La letanía del vago lamento

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Lágrimas rasgan las paredes de mi casa,
y el miedo llama a la puerta, vencido,
y me espera con un puñal, y una flor gris;
una carta bajo la lluvia
y el disfraz de poeta recién casado
que más bien parece un enfermo neurótico.

¿Qué haces aquí, Juan Ramón?
Se calla y me contempla,
y suspira y se acongoja y llora Platero,
y sus ojos azabache estallan de dolor y rabia
y se convierte, de nuevo, en hombre.

Pronto se desvanece el miedo,
ahogado por la lluvia y el rubor de la aurora;
y salen de las flores Lorca y Machado,
y me esperan con la muerte,
unos gitanos grises; un río de agua gris.

Las nubes, escandalizadas, llueven truenos,
y la nieve cae a peso como plomo;
el fuego brota de entre las algas del mar,
y mi corazón, preso de la letanía de un recuerdo,
deja de latir de un momento para otro.

Vago lamento, marchito y confuso,
complejo, hastiado y depresivo.
Abandóname, o mátame, o simplemente hazme.
Pero no conviertas mi último instante de vida
en el más largo antes de la dulce muerte.

En clave de poesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora