Capitulo 30

4.1K 266 2
                                    


Fue la caliente luz solar que impactaba en nuestros cuerpos lo que nos hizo despertarnos por la mañana. Anoche después de el toque profundo de nuestros cuerpos habíamos caído en un solo sueño que nos hizo olvidar por completo adonde era que estábamos parados.

Juntamos nuestra ropa y la colocamos nuevamente en donde pertenecían. Le di una sonrisa traviesa a Nick porque aunque la terraza solo se habría por las noches, las dos plantas que quedaban debajo de nosotros ya debían estar abiertas en el restaurante.

—¿Me veo bien? —le pregunté.

—Guapa, como siempre.

—Me refería a que si no es demasiado clara la prueba de lo que estuvimos haciendo durante la noche anterior.

—Ven aquí —hice caso a su petición y me acerqué a él. Su movimiento fue enredar sus dedos en mi cabello a modo de peinarlo—. Listo, por fortuna tu cabello es lacio y puede arreglarse fácilmente.

—Gracias.

Recogimos la manta que usamos para hacer la velada como un picnic y los trates sucios que habían quedado. Había un basurero cerca y en el echamos todos los residuos dejando el lugar como que si nadie hubiera estado ahí, completamente limpio.

Nick tomó mi mano e hizo a nuestros dedos entrelazarse antes de que bajaramos de la terraza. Efectivamente el restaurante ya había abierto y aunque no era una congestión grande de personas, estaba lleno.

—¿Nos quedamos a desayunar? —preguntó Nick señalando con su vista a las mesas del restaurante.

—No nos hemos cepillado.

—¿Y? Nadie aparte de mí sabrá ese dato. Aparte, no somos las únicas personas que alguna vez han desayunado sin lavarse los dientes.

Finalmente terminé accediendo porque él tenía razón, y la razón más importante, tenía hambre.

Por las mañanas ese lugar tenía para disposición de los clientes la zona de bufet, donde solamente se pagaba el plato y nosotros podríamos agarrar lo que sea que estuviera en la barra. Mientras Nick fue a pagar yo me quedé preparando nuestros platos.

Elegí comida suave, panqueques con leche para Nick y para mí. No me había tomado la molestia de ver la hora pero ya estaba por acercarse la hora del almuerzo, en el bufet estaban anexando cosas más fuertes como arroz o carnes.

—Puse miel y mantequilla, para que le eches del que más te guste —le dije a Nick cuando se sentó junto a mí en la mesa.

—¿Por qué elegiste panqueques?

—Ya casi es hora del almuerzo.

—Son las diez. Iremos a bañarnos al hotel y luego quiero llevarte a un río que es bastante rico para pasar la tarde antes de irnos.

—No traje ropa de baño.

—Te dije que metieras de todo un poco, amor. Me gustan muchos lugares de aquí y para ser honesto no tenía un lugar en específico para llevarte, simplemente puse todos y fui eligiendo al azar.

—Este restaurante estuvo muy bonito ayer por la noche.

—¿Sí? Es bueno escuchar eso. Fue la razón más grande por la que cambie de ciudad, aparte de que no quería estar en los mismos lugares que con facilidad podemos acceder más adelante.

Terminamos de desayunar y nos pusimos en marcha hasta el hotel, donde teníamos pagada una noche y no utilizamos.

La habitación estaba arreglada una vez que entramos y sobre las sábanas perfectamente alineadas había una caja. Mi mirada encontró la de Justin en busca de una explicación, porque estoy completamente segura de que no habíamos dejado eso ayer cuando nos fuimos a nuestra cena.

—Es un regalo —respondió encogiendose de hombros.

—¿De quién?

—Mío. Puedes ir a verlo si quieres, en vez de estar simplemente parada con esa mirada acusadora.

Sin dar una respuesta, caminé hasta la cama y tomé la caja entre mis manos. Mirando a Nick y a ella, repetidas veces. ¿Qué sería?

Con las manos temblorosas por un motivo que no sabría reconocer abrí la caja y cuando pude dar con lo que esta contenía me sentí mareada. Inconscientemente solté la caja como que si fuera algo que contenía la peor sarna existente en el mundo.

Respiré tratando de calmarme.

No era tan malo.

Nick se acercó a mí, primero colocó la caja bien para que lo que estaba en su interior no fuera a caerse y después me tocó la mano. Justo como había hecho con la caja, me alejé rápidamente de él.

—No puedo. No puedo —murmuré en una voz bastante baja—. Dios, no puedo Nick. Solo... perdón.

—¿No puedes qué? ¿Por qué te disculpas?

—Eso —señalé a la caja—. ¿Por qué de todas las cosas que podrías darme en el mundo sería un anillo? Estas yendo demasiado rápido, yo... no. Solo no puedo, no tan rápido, no ahora.

—No es tan malo.

—¡Lo es! ¡Muy malo! Hay cosas que no sabes y vienes a traerme un anillo —me reí, porque era lo único que pude hacer en ese momento—. ¿No es irónico?

—No estoy entendiendo nada, amor. Solo déjame explicarte el porqué de eso, no es...

Quién tendría que estar dando explicaciones a estas alturas soy yo. Él intenta hacer las cosas bien dándome citas, palabras dulces, contándome lo más que puede de su vida. ¿Y yo que hago? Ocultarle cosas.

Ocultarle que será padre sobre todo.

Y él viene a dejar una caja que dentro de ella lleva un anillo en la cama de hotel, justo después de confesarme que mi secreto es lo que él quiere.

Por alguna razón me siento enferma. Nick nunca fue merecedor de que yo le omita tal información. Porque ni siquiera soy capaz de admitir que le oculté las cosas con tanta felicidad, lo considero como información omitida. Y todavía tuve la cara de verlo a diario como que si entre nosotros las cosas siempre fueron bien, como que nunca supe que teníamos un ser que dentro de seis meses tendríamos junto a nosotros en este mundo.

Eché un vistazo en la caja otra vez. Era un anillo precioso, dorado con una N forrada con perlas.

Cerré mis ojos cuando sentí el líquido caliente de las lágrimas que comenzaba a caer en mi rostro. Quería pararlo pero no me fue tan fácil. Y viendo la cara de preocupación que Nick tuvo me hizo sentir incluso más culpable.

—Olvidemos eso, ¿sí? —dijo él nervioso, rascando su nunca—. Es solo un anillo que compré para...

Necesitaba que se callara y quería que por fin supiera la verdad. Así que finalmente dije en voz alta aquellas palabras que no puede soltar antes para que las cosas ahora fuera diferentes.

—Estoy embarazada.

Bajo las sábanas; Nick Bateman, Taylor Hill Where stories live. Discover now