Capítulo 3

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Al llegar a mi pueblo, ya había olvidado completamente el hecho de que había una mujer esperándome para poder contarme algo importante.

Llegué tan cansado que, no podía pensar más que en que jamás podría descansar tranquilo, ya que, al día siguiente de nuevo debía llegar más temprano de lo normal al trabajo. Todas las fotografías que había tomado durante el día debían recibir su respectiva posproducción. Tenía que retocar cada una de ellas con el estilo acostumbrado en la revista y, además, debía agregar descripciones detalladas a cada una para realizar un trabajo verdaderamente bien hecho.

A la mañana siguiente, no me di cuenta en qué momento sucedió, pero aparecí en la alfombra de mi sala sin motivo alguno, tirado ahí sin más, ¿En serio estaba tan cansado?

Rápidamente, me levanté y puse en marcha mi rutina diaria, tomé una ducha y con una taza de café en mano preparé mi maletín de todos los días, y al acabar la bebida me marché directo a la oficina.

Como ya tenía el leve presentimiento, el día estaría completamente de locos. Papeles volando por todas partes, compañeros gritándose entre sí, los editores quejándose de secciones faltantes... esto último, era en parte culpa mía, pues aún algunas fotografías no estaban listas. Creo que nunca en mi historia trabajando en ese lugar, había experimentado tanta tensión y presión sobre mí, estaba a punto de correr gritando como niño y llorar en un rincón de cualquier sitio, menos de ahí.

A costos y penas, la revista quedó terminada el propio viernes, ninguno de los empleados logramos entender como fue posible, era todo un milagro. Es decir, aún quedaban detalles por afinar, pero los compañeros que trabajan sábados se encargarían.

Había sido un día tan atareado, que, estoy seguro qué, ninguno de nosotros tuvo tiempo de pensar en otra cosa, y esto implica que olvidé por completo a Mel y su noticia importante.

En la hora de salida, me esperé a tomar el autobús que me lleva cerca de mi casa, cosa que nunca hacía, me encanta caminar. La mayoría de los empleados de la revista, esperan el autobús al salir, yo decidí hacerlo por primera vez. En lo que el autobús llegaba, me puse a conversar con mi compañero Juan José, o cariñosamente llamado "Tato", y yo estaba realmente sorprendido por el aura de paz y tranquilidad que tenía este hombre.

-Te ves demasiado tranquilo como para haber estado en la oficina hoy, ¿cómo lo haces? -le pregunté.

-¡Hola Alex! -respondió-. Pues sí, fue un día descabellado y por poco muero en el intento, pero, no es nada que una buena lectura no pueda arreglar.

Efectivamente, Tato tenía en sus manos un pequeño libro que parecía inspirar a todo aquel que lo leyera, iluminaba su cara en una escena casi de película.

-¿Un libro? -repliqué asombrado -. ¿En serio un libro te quita el estrés?

-Ya me ves, todo es mejor con unas cuantas palabras escritas que mejoren tu humor cada que lo necesites. -respondió con una enorme sonrisa.

Ya con esto, todo el viaje a casa analicé si realmente debería apegarme al hábito de la lectura, que se veía realmente mágica e influyente en mi amigo Tato.

Sin dudarlo, al llegar a la parada de autobús en la que debía bajarme, desvié mi camino y me dirigí a la librería "Francis Books", a unos cien metros de mi apartamento. Le tomé la palabra a Tato y me embarqué en la búsqueda de un buen libro, estuve cerca de quince minutos rondando los pasillos del lugar hasta que uno de los empleados se dirigió a ayudarme.

Caminos de Luz y TintaWhere stories live. Discover now