de las manos calmando mis tartamudeos y dijo «Ahora no, esto es lo único importante», y llevando mis manos a su vientre las dejó ahí.

Sentí una respuesta inmediata por parte de mi bebé, lo creas o no siempre sentí que tenía alguna especie de conexión con ellos. Lo acaricié sabiendo que estaba tocándola a ella.

—Te extraña, por más que he intentado hablarle, solo se mueve si escucha tu risa o tu voz. Yo..., yo le pongo algunos vídeos de nosotros para que sienta que estás con él. ¿Entiendes por qué estás aquí, Izan? 

Y lo entendí, Gala me estaba dando en privilegio de ser padre, a pesar de mis errores y lo que ella estuviera sintiendo sabía que había algo más grande que nosotros, alguien que merecía ser feliz y para serlo necesitaba de los dos. 

Gala, siempre un paso adelante.

En la consulta me sorprendí al saber que había estado internada por un día gracias a una pequeña crisis nerviosa, que no hace falta aclarar, yo mismo le provoqué, pero que ella no le tomó tanta importancia ni me miró con reproche cuando lo comentó. Supe que ese mes estaba siendo difícil, dormir le costaba trabajo y tenía que dejar de corretear por el cansancio. No mencionó ninguna otra queja. El médico la revisó y le anunció que tenía vía libre para ser parto natural.

Al salir intente con cualquier pretexto que la dejará conmigo unos minutos más, pero fue imposible. Se marchó dejando un beso en mi mejilla y la promesa de que me avisaría cuándo entrará en labor de parto.

Y ahora solo nos quedaba a los dos esperar...

Las chicas de IzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora