9©-Jesus

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Sigo abanicándome, tumbada en la alfombra del suelo del salón.

En cambio, el tatuado está sentado en el sofá, observando mi pecho subir y bajar. No luce ni cansado.

Yo estoy cubierta de sudor. Él parece recién salido de un spa. Y encima que yo me paré a medio camino, ya que casi me daba algo. No estoy acostumbrada a correr.

Su respuesta fue muy educada cuando se lo mencioné.

-Normal, mira la grasa del culo que tienes. No me malinterpretes, eso está bien para hacer twerk, lo debes de hacer de maravilla, pero no me malinterpretes, en unos años, tendrás una celulitis de cojones.

Sí.

Ahora el tatuado a metido en mi cabeza la idea de apuntarme a un gimnasio. Maldito.

-Voy a ducharme. ¿Preparas el desayuno?

No me deja ni responderle cuando se mete en el baño. Omití el hecho de que le pillé más de dos veces observando mis pechos sin sujetador botar a través de mi camisa de tirantes.

En serio, estaba empezando a replantearme quitarme varios hábitos. Y todo tras conocer al tatuado.

Me meto en la cocina y tras soltarme el pelo y secarme el sudor con una toalla, me pongo manos a la obra.

Cuando sale, sus ojos se salen de sus órbitas cuando ve la mesa y el magnífico desayuno que he preparado. Se sienta y frunce el ceño, observando la solitaria taza de café que le pide a gritos ser consumida.

Acto seguido me mira y como cada vez que se me queda mirando fijamente, me sonrojo.

- No se cocinar, esa es una de mis desgracias- me encojo de hombros.

Y tras echarle otra mirada a la taza de café, explota en carcajadas. Y no, no miento.

Dante riéndose.

Intenté por todos los medios retirar la mirada de su rostro, pero llamadme demente, pero no podía. Era algo... ¿hermoso? El sonido de su risa ronca me puso la piel de gallina.

Cuando se secó las comisuras húmedas de sus ojos, me miró. Y pude ver algo en su mirada cuando observó el modo en que yo le miraba. ¿Asombro? ¿Algo más raro, tal vez?

-Deberías reir más a menudo- le digo, sonriendo.

Él desvía la mirada hacia la taza y mi sonrisa se amplia.

No está acostumbrado a recibir cumplidos, por lo que era yo la que disfrutaba de su reacción cada vez que le soltaba alguno.

-Vete a duchar, anda- susurra llevándose la taza a la boca.

Aunque juraría distinguirle una sonrisa. Antes de salir por la puerta, me doy cuenta de que si voy a pasar el día aquí con él, no me gustaría hacerlo en esta misma ropa.

-¿Me prestas una sudadera de la tuyas? ¿La negra, a ser posible?- pregunto.

Su cara de sorpresa es evidente.

-¿Porqué una sudadera?- frunce el ceño.

Me encojo de hombros.

-Me gustó como me quedaba la tuya el día en que me bañé en regalitos de caballo- sonríe y asiente levantándose.

Debo admitir que la imagen que tenía ahora la desearían tener demasiadas chicas.

Dante en pantalones negros ajustados de chándal, con camisa gris de tirantes, el pelo mojado, rozándole la frente y una taza de café en la mano. Parece sacado de una película erótica.

LA LISTA DE HANNAH✓Where stories live. Discover now