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El apartamento se fue despejando al pasar de los días. Me quedé en casa con mis hijas y cuando me di cuenta, tenía que prepararme para una vida como padre de dos niñas huérfanas.

¿En qué momento la jodí tanto?

Evalúe las opciones que tenía como guardería. Marisa hizo anotaciones en cada folleto evaluando pros y contras dejándome la decisión a mi.

—Ten en cuenta lo que ellas querían para sus hijas, pero sobre todo lo que es conveniente para ti. No puedes ser esclavo de lo que ellas hubiesen querido, míranos, tu madre quería que fueses medico, trabajando con alguna ONG en la India y al día de hoy estas muy lejos de haber cumplido sus deseos. Nosotras hicimos lo que creímos mejor, nos equivocamos muchas veces como lo harás tú, eso no significa que estemos en deuda con tu madre —dijo mi tía Clementina al verme rodeado de papeles sin saber que camino sería el mejor.

—Al final creciste, tomaste decisiones, aprendiste y te volviste a equivocar. Hijo, se consciente que aunque te partas en pedazos para asegurar su bienestar, algún día tendrán que volar. Disfruta mientras lo hacen.

Las vi tomas sus bolsos de mano  y salir. Cuando por fin me decidí hice la inscripción en base a sus comentarios y en lo que sabía necesitaría: tiempo de nueve a dos y media. 

Esos últimos días de aparente descanso los ocupe en hacer compras. En acostumbrarme a lo que sería mi vida a partir de hoy.

¡Dios, nadie me había advertido lo difícil que era salir con dos bebés de brazos a la vez! Llevaba a Abi en un fullar ergonómico y a Zoé en el carrito, por desgracia me faltaban manos para llevar la pañalera, pero me las apañe como pude.  Anoté una carriola doble como necesidad urgente y una mochila, la bolsa con el patito gigante estorbaba demasiado. Cuando tocó el cambio de pañal fue otra historia ¡Sorpresa!, para empezar no había cambiadores en el sanitario de hombres, me tocó hacerlo en el coche y con muchos esfuerzos. Llegué a casa rendido, aún así no me dormí hasta que coloque el nombre a cada cosa de la lista de cosas que llevarían en dos días a la guardería.

Cuando había alimentado, dormido y vuelto a alimentar a mis terremotos trate de comunicarme con Lucía. Tarea imposible por vigésima sexta vez.

No había cedido ni un ápice, ni por lástima. Ojo, que es lo que menos deseaba de la gente, pero me hubiese gustado ver a mi bebé al menos una vez en este tiempo. Ella crecía y aunque no pudiese recordar, yo si me estaba perdiendo parte de su vida.

Regresar al trabajo pensé que sería un alivio a mi salud mental, que por lo menos algunas horas dejaría de sentirme un padre viudo multiplicado por dos. 

No fue así.

Me senté detrás del escritorio esperando a que vinieran a mi aquellas sensaciones que se expandían por mi piel tiempo atrás. Donde mantenía todo bajo control, donde me llamaban el jefe, donde confirmaba alguna reservación pensando a cual de las tres sorprender. Donde mi corazón latía con frenesí y el tiempo marchaba a mi ritmo para encontrarme con ellas.

ELLAS.

Mis chicas. Los amores de mi vida.

Buscando todo aquello no encontré mas que preocupación por saber bien a la extensión de cada una de ellas. De dos obtuve una respuesta inmediata por parte de la encargada del grupo "Oruguitas dos y tres". Por la tercera tendría que humillarme sin respuesta alguna o luchar a muerte con su madre por tan si quiera un vistazo de ella.

Esta vez, elegí luchar.


Las chicas de IzanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora