Cuando te miro

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Erika

Me muevo de un lado al otro de la habitación.
Ni siquiera se muy bien que decirle, pero le debo una explicación, o eso es lo que he estado repitiéndome a mi misma desde que Craig me dejó en mi habitación del hotel y yo me escabullí para llegar a esta.

Si, cogí prestada una llave maestra de uno de los carros de limpieza que hay aquí al lado mientras el botones dejaba la cena en el interior de la habitación contigua.
La devolví en cuanto la puerta se abrió.

Todavía llevo el vestido y los tacones que usé en la gala y tengo que decir que para mi fue duro mantenerme lejos de Trevor cuando todo lo que quería era lanzarme a sus brazos y rodearme de su fuerza, su olor. Extrañé su contacto. Por no hablar de sus besos.
Fingir que no sentía su mirada sobre mi, o como apretaba los dientes al verme tocar a Craig. Todo fue un montaje para impresionar a unos inversores que Craig necesitaba para iniciar su negocio. Por lo visto, según me contó son ambos religiosos y no hay nada más sagrado para ellos que el matrimonio. Un joven soltero y emprendedor no les causaría ninguna impresión.
No pude decirle nada de eso a Trevor. De hecho, ni siquiera sabía que él estaría aquí hasta que vi el cartel en la entrada con su nombre.
Eso casi me hizo dar media vuelta. Craig me lo impidió.

Durante toda la noche pensé en que mi amigo sabía desde el principio que Trevor O'Connell estaría presente.
Por lo que yo sé, solo le vio aquella vez en la que besé a Trevor en el centro comercial y nunca preguntó o le mencionó en este tiempo.

Nuestra vuelta a casa fue tan mala como pensé que seria, porque saber la verdadera razón por la que Derek estaba a veinte metros bajo el suelo no ayudó a toda la culpa que ya sentía.

Un ruido a mi espalda me hace retroceder y caer directamente a los pies de la cama.

—Aquí me tienes de nuevo. Estoy esperando.
Observo su cuerpo todavía húmedo por la ducha que interrumpí hace apenas unos minutos y muerdo mi labio inferior mientras mis ojos vagan por su torso desnudo hasta el nudo de la toalla que la mantiene alrededor de su cintura.

—Tienes que dejar de mirarme así. Me está costando un mundo no tocarte o besarte como realmente quiero hacerlo. Tienes que ponérmelo más fácil, porque cuando lo haces, todo lo que quiero hacer es atraparte y ponerte bajo mi cuerpo para hacerte todo aquello que suplican tus ojos en este momento.

La voz al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora