Tentando al señor O'Connell

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Sus labios se apartaron de los míos despacio y observé fascinado como sus ojos se abrían despacio a la que se interpuso cierta distancia entre nosotros.
Casi gemí en voz alta al ver lo que las profundidades de sus preciosos ojos me decían, prácticamente gritaban, al mirarme.

Le había devuelto el beso a la que me recuperé de la sorpresa. Había profundizado en el interior de su boca como un hombre hambriento incapaz de saciarse.

—¡Papi, mira!
Me golpeé mentalmente por haber olvidado que estábamos en medio de un centro comercial, a la vista de todo el mundo, incluida mi hija de cinco años.
Me agaché junto a ella esperando que no lo hubiese visto y tuve esa suerte. Por lo menos no lo mencionó.

—¿Que has visto, amor?
—¡Una feria!¡Una feria!—respondió con una enorme sonrisa en los labios que la hacía todavía más bonita a mis ojos. Amaba verla feliz.
—¿Quieres ir?
Sus ojos se abrieron enormemente y asintió emocionada.
—¿Puedo? ¡Me encantaría!
Como si yo fuese a negarle algo.

Me puse en pie y me volví hacia Erika. No sabía muy bien que decirle, así que esperaba que una invitación inocente a la feria con nosotros le resultase tentadora y decidiese acompañarnos.
Después podría llevarlas a cenar y quizá convencerla de tomar una última copa en mi apartamento mientras Joley dormía, y finalmente hablar del motivo por el que todavía podía sentir su sabor en mi boca.
Todo eso se quedó en nada porque ella se había ido, lo mismo que el hombre que había estado con ella cuando nos acercamos.
¿Se habrían marchado juntos?
Respiré hondo un par de veces y puse mi mejor sonrisa para pasar una tarde increíble con mi pequeña.

*****

Llegamos a casa poco después de las diez.
Estaba agotado y mi pequeña dormía a pierna suelta en mis brazos.
Supongo que el baño podría esperar.

La llevé a su cama y le puse el pijama antes de besar su frente como solía hacer cada noche si yo la metía en la cama, lo que solía ser casi siempre, apagué la luz de su mesita y dejé la puerta ajustada para que entrase un poco de claridad.

Aprovecharía para trabajar un poco a ver si la neblina que había estado en mi mente toda la tarde desaparecía de una vez.

Mis planes se arruinaron cuando al sentarme frente a mi ordenador y encenderlo, encontré el informe que pedí sobre Erika Summers.

Leí el informe por encima. No había nada relevante que llamase mi atención.
Erika era una chica normal.
Había finalizado sus estudios con una buena nota, aunque no acudió a la Universidad pese a tener recomendaciones de sus profesores y concederle una beca completa.
Era extraño pero no algo de lo que preocuparme.
A ella parecía irle bien con todo eso de la escritura.
Sus libros se vendían y su cuenta corriente estaba llena.

Busqué sus libros en Amazon y los pedí.
Tenía curiosidad por si su contenido me atrapaba tanto como el pequeño párrafo que leí.

Miré sus datos y marqué su número antes de poder pensarlo mucho.

—¿Diga?
Su voz no sonaba adormilada, así que estaba bien despierta. Me pregunté si estaría en la casita de la piscina.
—Creo que me debes algunas explicaciones señorita Summers.
Un leve suspiro salió de sus labios y apretó mi corazón.
—Entonces será mejor que abra la puerta señor O'Connell. No me atreví a llamar debido a la hora, pero supongo que ya no importa.

Con el teléfono pegado al oído me puse en pie y caminé, casi corrí por el apartamento hasta la puerta de entrada.
Una vez allí, con la mano libre en el pomo, solté el aire que estaba conteniendo y abrí.

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Un beso enorme😘😘😘

La voz al otro ladoWhere stories live. Discover now