Cásate conmigo

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Cerré la puerta de mi despacho de un portazo.
Había estado preocupado por ella los últimos días. Mi abuelo casi se desmayó cuando me vio aparecer en su casa. Había preferido eso antes de una llamada. Y solo por las dudas, me había asegurado de llamar a su médico para que viniese conmigo.
Había tenido que cuidar tanto de Joley como de Erika sin volverme loco, y creedme cuando digo que casi lo hago al pasar por el entierro de Susanna.
Ver a mi niña llorar desconsolada y gritando por su mamá no es algo que quiera volver a vivir de nuevo.
Y ahora, cuando parecía que las cosas se habían tranquilizado un poco, lo último que necesitaba era ver a la mujer que amo con el anillo de compromiso de otro hombre.

Unos golpes en la puerta me detienen de lanzar todo lo que hay en mi escritorio al suelo.
Realmente no quiero ver a nadie pero tal vez era Joley.
—Adelante.
La puerta se entreabre y Erika asoma la cabeza.
—¿Podemos hablar?
Miro sus ojos y sé que está arrepentida.
—Pasa.
Me siento tras mi escritorio y espero pacientemente a que ella acabe de entrar y tome asiento.
Sé que está nerviosa.
Su labio inferior está blanco, seguramente debido a las veces que debe haberlo mordido.
Frota sus manos contra sus pantalones para quitar el sudor de ellas.
Sigo esperando.
Antes de tomar asiento, saca un papel del bolsillo trasero de sus pantalones y lo extiende hacia mi.
Dudo antes de cogerlo, pero finalmente lo hago.

Palabra a palabra leo los sentimientos de un hombre enamorado que realmente tuvo esperanzas de que el amor de su vida le correspondiese, pero al mismo tiempo, pensaba que jamás vería el día en que ella luciese el anillo que había comprado para darle. Y así fue.

—No quiero que lo que Derek me hizo empañe el recuerdo que tenía de Craig.
—Eso no explica el porqué llevas su anillo.
Mira su mano y lentamente  se quita el anillo y lo pone sobre la mesa.
—No me lo puse para hacerte daño, Trevor. Te amo, y si algún día tu decides que quieres compartir el resto de tu vida conmigo, entonces mi respuesta será un si. Craig era el único a quien pude considerar amigo y ponerme ese anillo, como sé que él quería, ha sido mi modo de honrarle y despedirle. Él siempre fue bueno conmigo y sé que ha estado cuidando de mi todo este tiempo. Antes de venir aquí, llamé a mi editorial. Craig compró más de cien mil unidades de cada uno de mis libros y pidió que fuesen donados a escuelas y bibliotecas. También se aseguró de dejar un deposito para hacer lo mismo con mis futuras historias en caso de que fuesen publicadas.
Maldigo al ver sus lágrimas y como se encoge en la silla en la que está sentada.
Antes de saber exactamente que es lo que hago, me arrodillo frente a ella y cojo el anillo que aun seguía sobre mi mesa.
—Te amo, Erika. Más de lo que jamás pensé que amaría a nadie y si, quiero pasar el resto de mi vida contigo. Quiero que ambos veamos crecer a Joley, quiero volver a veros felices a las dos y sobretodo quiero que tengamos hijos y le demos a Joley ese hermanito que lleva pidiéndome desde que empezó a hablar.
Más lágrimas se deslizan por su rostro y beso cada una de ellas.
—¿Crees que a Craig le molestaría prestarme su anillo para pedirte que te cases conmigo?
Sus ojos se abren con sorpresa y por fin, después de muchos días, veo felicidad en ellos.
—Creo que se sentiría honrado.
—Entonces solo me queda una pregunta que hacerte.

*****

Un mes. Ese es todo el tiempo que tiene Erika para preparar nuestra boda. Quiero algo sencillo y estoy seguro de que ella también. Solo amigos y familia. Y entre ellos cuento a los hombres que me ayudaron a traer a mi futura mujer a casa.
¿En el caso de que tarde más de un mes?
Cogeré un maldito avión y volaremos a Las Vegas.

Me dirijo ahora mismo hacia el piso de arriba. Hace unos días que tengo la sensación de que me ocultan algo, así que estoy en modo detective ahora mismo.
Subo despacio por las escaleras y me acerco cuidadosamente a la puerta de la habitación de mi hija donde sé que se encuentran ahora.

—¿Crees que papá sospecha algo, Erika?
—Estoy segura de que lo hace, sin embargo nosotras no se lo diremos, ¿verdad Jo? Es una sorpresa.
—Claro. Ya quiero que sea el día. Me encantará ver su cara cuando le digamos.
Ambas ríen y yo frunzo el ceño. ¿Que demonios ocultan? ¿Y por qué hablan en clave?
Frustrado vuelvo al piso de abajo y me cierro en mi despacho.

*****

Erika

—¿Se ha ido ya?— le pregunto a Jo.
Ella suelta una risita y asiente antes de volver a mi lado.
Joley y yo llevamos semanas volviéndolo loco con nuestros secretos y es que todavía es pronto para decírselo, sin embargo ya queda poco.
Durante las últimas semanas he estado muy ocupada entre los preparativos de la boda y en terminar Lazos de arena. Sí, habéis leído bien. Lo terminé y si, ha tenido tanto éxito que la editorial quiere empezar el proceso de publicación cuanto antes y, saldrá a la venta el mes que viene. Sin embargo les he pedido un favor. Necesito un ejemplar para el día de nuestra boda y acaba de llegar. Gracias a Dios, Trevor no estaba en casa.

Asegurándome de que no hay nadie aparte de nosotras, lo saco del fondo del armario de Jo. Sé que no buscaría allí entre los mil animales de peluche.
La portada ha quedado preciosa, mucho más de lo que nunca imaginé.
Ato mi pelo, que vuelve a ser pelirrojo en una cola de caballo y me siento en la cama junto Jo.
Ambas miramos fascinadas el interior, donde puede leerse la dedicatoria.

Para mi marido Trevor, por amarme y cuidarme y por no rendirte.
Para mi hija Joley, quien me entregó su amor desde el principio y me robó el corazón el primer día.
Para Craig, quien sigue vivo en mis recuerdos. Gracias por cuidarme.
Y por estas nuevas vidas creciendo dentro de mi. Estoy deseando conoceros.

La voz al otro ladoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant