Capítulo 43. Recuerdos, aclaraciones y felicidad

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A eso de la una de la madrugada, obligué a Frank a que se fuera de mi habitación. Él insistió en pasar la noche conmigo, pero me negué. Todavía se oía la música en su cuarto, y a esas horas no era muy conveniente. A alguien podía llamarle la atención que estuviera escuchando Guns N' Roses por la noche, y entonces ahí podrían descubrirnos.

Al día siguiente, me desperté pasadas las diez de la mañana. Tuve que recuperar las horas que pasé hablando con Frank en mi habitación. Pero no me arrepentía de haberme acostado tarde. Había valido la pena, ya que recibí muchos besos y caricias tiernas.

―Es muy tarde para estar desayunando.

Levanté la vista. Melina acababa de entrar en la cocina con una sonrisa divertida.

―Nunca es tarde para alimentarse ―le sonreí y seguí comiendo.

Se preparó un café, tomó asiento frente a mí y dejó caer encima de la mesa uno de sus catálogos.

―¿Estuviste leyendo hasta tarde? ―preguntó mientras hojeaba la revista.

La miré y sentí cómo me congelaba momentáneamente en mi sitio. No me inquietaron sus palabras, sino la manera sarcástica en la que formuló la pregunta.

―Más o menos ―logré decir con nerviosismo.

―Imagino que Frank tuvo algo que ver... ―añadió, dándole un pequeño sorbo al café caliente.

Me removí incómoda, intentando buscar alguna justificación. Melina no era estúpida. Detrás de esa persona amable y dócil, había una mujer inteligente y astuta.

Percatándose de mi silencio, apartó el catálogo y me sonrió dulcemente.

―No te preocupes, Alexa, sabes que no diré nada. ―Me miró con complicidad y siguió leyendo.

Estaba segura de que no me mentía. Ella fue la primera que descubrió que Frank y yo estábamos saliendo, y no dijo nada a mis padres. Así que, sinceramente, confiaba en ella. Pero siempre me sorprendía, a veces me preguntaba si tenía alguna especie de superpoder con el que podía leer la mente o algo por estilo.

―¿Cómo has sabido? ―susurré, sintiendo que me ardían las mejillas.

Si no recordaba mal, Melina estaba en la cocina cuando yo me fui a mi habitación.

Cerró la revista y me miró a los ojos, aún con esa sonrisa de tranquilidad.

―Conozco a Frank. De pequeño, cuando le prohibía salir a jugar por no haber terminado los deberes, se encerraba en su habitación, subía el volumen de la televisión y se escapaba por la ventana para ir con sus amigos. ―Se quedó pensativa, recordando el pasado―. Al principio no me di cuenta, hasta que un día lo vi entrar por la ventana como un pequeño ladrón.

Se rio a la vez que negaba con la cabeza. Imaginar a Frank de pequeño actuando con rebeldía hizo que sintiera más simpatía aún por Melina. Por lo que veía, su actitud rebelde le venía de lejos. Dejamos de reír cuando Frank entró en la cocina. Él frunció el ceño, extrañado, mientras se apoyaba en la pared.

El ambiente risueño desapareció en cuanto mi mirada se enfocó en su pecho desnudo. Los músculos de su abdomen se veían cada vez más firmes y notorios. Estaba segura de que hacía abdominales en su habitación para mantenerlos en forma. Me mordí el labio involuntariamente. Sin duda tenía el cuerpo maduro de un chico de veintiún años.

―Frank, debes acostumbrarte a usar una camiseta cuando te despiertas. Helen no tardará en llegar ―lo regañó Melina mientras se ponía de pie.

Oh, oh. ¡Es verdad, la tía Helen nos visitaba hoy! No retuve en mi memoria esa información cuando mi madre me la dio, ya que lo hizo justo al interrumpirnos a Frank y a mí...

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Where stories live. Discover now