Capítulo 15. Todo bien, hasta que...

1.1M 63.6K 12.4K
                                    

Durante el trayecto me dispuse a contar los árboles que veía a través de la ventana. Tener a Frank mirándome de reojo me ponía nerviosa y luchaba conmigo misma para no mirarlo.

—Esperemos que no llueva —dijo, rompiendo el silencio.

—Si llueve, será evidente que eres muy malo eligiendo días para invitarme a salir —dije, y me arrepentí al instante. Siempre tenía que estar a la defensiva.

—Si no quieres ir, podemos regresar a casa —comentó, deteniendo el coche en un semáforo en rojo. Miré su perfil, intentando descifrar su expresión, pero no pude; aunque imaginé que podía haberle molestado mi comentario.

—No, está bien —dije, acomodándome en el asiento.

—¿Estás segura? No quiero que te arrepientas después —contestó con voz neutra.

—Sí, estoy segura. Además, tengo ganas de pasar más tiempo contigo. —Las palabras salieron de mi boca, sin haberlas procesado con anticipación.

Sus ojos se encontraron con los míos y de inmediato noté un nudo en mi estómago. Su mirada descendió a mis labios y vi cómo tragaba saliva. Estaba a punto de inclinarse hacia mí, cuando la bocina del auto que estaba detrás comenzó a sonar de forma ruidosa y repetitiva. Se incorporó rápidamente y miró por el retrovisor con el ceño fruncido.

—¿Qué diablos le pasa? —preguntó furioso.

—Tienes que ponerte en marcha —respondí, señalando la luz verde.

Afortunadamente, no llovió mientras estábamos en el parque de atracciones. Hubo unos pequeños relámpagos, pero nada más. Había pasado más de una hora desde que llegamos y ya habíamos montado en las atracciones más extremas del parque, aquellas que te hacían experimentar una buena descarga de adrenalina. Había esperado que Frank demostrara algo de miedo en alguna de ellas, pero no, ni un grito aterrador salió de su boca. Lo único que escuchaba era su risa cada vez que yo gritaba como una loca.

Tras pasear por el parque, encontramos un local en donde podías ganar un peluche si conseguía encestar una pelota en una canasta. Como era de esperar, Frank me retó, diciendo que yo no era capaz de ganar. Para contradecirlo, jugué. Encesté las primeras dos pelotas y, luego, me concentré en el último tiro, ignorando a Frank, que no paraba de decir «No lo lograrás». Lancé. La fuerza que apliqué fue la ideal, porque también encesté esa tercera pelota y gané. Lo miré con una sonrisa triunfadora, mientras recibía un adorable unicornio. Perfecto para mí.

No se quiso quedar atrás y decidió jugar.

—Aléjate un poco para no tener mala suerte —dijo, haciendo un gesto con la mano para que me alejara.

Puse los ojos en blanco y me moví un poco. Lanzó las dos primeras pelotas y ambas se colaron perfectamente dentro de la canasta. Tomó la tercera y última pelota; iba a ganar, de eso estaba segura. Cuando se volvió hacia mí y me miró, sabía que estaba planeando algo.

—Te apuesto un beso a que esta pelota también entrará en la red —dijo, sin darme opción a decir si estaba o no de acuerdo.

Se me ocurrió una idea para que no lograra su objetivo y asentí.

—Está bien.

Él entrecerró los ojos, supongo que preguntándose por qué había accedido tan fácilmente. Sonrió de lado y sujetó la pelota.

—No te podrás retractar —me recordó, y se volvió hacia delante, manteniendo la concentración.

Sus definidos brazos se estiraron hacia la canasta y el resto pareció suceder en cámara lenta. Antes de que la pelota cayera en la red, puse la mano en medio de la trayectoria para evitar que encestara. La pelota cayó al suelo y el encargado del juego dijo que había perdido.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Where stories live. Discover now