treinta y siete

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Paulo

No entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando, no creo que Antonella haya ido a mi casa por mi porque le había dejado muy en claro que no quería verla pero entonces no entendía que hacía ahí.

- ¿Qué haces acá? -pregunté mirando a Antonella.

- No vine por vos. -respondió sobervia y haciéndome poner los pelos de punta.

- Claramente no, no hubieras cruzado por esa puerta.

- No la trates así. -habló Mariano mientras miraba el piso.

- La trato como se me canta el orto porque es mi casa y si quiero la saco a patadas.

- Calmate amor. -murmuró Lucía parandose a mi lado y agarrando mi brazo.

- Anda Antonella, yo hablo con él. -dijo mi hermano y ella asintió.

Ambos se levantaron del sillón y Mariano la acompañó hasta la puerta de la casa con su mano apoyada en la espalda de Antonella, quién antes de salir de la casa besó a mi hermano con claras intenciones de que me moleste y lo había logrado.

- Paulo..

- No me digas nada Mariano, ya entendí todo.

Me aleje de él para comenzar a subir las escaleras con furia mientras sentía como Lucía me seguía hasta que llegamos a mi cuarto y le cerré la puerta en la cara, quería estar solo. Mi cabeza iba a explotar y todo comenzaba a tener sentido para mi, por eso estaba pegado todo el día al celular y ocultaba con quién hablaba.

Lo primero que opté por hacer fue dormir un rato para descansar de todo, dormí tanto que no almorcé y ni siquiera había vuelto a ver a Lucía, sólo podía escucharla reír con mamá en la planta baja. La extrañaba pero mi cabeza estaba hecha un lío y necesitaba pensar demasiadas cosas. 

Cuando desperté decidí llamar a Gonzalo para arreglar alguna salida con los chicos y despejarme un poco de todos los problemas. Me preparé para salir y espere un rato hasta que mis amigos me avisaran cuando salían ellos.

Terminamos arreglando con los chicos el salir a comer por ahí y después ir directamente a algún boliche de la ciudad así que me pegué una ducha para después vestirme  bien, había que admitir que lo que usaba siempre me quedaba bien.

Me perfume un poco y después saqué una campera de cuero del armario para ponermela mientras me miraba en el espejo. Bajé las escaleras y al llegar al living ignore a todos los que se me acercaban, incluyendo a Lucía.

- Amor ¿a dónde vas? -preguntó confundida mientras cargaba a Martín en sus brazos.

Salí de la casa sin darles explicaciones a nadie y me subí al auto para comenzar a manejar hasta dónde los chicos habían acordado que nos juntariamos. Llegué después de un par de minutos y estacione enfrente del lugar citado.

En la puerta del gran restaurante me encontré al Pipa y a Douglas, quiénes me saludaron para después preguntarme que había pasado pero yo preferí no decirles y pasar la noche sin hablar de eso. Adentro estaban los demás sentados en una larga mesa que había sido reservada sólo para nosotros y me senté al lado del Pipa que era el único que sabía lo que había pasado.

Cenamos algo que no tenía idea de que era pero de igual forma me comi todo lo que había en el plato y los chicos se burlaban de eso, pero ellos no sabían que no había comido nada al mediodía para no cruzarme con nadie en casa.

Después de haber cenado en aquel fino restaurante, dividimos la cuenta para pagarla entre todos y luego salir del lugar. Tardamos unos cuantos minutos en llegar a la discoteca dónde íbamos a pasar el resto de la noche y en la entrada nos topamos con unas chicas que nos miraban con cierto deseo, ya empezaba a extrañar a Lucía.

- Creo que voy a volver a mi casa, no me siento bien. -murmuré hablando con el Pipa y él asintió siendo comprensivo.

- Si pasa algo me avisas ¿si? -preguntó poniendo una de sus manos en mi hombro y me obligó a mirarlo.

- Si, nos vemos.

Me despedí de todos mis amigos y algunos no entendían por qué quería irme pero supongo que él Pipa iba a contarles después, así que no me preocupé en hablar con ellos de lo que había pasado.

Comencé a manejar hasta casa en un silencio que era un poco aburrido/depresivo y tomé mi celular para marcar el número de Lucía, quién atendió apenas le sonó el celular.

- Mi amor ¿dónde estás?

- Voy para casa, esperame con muchas ganas de mimarme. -dije haciéndola reír y pude escuchar como Martín gritaba de fondo.

- Está bien ¿me traes helado? se me antoja.

- Bueno, nos vemos.

- Nos vemos, te amo.

- Te amo.

Como lo había dicho, antes de llegar a casa pasé por una heladería y le compré a mi novia un bote de helado familiar del más grande, esperaba que le durará por un par de días para no tener que volver a comprar una vez más.

Maneje hasta casa y después de varios minutos finalmente llegué, estacione el auto en el garage ya que seguía nevando y luego bajé del mismo con el helado en mano. Toqué la puerta varias veces hasta que Lucía abrió y sonreí al verla con un pijama algo particular, tenía unicornios en él. No era ninguna nueva noticia que mi novia era la persona más tierna y adorable del mundo.

Al verme me abrazo para después besarme y al separarnos me arrebató la bolsa de mis manos, llevandosela hasta el living y poniendo el gran bote de helado sobre la mesa ratonera. Supuse que Mariano y mamá ya se habían llevado a dormir a Martín porque no estaba por ahí y aparte era pasada la medianoche.

- Lucía..

- ¿Qué pasa? -preguntó dándose la vuelta para mirarme.

- Perdón por haberte ignorado, soy un tarado.

- No te preocupes por eso, lo entiendo.

Ella me sonrió al terminar de decir aquello y se fue hasta la cocina a buscar unas cucharas para tomar el helado mientras yo buscaba una película para ver. Iba a ser una larga noche..

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Estoy bastante triste por lo que le pasó a Paulo y lo único que quiero es tenerlo conmigo para sanarle el corazón (también sanar el mío). Un sábado demasiado sad.

Papá Soltero {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora