4©- Couple

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Cuando aparca delante de mi casa, admití que estaba enamorada.

No, no me malinterpretéis. Enamorada del coche. Era un maldito AUDI que no hacía siquiera ruido. Era como estar volando, ¿sabes? Sabía que los padres de Hannah eran ricos, pero no tanto.

Apaga el motor y gira su cabeza para verme. Nos observamos durante unos segundos antes de que yo hable.

-Será mejor no hacer ruido- miro su reloj del salpicadero y observo que son pasadas las diez- Mi abuela y mi hermana están durmiendo.

Hubiese acabado mi turno a las nueve, como dios manda. Pero aquí, el hijo de Lucifer, le dio por hacerse el gracioso y empezó a desordenarme los libros y a quitarles las etiquetas.

-¿Vives solo con tu hermana y tu abuela?- asiento, observando sus facciones. Era guapo, eso había que admitirlo- ¿Y tus padres?

Y ahí es cuando los minutos de paz que habíamos estado elaborando, desaparecen.

-¿Y los tuyos?- me giro para encararle.

Entonces me sorprende al encender el motor y poner rumbo a cualquier lugar. 

-¿Adónde me llevas?- pregunto.

No responde.

-¿Adónde vamos?- vuelvo a repetir, por si tiene demasiada cera en los oídos y no me ha oído.

Pero tampoco respondo.

-¡¿ME QUIERES DECIR ADÓNDE MIERDA VA...?!

-¡A mi apartamento, joder!- brama, cesando mis gritos.

Yo entonces me apoyo contra mi ventana y no hablo en todo el camino. Habría protestado y le habría dicho que si creía que iba a conseguir algo de mí estando a solas, estaba equivocado.

Pero también estaba el hecho de que no tenía ganas de entrar a casa esa noche, y menos con un tipo así al lado. No es que fuera el mismísimo Johnny Deep, pero claro, mi hermana solo con ver a una persona con rabo, y ya tiene la baba por los suelos.

Cuando nos bajamos y subimos el pequeño tramo de escaleras que nos llevan a la segunda planta, me giro en el decimoquinto escalón.

-Deja de mirarme el culo- digo firme.

Es entonces cuando una media sonrisa, que deja mostrar unos dientes blancos y perfectos, alumbra los oscuros pasillos.

-Ni que tuvieras el de Nicki Minaj- se burla.

Me callo para no empujarle y que se muera de una caída de golpe. No, Grace, caca. No malos pensamientos. Me quedo de pie junto a una puerta de madera. Y mi mandíbula se abre a tope cuando me deja paso a su apartamento.

No es tan grande ni tan lujoso, sino algo peor. Está limpio. No me llaméis racista ni nada por el estilo, porque sé que si hubiérais visto de primera vista a Dante, no hubiérais imaginado que tendría un lindo apartamento con cuadros del Greco colgados de la pared.

Quita mi abrigo de su mano y yo le susurro un gracias. Asiente ligeramente y yo le sigo hasta que minutos más tarde, nos encontramos sentados alrededor de la pequeña mesita del salón, con la libreta de Hannah en medio, y en completo silencio.

-¿Vives solo?- asiente. Yo hago lo mismo, intentando romper el silencio- ¿Y tus padres?

Entonces levanta la mirada y sus ojos verdes me repasan de arriba a abajo. Empiezo a jugar con la pulsera de plata que tengo alrededor de mi muñeca y elevo una ceja.

-¿Y los tuyos?

Es entonces cuando sonrío.

Buena jugada.

Nos quedamos mirándonos en silencio, hasta que él decide romperlo de la manera más agradable y caballerosa que se pueda imaginar una en éste siglo 21.

-¿No llevas sujetador?

Mis mejillas se sonrojan al instante, pero bajo la cabeza, simulando que estoy mirando mi camisa negra ajustada a mis grandes senos y niego.

-Me parecen muy incómodos. Solo los llevo cuando los veo necesarios- me encojo de hombros.

-Eres rara...- elevo las cejas ante su cumplido-... Me refiero a que tienes unos senos bastante grandes para dejarlos al aire- es entonces cuando mi boca se abre. Éste chico no tiene pelos en la lengua- ¡A todas os gustas los sujetadores!

Sus ojos casi saliéndose de sus órbitas me resultan graciosos y río.

-Cómo se nota que sólo te has relacionado con putas, Dante.

Cuando digo esa frase, algo le cambia en su cara. Y no es algo malo, según creo yo. Ya que coge el cojín de su lado y se lo pone en el regazo. ¿He dicho algo malo o...?

Carraspea y baja la mirada, observando la libreta.

-Al grano. Si queremos terminar la lista de aquí al mes que viene, nos da justo para una cosa para cada día- asiento, observando la libreta roja- ¿Empiezas tú o yo?

Entonces salgo de mi trance y frunzo el ceño. 

Observo su mirada divertida. Si digo que sí, puede que quede todo bien, con un par de cojones, pero no sé lo que me espera tras esa tapa dura. Por lo que le señalo y su sonrisa de pillo me molesta tanto que estoy por volver a la otra opción.

Pero mi orgullo me mantiene en mi lugar.

Cuando estiro la mano para abrirla, mi piel roza otra. Una piel suave y blanca. Elevo la mirada para cruzarme con una verde y retiro la mano al instante. Miro mi mano con el ceño fruncido. Es como si una docena de hormigas hubieran pasado ahora mismo por encima de mi mano.

Se me habrá dormido. Será eso.

Carraspeo y le doy paso con mi mano para que la abra él. No puedo ver lo que está leyendo, pero cuando me siento a su lado y observo en letra negra y grande la primera misión, mi vello se eriza.

Bueno, al menos elegí bien al no ser la primera.




Llevaban dos minutos abrazándose y dándose mimos.

Cuando el diablo echa a caminar hacia ellos, por un momento no me dan pena. Pero ese sentimiento se esfuma cuando desde lejos, puedo escuchar los gritos de Dante.

-¡SABÍA QUE TENÍAS A OTRO!

La cara del tipo al lado de la rubia se desencaja cuando va entendiendo la solución y sus manos se desenredan de la cintura de la muchacha.

La muchacha enrojece, hecho que sólo muestra la situación más verdadera, aunque no lo sea.

-¡¿Por eso no me dejabas revisar tu móvil, eh?!- brama sujetándola del brazo y el otro tipo mira destrozado a la muchacha- ¡Se acabó, creeme que se acabó!

Acto seguido Dante se da la vuelta y echa a caminar con una sonrisa hacia mí. Observo cómo la rubia tira del brazo del hombre, que se suelta de un tirón y la escupe en la cara.

Me llevo una mano a mi boca de la sorpresa, y Dante solo apoya su brazo sobre mi hombro, observando el espectáculo.

-¡Cariño, pero, pero...!- solloza la rubia.

-¡Ni cariño, ni mierdas!- le grita el hombre- ¡Vete a reirte de otro!

Y acto seguido se monta en su moto y desaparece. La chica se sienta en el banco del solitario parque y solloza.

No entiendo qué razones hubiera tenido en su tiempo Hannah para que en su primera misión de su lista, sea Arruinar a una pareja.

Giro a observar con la boca abierta al demonio en persona, que observa sin ningún remordimiento a la mujer sentada y destrozada. Saca la libreta y con un rotulador rojo, tacha la primera hoja.

La vuelve a cerrar y guiñándome un ojo, me conduce hasta su coche.

-Primera misión, completa, morena.


LA LISTA DE HANNAH✓Where stories live. Discover now