sesenta y cuatro

7.1K 328 31
                                    

Lucía

El tiempo ahí se había pasado rapidísimo, creo que nunca la había pasado tan bien y me sentía eternamente agradecida por tener un novio cómo Paulo. Siempre buscaba la forma de hacerme sentir bien, de hacerme disfrutar de mi embarazo y no hacerme sentir menos que los demás.

Al día siguiente de haber subido en aquella aerosilla, yo desperté sintiendo la alarma de mi celular sonar en la mesita de noche y la apagué cómo pude, estirando mi mano. Demasiado soñolienta me moví en la cama y giré para quedar cara a cara con Paulo. Él dormía plácidamente, su respiración era tranquila y parecía un ángel, estaba segura de que ni siquiera había escuchado la alarma.

- Amor.. nos tenemos que levantar para irnos. -dije mientras acariciaba su mejilla.

No recibí ninguna respuesta, ni siquiera movió el cuerpo o pestañeo. Me destapé para sentarme en la cama y su cuerpo quedó al descubierto, viendo cómo dormía solamente en boxer. Aproveché ese momento para tomar impulso con mi brazo y darle la nalgada de su vida.

Al instante se despertó y yo comencé a reír mientras veía cómo se sobaba la nalga en la que le había pegado, quejándose en voz baja por el hormigueo en la piel.

- Este culito ya está pedido, no lo maltrates. -dijo con la voz ronca y sin despegar la cara de la almohada.

- ¿Pedido por quién? -pregunté haciéndome la enojada.

- Por vos, obvio mi amor. -respondió dándose la vuelta y mirándome con los ojos chinitos.

- ¿Mi amol? -pregunté haciendole burla.

Él no dijo nada, simplemente me tomó de la cintura y me sentó sobre su cuerpo para después besarme dulcemente. Sus manos estaban en mi cintura y poco a poco comenzaron a meterse debajo de la remera que yo usaba cómo pijama, podía sentir que se había despertado demasiado contento.

- Amor.. -dije entre besos y caricias.- nos tenemos que ir.

De mala gana bufó y se separó de mis labios pero no me bajó de su cuerpo, se quedó mirándome fijamente a los ojos desde su lugar en la cama. Estuvimos dándonos mimos unos minutitos más hasta que nos dimos cuenta de que había pasado casi media hora y ya teníamos que levantarnos para irnos si o si.

Hicimos nuestra rutina diaria un poco apurados, Paulo se encargó de limpiar lo que había dejado sucio en la cocina la noche anterior mientras yo guardaba toda nuestra ropa y pertenencias en las valijas. Mientras hacía eso vi el anillo que traía puesto en uno de los dedos de mi mamá y no pude evitar sonreír al saber que pronto me casaría, cabe decir que también estaba nerviosa.

Estaba nerviosa porque le tenía miedo a la opinión de la gente, de los seguidores de Paulo o incluso la de mi propia familia. Me había embarazado a los pocos meses de conocernos y para algunas personas eso era totalmente estúpido, una inmadurez que tuvimos y hasta algunos pensaban que yo hacía todo eso para quedarme con todo lo que él tenía. Si tan sólo supieran que yo no estoy con él por eso.

Tenía miedo de que después de casarnos él conociera a alguien más y me dejará, que tengamos que cuidar de nuestro hijo por separado. Que tenga que superar todo lo que estamos viviendo cómo si fuera insignificante para mi. Tenía miedo, mucho miedo.

De repente Paulo asomó su cabeza por la puerta del cuarto sonriendo y después se acercó hasta dónde yo estaba para besar mis labios dulcemente. Yo seguía un poco adormilada porque era la más perezosa de la casa y ni en otra cama podía sacar esa costumbre de mi.

Cuando terminamos de guardar todo en las valijas, subimos las mismas al baúl del auto y nos aseguramos de haber dejado todo en orden dentro de la cabaña. Salimos tomados de la mano y antes de que nos acercaramos al auto, él me tomó del brazo para hacerme girar y besarme. Nos quedamos abrazados por unos pocos minutos, mirando el hermoso paisaje del que habíamos disfrutado el tiempo que estuvimos ahí y de repente Paulo me cargó en sus brazos.

- Mi amor ¿No tendrás mellizos ahí? -preguntó Paulo mirándome con seriedad.

- ¿Por qué pensas eso? -pregunté confundida.

- Porque pesas una tonelada, mi vida.

- Bajame.

- ¿Te enojas..

- No. -respondi sin siquiera dejarlo terminar la pregunta.

Él no dijo nada, se quedó pensativo mientras todavía me cargaba en sus brazos y después de unos segundos me bajó lentamente. Iba a subirme al auto pero nuevamente tironeo de mi brazo para que lo mirará, mis manos quedaron en su cintura y las suyas en mis mejillas. Me miraba fijamente a los ojos y acaricia mis mejillas con sus dedos, de un segundo a otro él ya me estaba besando una vez más. En ese momento me di cuenta de que no podía estar enojada con él.

Antes de separarse por completo de mi, depositó pequeños besos en mis labios y después me abrazó, pegandome a su pecho mientras me acariciaba la espalda por encima de mi gran abrigo. El sol recién había comenzado a salir y el cielo se veía realmente hermoso.

Paulo me acompaño a subir al auto cómo siempre y después cerró la puerta, siendo todo un caballero. Cuando él subió al auto nos abrochamos los cinturones y nos pusimos en marcha para volver a casa. Íbamos en total silencio y eso me estaba dando muchísimo sueño así que prendí la radio para que sonará un poco de música.

Por casualidades de la vida estaban pasando Perfect de Ed Sheeran y al instante Paulo volteó a verme con una sonrisa en el rostro. Yo iba tarareando la canción y él igual, yo no la cantaba por vergüenza y Paulo no lo hacía porque no sabía inglés. El cavernícola  le decía.

Cuando tenía oportunidad acariciaba mi mano con dulzura y después se alejaba para seguir manejando. Iba mirando los pinos que habían al costado de la carretera cuando un camión nos pasó por el lado y de repente el auto comenzó a moverse para los costados. Paulo intentaba tener el control del auto pero simplemente no podía, por el parabrisas no se veía nada y él trataba de adivinar dónde estábamos.

Y de la nada mi vista quedó en negro.

Papá Soltero {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora