26©- Girl

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-Buenos días, hermana.

Mi saludo tipo militar hizo que mi hermana hiciera una mueca y siguiera desayunando.

-Vaya, menos mal que te acuerdas de que tienes una, al menos.

Su gruñido enfadado no me pasó por alto y fruncí el ceño, sentándome junto a ella.

La observé en silencio, mientras ella leía el periódico.

Mi hermana no era precisamente fea. Tenía sus michelines, como cualquier ser humano, y sus granos, como cualquier otra mujer, pero su belleza la estropeba su carácter dominante y su odio por todos los seres humanos en general.

Tamborileo con los dedos encima de la mesa mientras observo a la abuela entrar, darme un beso, y servirme una taza de café, que mi querida hermana, ni se ha dignado en preparar para alguien que no fuera ella.

-¿Qué tal con Dante?

La pregunta de mi abuela me hace sonreír al recordar los momentos del día anterior y me pongo a zampar mis tostadas como una loca.

-Bastante bien- digo con la boca llena.

-¡Niña, esos modales!- chilla divertida mi abuela, pellizcándome la mejilla.

-Qué esperabas, de una que tiene a un macarra de novio.

Zas.

-Cielo...- susurró como represalia mi abuela, mirando a mi hermana.

Esa fue la gota que colmó el vaso. La miré, sin poder creerme lo que tenía guardado y sin decirme. Me preocupé por masticar lentamente para no atragantarme y tras tragar, me eché hacia atrás, asintiendo lentamente.

-No, por favor- sonreí, mostrándome lo más calmada posible por fuera- Déjala que diga todo lo que tiene que decir- mi hermana levantó la mirada, sorprendida- Que seguro que tendrás mucho que decir, ¿no?

Al ver mi mirada de asco hacia ella, no dudó en apretar los dedos alrededor del periódico y devolverme la mirada de odio.

-Chicas...

-¡No abuela, joder!- bramo entonces, dando un golpe a la mesa que estremece a ambas- ¡Estoy arta de que siempre arruine mis intentos de ser feliz, maldita sea, solo porque ella fue una fresca que no supo usar protección y que se abría de piernas ante cualquiera!

El choque de su palma contra mi mejilla, resonó varios segundos como eco en toda la cocina.

Mi abuela se llevó la mano a la boca, mientras mi hermana se miraba la mano, como sin poder creerse lo que acababa de hacer. Echó la silla hacia atrás, con lágrimas en los ojos y se levantó, pero le corté el paso levantádome.

-¿Es solo el tema de los hombres por los que no soportas siquiera verme, hermanita?- bramo en voz baja sobre su cara- ¿O es el hecho de que me culpas de no haber sacado a mis padres antes que a ti? Porque creeme, ahora mismo, desearía haber hecho eso, y no haberte sacado a tí primero de ese coche.

El sollozo de mi abuela me hace entrar por completo en la realidad.

Mi hermana tiene los ojos rojos, y las lágrimas le resbalan hasta caer sobre su escote. Yo, al contrario, no derramo ni una. Ésta vez no, ésta vez nada de esto es mi culpa, maldita sea.

Estoy harta de que ignoremos el tema de mis padres, como si nunca hubiesen existido, cuando sé que no hay día en que no nos acordemos de sus caras siendo transmitidas en las noticias.

Cuando salgo de la cocina, dejando a mi abuela sollozando y a mi hermana estática, de pie, lo hago con los sentimientos a flor de piel. Subo a mi habitación y me encierro en ella.

LA LISTA DE HANNAH✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora