cuarenta y ocho

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Lucía

Paulo había decidido no ir a entrenar ese día y realmente aprecie mucho eso, sabía cuanto le importaba su profesión cómo para qué se quedara en casa solamente por mi.

Alicia no estaba en casa porque había salido con unas amigas y también iba a encontrarse con Antonella para ver unas cosas que iban a comprar para su bebé, estaba emocionada por ser abuela una vez más. Por nuestra parte, mi novio había preparado una riquísima pizza de muzzarella que casi nos terminamos comiendonos los dedos.

Cuando terminamos de almorzar lavamos todo lo que habíamos ensuciado y nos fuimos al living para jugar un rato al Fifa ya que Paulo había estado insistiendo, seguramente sabía que iba a ganarme. Ya había jugado varias veces con él y se me hacía bastante difícil marcar goles, era malísima.

Me senté entre sus piernas que estaban abiertas y apoyé mi espalda su pecho, sintiendo cómo acariciaba mi cuello con la punta de su nariz. Cuando el partido comenzó él no volvió a cargosearme y estaba completamente concentrado en el juego, tanto así que me reía de eso y ni siquiera se inmutaba.

Pasaron menos de diez minutos cuando Paulo marcó un gol y lo festejó alzando sus brazos, seguido de un "soy un crack". Yo dejé el joystick sobre la mesita ratonera y lo miré de brazos cruzados, haciéndolo pausar al juego.

- ¿Qué pasa? -preguntó acariciando mi espalda.

- Siempre me ganas, no es divertido para mi. -respondí haciéndolo reír.

- Mi amor, deja de ser una mala perdedora.

- No soy una mala perd..

No pude terminar de hablar ya que se escuchó la puerta de la casa abrirse y a los segundos mi suegra entró con bolsas en sus manos, siendo acompañada por Antonella. Al vernos nos saludaron muy felices y Alicia se sentó en el living con nosotros para mostrarnos lo que había comprado en tiendas para bebés.

Algunas prendas eran para el futuro bebé de Antonella y otras eran para el que yo tendría con Paulo. Si bien todavía por obviedad no sabíamos el sexo de nuestro bebé, mi suegra se había encargado de comprarle ropa de color roja o amarilla.

Mi novio veía cada prenda con cierta emoción y eso me llenaba el alma, Alicia había hecho bien en comprar aquello. Se había adelantado demasiado porque con Paulo no habíamos comprado absolutamente nada, apenas habían pasado unos días desde que había confirmado mi embarazo y mi suegra estaba como loca organizando todo.

- Estábamos pensando con Anto de hacer un baby shower para ambos bebés el mismo día. -contó Alicia mirándome emocionada.

- Podría ser. -respondí de la misma forma.

- ¿Baby shower? Eso no me gusta porque seguramente va a ser sólo para mujeres y me van a excluir siendo el papá, el macho alfa que dejó la semilla.

- ¡Paulo! -grité haciendo reír a Antonella.

- ¿Qué hice ahora?

- El macho alfa que dejó la semilla. -dije imitando su voz.

Alicia y Antonella comenzaron a carcajear al oír mi imitación de Paulo, haciéndolo molestar un poco. Tomé su mano para entrelazarla con la mía y él la besó al instante para después mirarme sonriente.

- ¿Tienen en mente algunos nombres para el bebé? -preguntó Alicia.

- Ma, no seas tan apresurada con todo. -respondió Paulo.

- Si es varón Valentín y si es nena Ana Paula. -dije haciendo que Paulo se diera la vuelta para verme.

- Eeeeh ¿En que momento decidí eso? Aparte Ana Paula Dybala no queda.

- Era un chiste mi amor. -hablé riendo.

- Si es varón Paulo y si es nena Lucía, fin.

- Si es varón Joel.

- ¡Horrible! -se quejó Paulo.

- Si es nena Orianthi.

- Ese me gusta, pero ¿Y si es varón?

- Tienen mucho tiempo para pensarlo, no se apuren. -habló Antonella sonriendo.

Después de eso habíamos quedado en que si era nena se llamaría Orianthi, o por lo menos eso es lo que yo quería, pelearia por ese nombre hasta el final.

Eran casi las cuatro de la tarde y estábamos en la cocina cuando a Paulo se le ocurrió querer salir al patio conmigo para divertirnos un rato en el exterior. Nos abrigamos un poco y salimos de la casa tomados de la mano, casi caminando como unos pingüinos.

Él se sentó en una de las sillas de jardín que había en el patio y me señaló sus piernas para que me sentará sobre las mismas, abrazandome por la cintura y pegandome a su cuerpo para brindarnos calor. Su frente estaba apoyada en mi hombro derecho y sus manos frotaban mis brazos dulcemente por encima de mi abrigo.

Permanecimos callados y quietos hasta que Paulo giró mi cuerpo para ponerme de costado, arruyandome contra su pecho como si fuera un bebé. Lo miré sonriendo y él rozó nuestras narices antes de besarme con lentitud, haciéndome sentir como si fuera la primera vez que sentía sus labios. Tan dulces, tan suaves y tan acogedores. Al besarlo podía viajar a cualquier parte o lugar del mundo, me sentía en el cielo.

Cuando nos separamos los dos nos miramos a los ojos mutuamente mientras él corría mi pelo hacía atrás y comenzaba a acariciar mi mejilla con la yema de su dedo pulgar.

- Martín va a volver. -dijo mirándome fijamente como si supiera en que estaba pensando en aquello.

- Lo extraño.. -susurré jugando con mis manos.

- Yo también mi amor.

No volvimos a hablar del tema y permanecimos mirando el cielo que estaba completamente gris hasta que Paulo movió sus piernas, simulando que yo iba a caer. Al instante le di un manotazo en el hombro y él comenzó a reír.

- ¿Te casarias conmigo algún día? -preguntó sorprendiendome.

- Obvio que si, no dudaria ni un segundo en aceptar. -respondí haciéndolo sonreír.

Me besó una vez más mientras el frío me hacía temblar en sus brazos y él me abrazó con fuerza sin dejar de besarme, no se alejó ni un centímetro. Sus manos estaban frías al igual que las mías ya que no nos habíamos puesto guantes o algo por el estilo, por suerte no estaba nevando.

Decidimos entrar porque había comenzado a hacer más frío del que ya hacía hace unos minutos y nos quitamos los abrigos al estar dentro de la casa para después caminar hasta el living, encontrándonos con cierta personita.

Papá Soltero {Paulo Dybala} Onde histórias criam vida. Descubra agora