treinta y dos

10.3K 464 55
                                    

Lucía

María corría a mi lado mientras las dos reíamos después de haber robado aquella bolsa de papitas que mi hermana se había escondido dentro de la campera, escuchábamos como el dueño de la pequeña tienda nos gritaba en italiano y eso lo hacía mucho más gracioso.

Nos frenamos al llegar a una esquina de las frías calles de Turín y abrimos el paquete de papitas para comenzar a comerlas. No habíamos robado por necesidad, robamos por diversión. Mi hermana había sacado las papitas pero yo la sorprendí al mostrarle que había robado dos latas de cerveza.

- Lucía, fue demasiado.. -dijo seriamente.

Pero aquella seriedad no duró ni un segundo porque ambas comenzamos a reír hasta soltar lágrimas de los ojos y ella me abrazó por los hombros, dejándome apoyar mi cabeza en su pecho. Comíamos papitas y bebiamos cervezas.

Algunas personas nos miraban extraño, otras se reían con nosotras y las demás simplemente pasaban actuando normal. Con mi hermana no estábamos pasando un buen momento, papá estaba muy mal en el hospital y cuando tuvimos un tiempo para despejarnos hicimos esto.

Estábamos sentadas en unos bancos que habían sobre la vereda de esa esquina, estábamos como afuera de una gran empresa y poco a poco la misma comenzó a quedarse a oscuras. Cuando quise mirar a María me di cuenta de que ella había comenzado a alejarse de mi, corría y me dejaba sola. Intenté seguirla, dejé las papitas y las latas porque creí que eso no importaba.

María corría demasiado rápido y no podía alcanzarla, me llevaba varios metros adelante. Llegamos a una esquina y ella frenó al ver que el semáforo le daba el paso a los autos pero en cuanto se dio cuenta que iba detrás de ella, María cruzó la calle y un auto la atropelló haciéndola volar hasta dejarla a unos metros de distancia.

- ¡María! ¡María! -gritaba desconsoladamente mientras me acercaba a su cuerpo.- ¡Ayuda, por favor!

El auto se fue a toda velocidad y la gente pasaba sin mirarnos, nadie nos veía. Era como si de un momento a otro nosotras dejamos de existir y nadie podía vernos. Mis manos estaban llenas de sangre y María no reaccionaba.

Lo único que se oía era mi llanto retumbar mientras mi pecho dolía como si le hubieran clavado un cuchillo. Una de mis manos fue a mi pecho por el dolor y al alejar la misma pude ver que yo también sangraba, poco a poco mis brazos se aflojaron y mi respiración se volvió pesada. Mi cuerpo cayó al piso por la falta de aire y me arrastre por la calle en busca del mismo.

Mis ojos se abrieron de golpe y pude sentir mi rostro húmedo mientras Paulo me acercaba a su pecho, dándome besos en mi coronilla y frotando sus manos en mis brazos que estaban congelados.

- Paulo.. -murmuré sollozando.

- Te entiendo princesa, tranquila. -susurró en mi oído tranquilizandome.

Lloré en sus brazos dejándome consolar y recordando todos los momentos vividos con María, el sueño había sido un buen recuerdo mezclado con la desgracia que acabó con la vida de mi hermana.

Mis ojos estaban hinchados de tanto llorar y mi cabeza dolía demasiado, ni se puede explicar el dolor en el pecho que estaba sintiendo en ese momento.

- Vamos a calmarnos. -dijo Paulo mientras se levantaba de la cama.

Camino hasta mi lado de la cama y me envolvió en las sábanas para después cargarme en sus brazos mientras yo apoyaba mi cabeza en su pecho. Nos llevo hasta el baño del cuarto y me dejó en el piso para abrazarme por la cintura mientras él comenzaba a llenar la bañera con agua caliente.

Mientras la bañera se llenaba Paulo no se alejó de mi ni un momento, me acariciaba, me besaba y me susurraba cosas dulces para que yo saliera de mi mal momento emocional.

Cuando la bañera estuvo lista él se ocupó de quitarme la sábana para desnudarme y se metió conmigo en la bañera, sentándose detrás de mi y dejándome entre sus piernas. El agua caliente relajó mi cuerpo y los brazos de Paulo me hicieron sentir mejor.

- Me duele verte así.

- Perdón..

- No tenés que pedir perdón, no es algo que puedas controlar y lo sé por experiencia propia.

Voltee para mirarlo y al verle la cara de dormido que tenía se me hizo imposible no reír, parecía un bebé. Paulo tomó la esponja para ponerle un poco de jabón y después pasarla por mis brazos lentamente. Se encargó de hacer lo mismo por el resto de mi cuerpo y lavó mi pelo con cuidado.

Estuvimos unos cuantos minutos de esa forma hasta que el agua comenzó a enfriarse y tuvimos que salir porque era de madrugada. Paulo  envolvió una toalla alrededor de mi cuerpo y me cargó nuevamente en sus brazos después de haberse secado un poco.

Sin saber muy bien el orden de mi armario buscó mi pijama y en cuanto lo encontró se acercó para ponermelo después de haberme secado bien el cuerpo. De mi pelo caían algunas gotitas de agua por lo que le pedí que me acompañará hasta el baño para que yo me secara el pelo.

Entramos al baño y él se sentó sobre la tapa del inodoro mientras yo usaba el secador de pelo, trataba de usarlo bajo para no hacer demasiado ruido. Paulo estaba en boxers y se veía tan bien así que le pediría que andará de esa forma siempre. Usó su celular por unos minutos pero no me preocupaba demasiado porque parecía estar viendo vídeos en YouTube.

Después de haber estado unos minutos en el baño salimos del mismo tomados de la mano y caminamos hasta la cama para finalmente acostarnos abrazados. Mi novio apagó su lámpara y el cuarto quedó a oscuras una vez más. El reloj que estaba sobre su mesita de luz marcaba las 5:23 am.

- No tengas miedo, estoy acá con vos mi amor.

- Te amo Paulo. -susurré mirándolo a los ojos en la oscuridad.

- También te amo. -respondió para después darme un beso.

Me relaje en sus brazos sintiendo la yema de sus dedos acariciar mi piel con dulzura, haciéndome pensar en que era una chica muy afortunada por tenerlo. Poco a poco comencé a relajarme de más hasta finalmente quedarme dormida en sus brazos.

"Si ya no puedo verte más, aún me queda tu sonrisa"

Papá Soltero {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora