Capitulo 8.

5.3K 330 3
                                    


Desperté dos horas antes de lo acostumbrado por lo que aproveche el tiempo preparando el desayuno para Jazmyn y para mí. Lo mío me lo comí en cuanto estuvo y su parte se lo guardé para cuando despertara.

En casa se levantan temprano, mi familia es propietaria de un rancho y están acostumbrados a la vida del campo. Dormise cuando la noche recién aparece y levantarse temprano que cualquier otra persona con razonamiento lo haria.

Quería hablar con mamá, necesitaba uno de esos abrazos que solía darme cada vez que me caía del caballo cuando era apenas una niña o tal vez una de las regañadas que me daba por no apurarme lavando el establo.

La necesitaba a ella.

Una vez que termine de dejar limpia la cocina, volví a mi cuarto, mientras decidía si hablarle a mi madre y contarle a ella la situación que estaba pasando, entre al baño para darme una ducha. Aunque a muchos les parezca una locura, el agua ayuda en algo más que el aseo, refresca la mente cuando estás demasiado agotada.

--Hola, cariño. Pensaba cuando más tardarás en volver a darle a tus padres una llamada.--dijo mi madre al tan solo descolgar el celular.

--Mamá.--respondí sonriendo.
--De hecho estoy sorprendida por no haber esperado veinte tonos antes de que respondieras.

--Vaya exageración, esa parte tuya si la sacaste de tu padre.

--Y de ti. ¿Cómo has estado?

--Bien, Max nos enseñó una foto tuya que subiste a Feimbun, te ves muy linda. Siempre estamos pendientes.

--Si, a veces hablo con él por Feimbun.--Objete, usando la misma palabra para burlarme de ella.

--¿Has estado bien, hija?

--Si, mamá. Trabajando y ganandome la vida por estos lados.

--Es lo que tú querías, sabes que está será siempre tu casa y nada va a faltarte por si alguna vez quieres regresar.

--Voy a ir a verlos pronto.

--No me refería a una visita Taylor, esas nunca han faltado.

Me mantuve callada sin saber que decirle, mis ojos viajaron por todo el cuarto pensando en como empezar la conversación por la cual la llamé.

--¿Qué edad tenías cuando supiste que estabas embarazada de mi, mamá?

Ella suspiró antes de responder.

--¿Cuando salí embarazada de ti? Déjame pensar....acababa de juntarme con tu padre e iba a cumplir 17 años, no, tenía 17 en ese entonces, porque tú naciste dos meses después de que cumplí los 18.

--¿Siendo tan joven, mamá? ¿Me odiaste alguna vez porque iba a arruinar tu vida?

--No cariño. Jamás te tomé como un error, incluso cuando sabes la situación en la que nos encontrábamos con tu padre.

--¿La abuela lo supo? ¿Supo que estabas embarazada de mi?

--Ella se enteró de que existías hasta el día en el que vino a casa para disculparse con tu padre y conmigo. Tenías dos años para ese entonces, no creo que lo recuerdes, pero ella ese día fue quien te llevo a comprar el tiro al blanco.

--¿Ella compró el tiro al blanco?

--Si, por eso le afecto tanto que lo hubieras prestado esa noche.

Cerré los ojos aún sosteniendo el teléfono en mi mano, recuerdos vagos de esa noche volvieron a mí memoria. No quería recordar.

--Mamá.--pronuncie para desviar la conversación.--¿Una mujer puede realmente sacar a un hijo adelante por ella misma?

--¿Que clase de pregunta es esa, Taylor? Claro que puede. También un hombre puede sacar sólo a sus hijos adelante.

--¿A ellos nunca les hace falta su padre o su madre?

--¿Por qué me estás preguntas estas cosas?

--Quiero saber si hay consecuencias, yo no podría imaginar mi infancia sin mis dos padres. Tú me enseñabas a hacer cosas que una mujer haria, papá me enseñaba a como ser fuerte como él y aún así me cuidaba.

--Un niño que nunca tiene a su padre, casi nunca lo extraña. No puedes extrañar algo que nunca tuviste.

Sin poder controlarlo más, se me escapó un sollozo y junto a él un par de lágrimas que rápidamente limpié.

--No quiero que crezca sin el amor de un padre, mamá.

--Cariño, ¿estas llorando? ¿que va mal?

--Yo....

--Taylor, dime qué es lo que está mal.

--¿Recuerdas cuando era pequeña y dibujaba como me gustaría que fuera mi familia? Siempre ponía a mis hijos tomando la mano de su padre.

--Si, lo hacías. Y el siempre era un hombre guapetón y llenó de músculos. También recuerdo que le decías a tu padre que ningún hombre iba a ser lo suficiente guapo para superarlo, ni siquiera esos pelos amarillos que dibujabas.

--¡Eran castaños! --corregi, soltando inevitablemente una risita. Recordando aquellos tiempos llenos de sueños, ni siquiera ya grande dejo de soñar y desear para mí lo mejor. Lastimosamente, no eran más que eso; sueños.

--Al menos hice que tú voz se iluminará un poco, escucharte toda apagada hace doler mi corazón.

--Estoy triste, mamá. He hecho cosas de las que debería arrepentirme y me han dejado consecuencias.--solté una risa seca.--¿Sabes que es aún más triste? Que no me arrepiento. Y estoy segura de que si el tiempo se pudiera repetir y me dan la oportunidad de hacerlo nuevamente, lo habría hecho.

--¿Que es eso tan malo que puede ponerte triste?.--a pesar de que la voz de mi madre fue cálida, pude notar la ola de preocupación en ella.

--Estoy embarazada.

Ahí está, lo había dicho.

Sentí una liberación muy grande en cuanto esas palabras salieron de mi boca. Todo el peso, la culpa, y las malas emociones que había tenido desde que me dieron la noticia se habían despojado de mi cuerpo.

--¿Mamá?--traté de llamar su atención cuando paso demasiado tiempo sin que dijera algo. Pero cuando respondí, supe porque había tardado tanto.

--Dilo otra vez, quiero que tu padre lo escuché.

--Mamá....

--¿Es mi cosita de felpa?-- oí a mi padre preguntarle.--¿Que es lo que tengo que saber, peluchito?

No puedo hacer esto. No ahora.

--No es nada, papá. ¿Cómo has estado? ¿Cuidas bien de mi caballo?

--Le doy el mejor cuidado que alguien podría darle jamás.

--Ella está embarazada.--quise cortar la llamada cuando escuché a mi madre revelar mi secreto. El secreto que fue secreto durante un día.

--¿Que?.--la voz de mi padre sonaba alejada, hasta que se acercó nuevamente.--¿Eso es verdad, peluchito?

Carraspeé, para que mis palabras sonarán seguras.

--Si, papá.

--La otra noche tuve un sueño de que sería abuelo, le recé al señor para que fuera dentro de mucho tiempo pero al parecer el tenía otros planes. Y sus palabras siempre son perfectos. Felicidades, peluchito.

--Gracias.--exprese insegura, pero feliz porque al menos no me habían juzgado.

--Vas a salir adelante, cariño.
--esta vez fue mi madre quien hablo.--Todo obra para bien.

Una vez que corte la llamada me sentí más tranquila. Posiblemente no estaba anhelando estar en esta situación pero es la realidad que estoy viviendo. Y como bien dicen; no hay tormenta que dure mil años, ni días buenos que nunca terminen.

Seré capaz de sobrellevar está situación.

Bajo las sábanas; Nick Bateman, Taylor Hill Where stories live. Discover now