Capítulo 9. Lado desconocido

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Tenerlos a los dos en mi habitación podría traerme muchos problemas. Estaba nerviosa, pero traté de controlarme; la tensión ya era suficiente, no hacía falta que yo añadiera más.

—Me gustaría que intentaras golpearme —dijo Fernando, manteniéndose firme y sin dar señales de temerle a Frank.

—¿Quieres comprobarlo? —lo retó este, cerrando las manos en puños.

—Frank, es suficiente —intervine, colocando la mano en su pecho.

Una confrontación entre ellos complicaría las cosas.

—Dile que se vaya o lo sacaré yo a patadas con mucho gusto —advirtió intimidante. Sabía que era capaz de hacerlo, sin importarle mi presencia o la de mis padres.

Me giré hacia Fernando y lo miré, casi suplicando.

—¿Podemos hablar en otro momento? Voy a tener muchos problemas si no te vas...

Dudó por un momento, pero luego asintió.

—Lo haré por ti, no por él —dijo, mirándome de reojo.

—Fuera de aquí —le espetó Frank. Era evidente que estaba haciendo grandes esfuerzos para contenerse y no darle un puñetazo.

Lo hice a un lado y llevé a Fernando hasta la puerta principal, procurando no hacer mucho ruido.

—Lo siento... —Hice una mueca mientras abría la puerta. Debía recordar que Frank era un demente que no dejaba de acecharme.

—Está bien. Terminaremos la conversación en otro momento.

Asentí y le di un beso en la mejilla para despedirme de él. Cerré la puerta con cuidado y volví a mi habitación de manera sigilosa.

Frank me miró y sacudió la cabeza. Estaba molesto.

—¿Eres consciente de que ese idiota solo quiere acostarse contigo?

Estaba comenzando a hartarme de verdad. Primero intentó besarme, luego me ignoró, después entró en mi habitación y ahora juzgaba a Fernando sin tener argumentos para ello.

—Ni si quiera lo conoces —contesté, indignada.

—Ni ganas —dijo, cruzándose de brazos.

—Además, ¿a qué venías a mi habitación? No puedes entrar cada vez que se te dé la gana.

—¿Cómo que a qué? Escuché voces. Recuerda que mi habitación esta al lado de la tuya, y no quería estar escuchando gemidos toda la noche.

—No estábamos haciendo nada malo —repliqué, desesperada—. Tenía que hablar con él.

No tenía por qué darle explicaciones, pero los malos entendidos ocurrían cuando no se explicaban las cosas.

—Bueno, esperemos que sea la última vez que te encuentras a solas con él en tu habitación —me dijo, y luego cerró la puerta detrás de él.

Apreté los labios, aguantándome las ganas de gritarle. Gruñí con frustración y me dejé caer en la cama.

***

A la mañana siguiente, aún sentía la bilis correr por mis venas. Me habían aparecido ojeras debajo de los ojos porque me había pasado la noche en vela. Me duché para ahuyentar la pereza que comenzaba a apoderarse de mí.

Fui a la cocina y me sentí ofendida cuando vi que todos estaban desayunando tan tranquilamente y que nadie se había dignado a despertarme para que yo tomara el desayuno con ellos. Si hubiera estado desmayada en la habitación, nadie se habría dado cuenta; una clara prueba de que mi familia me amaba.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora