Capítulo 8: Bienvenida Seas

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No era Mel, y de eso estuve seguro desde la primera palabra pronunciada. Era mujer, y la verdad su voz se me hacía muy familiar, sin embargo, con el anonimato de su mensaje, se me hacia muy difícil concluir quién era la autora.

Yo no conocía a mucha gente y de mujeres tal vez dos o tres compañeras de trabajo, de las cuales tenía buena relación con una sola, Amber, pero en este caso definitivamente no era ella.

Después de estar pensando un rato y de repetir una y otra vez el mensaje, al fin pude descubrir quién era.

Marthia, la cuidadora de aquella anciana de Petrovia. Había olvidado por completo a aquella chica, incluso hasta llegué a dudar de por qué ella tenía mi número telefónico. Luego de unos minutos recordé aquel día en que nos conocimos, y todo tuvo sentido de nuevo.

Le devolví la llamada esperando que saltara la contestadora, pero ella misma contestó después de unos cuatro timbres, y no estaba preparado.

—¿Bueno? —contestó abruptamente.

—Uh... ¡Oh! ¡Hola! ¿Marthia? Soy Alexandro, el fotógrafo, de Verleda —le dije precipitadamente.

—¡Oh! Alex, por supuesto que sé quién eres —dijo ella—. ¿Qué tal todo?

Mantuvimos una conversación de al menos cinco minutos antes de tratar el tema del mensaje de voz, minutos en lo cuáles no hablamos de nada importante.

—¿Recibiste mi mensaje? —preguntó—. ¿Qué opinas?

—Pues claro que acepto, hace muchísimo no nos vemos —le respondí.

Aun estando tan lejos el uno del otro, logramos cuadrar una cita el sábado siguiente a cuando estuvimos charlando. Quedamos de vernos en el "Zeta Café", una cafetería muy conocida en la región, ubicada en una ciudad intermedia llamada Gardenia.

Recuerdo haber despertado ese sábado sin ganas de salir a ningún lado. Pero bueno, un compromiso era un compromiso, y debía salir con Marthia ese día.

No era que ya había superado a Mel, ni la había dejado atrás, sin embargo, uno de tantos días en que me lamentaba el haberla perdido de mi vista, me puse a pensar en que quizá ella estaba llevando una vida mejor lejos de Verleda y que si realmente yo tuviera relevancia alguna para ella, ya me habría hecho por lo menos una llamada.

Era tiempo de moverme, seguir adelante y dejar de lamentarme, ampliar mi panorama y levantarla vista a un destino distinto. Empecé a salir con Marthia.

Caminos de Luz y TintaWhere stories live. Discover now