Capítulo 2

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Llegaba la mañana de jueves, y pues, un día como cualquier otro. Una ducha, un café y a trabajar.

Había dejado varias cosas inconclusas el día anterior, así que decidí llegar al trabajo un poco más temprano.

El centro comercial en el que se ubicaba la oficina de mi trabajo estaba muerto a esas horas de la mañana, no había ni un alma, y la verdad es que me encantaría que siempre fuese así. Parece mentira, aunque en mi pueblo no hay muchos habitantes, era casi como si todos los que hay, se reunieran en el centro comercial y, además, todos los pueblos vecinos recurrieran al mismo tiempo a él, ya que después del mediodía, los pasillos estaban a reventar, cosa que me estresaba bastante, pero bueno, ya he aprendido a lidiar y trabajar con ese asunto y bajo esas circunstancias.

Ese mismo día, tenía tanto, pero tanto trabajo, que no sabía ni por dónde empezar, me correspondía viajar hasta Petrovia, un pueblo bastante lejano al mío, a tomar unas cuantas fotografías para la edición del siguiente domingo, era muchísima presión y me encontraba muy a destiempo, pero una visita un tanto fuera de lo común se hizo presente.

-¿Tienes un momento, hombre de negocios? ­ -preguntó una voz que asomó por encima de unos libros apilados sobre mi escritorio.

-¡Dios mío! ¿Mel? ¿Qué haces aquí? -le pregunté exaltado.

Aun cuando su rostro siempre irradiaba felicidad, esta vez se veía un poco decaída y apagada.

-Estaba ocupándome de algunos asuntos por acá y pasaba a saludarte -respondió-. ¿Cómo te está yendo?

No terminaba de convencerme con esas palabras, algo andaba mal, puesto a que entre más hablaba, más decaía su tono de voz y más agachaba su mirada.

-Todo va de maravilla Mel, apurado y sudando, pero aquí vamos. -le respondí -. ¿Está todo bien?

Le pregunté en busca del misterio que reflejaba su rostro.

-¡Qué bien, Alex! Y pues mira, ¿Qué tal si en cuanto tengas tiempo, te pasas por mi tienda y hablamos un momento? Hay algo que debo decirte pronto -replicó.

Dato curioso acerca de mí... detesto que me dejen a la merced del suspenso.

-¡Oh! Pues claro que iré, lo más pronto posible Mel. ¿De qué se trata? -pregunté en búsqueda de pistas.

Bajó la mirada hacia su teléfono celular y me volvió a ver un tanto alterada.

-Te contaré a detalle en cuanto llegues, ¿de acuerdo? ¡Nos vemos! -se despidió apresurada.

-Pues perfecto, adiós, ¡que te vaya bien! -le respondí mientras se alejaba.

Mel no pudo haber hecho algo peor a lo que hizo, llenarme de incertidumbre en un día repleto de trabajo, sudor, carreras, presión, estrés, y todo lo malo que se pueda uno imaginar tener en un día de trabajo.

Ahora tenía un dilema, usar la tarde para hablar con Mel, o viajar a Petrovia a tomar las fotografías. Pero bueno, después de todo, debía ser responsable con mis encargos y decidí viajar por mi tarea pendiente.

Maldito sea el momento en que lo hice y pronto me arrepentiría...

Fueron 6 horas de tortura las que viví después de la visita de Mel. Para empezar, el chófer del autobús directo que me llevaría hasta mi destino decidió que el vehículo estaba muy lleno como para montar más pasajeros, aun cuando se podía ver claramente la gran cantidad de espacios disponibles en el mismo.

Caminos de Luz y TintaWhere stories live. Discover now