Deseando a Erika

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Apoyado en el marco de la puerta la observé al otro lado como parecía nerviosa y evitaba mirarme.
Esbocé un intento de sonrisa y con un leve gesto con la mano la invité a pasar.

Mientras la seguía, pensé en lo mucho que me gustaba verla en mi apartamento, aunque después de ver como tenía decorada la casita de la piscina suponía que ella era más sencilla y desde luego, mucho más colorida a la hora de decorar.

Me había asegurado de que mi apartamento tuviese cierta calidez teniendo en cuenta a Joley, pero realmente mirándolo desde el punto de vista de ella, todo alrededor era frío e incluso algo sombrío.

La habitación de Joley era algo totalmente distinto porque ella había elegido cada detalle.

—¿Dónde está Jo?
—Durmiendo como un tronco.
Ella parecía cómoda hablando de mi hija, por lo que se lo permití.
Cuando haces negocios, aprendes rápido que una de las cosas que debes tener en cuenta es hacer creer a quien tienes delante que debe confiar en ti, se sienta cómodo y sobretodo asegurarte de sabes acerca de esa persona.
Lo último con Erika Summers iba a ser difícil. Todavía había cosas que no sabía de ella y quería que fuese precisamente ella quien me las contase.

—Joley es una niña estupenda. Debe sentirse muy orgulloso.
—Lo estoy. Ella habla maravillas sobre ti. Creo que puedo decir con seguridad que eres una de sus personas favoritas.
Una sonrisa auténtica cruzó su rostro haciendo que tuviese que apoyarme en el marco de la puerta.
Mis piernas se sintieron débiles apenas un segundo, y no quería hacer el ridículo si de pronto caía de rodillas frente a ella.

—También ella es de mis personas favoritas. Me encanta estar con ella. Me da paz.
Su mirada se nubló por un momento y me pregunté si ella era consciente de ello.
—¿Y lo necesitas? ¿Paz?
Se encogió de hombros y acarició el respaldo del sofá con los dedos antes de volverse hacia el gran ventanal que daba a la ciudad.
—Vine a disculparme por besarle. No estuvo bien y fue algo completamente fuera de lugar.
—¿Es todo lo que vas a decir?
—Creo que es todo cuanto debe saber. Si, a veces necesito paz en mi vida, señor O'Connell. La persona que soy ahora no tiene nada que ver con quien era hace unos años. Cometí errores, como todo el mundo y aprendí a vivir con ellos. Ahora solo trato de seguir adelante.
—¿Y el hombre con quien te vi? ¿Fue por él por quien decidiste que era buena idea poner tus labios sobre los míos?
—Quizá.
Se volvió hacia mi y se sobresaltó al encontrarme tan cerca que podía alargar la mano y tocarla.
—¿Aprendiste algo de esa experiencia de tu pasado?—susurré acercándome más, respirando su olor, recordando su sabor. Quería sentirlo todo de nuevo.
—Que las acciones tienen consecuencias.
—Exactamente.
Enredé mis manos en su espeso cabello pelirrojo, tirando de él hacia atrás para poder acceder a su boca y devorar cada rincón de ella.

La voz al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora