Capítulo 44. Caja de sorpresas

839K 52.5K 10.7K
                                    

La cena que había organizado el amigo de mi padre fue muy tranquila. Pude conocer un poco más a Nathan, un chico simpático y extrovertido. Frank, sin embargo, permaneció enfurruñado a mi lado la mayor parte del tiempo. Afortunadamente, al cabo de un rato, acabó viendo que Nathan solo trataba de ser amigable, y los tres terminamos compartiendo risas y conversación. Más tarde, con el tiempo, acabaríamos siendo buenos amigos.

La semana fue transcurriendo con lentitud. Y agradecía que fuera a ese ritmo. Durante esos días, Frank y yo pudimos salir como cualquier pareja y me llevó un lugar diferente cada día. De hecho, llamé a Karina y compartimos una cena muy agradable con ella y su novio.

Disfruté muchísimo de esa semana.

Mi padre seguía sin hacer comentarios negativos cuando Frank me besaba, me abrazaba o me cogía de la mano. Afortunadamente, mamá siempre estaba ahí para recordarle que todo nuestro afecto era parte de una relación amorosa. Y, poco a poco, papá logró llevarse bien con Frank.

El cambio de su actitud no dejaba de sorprenderme conforme pasaban los días. Me sentí encantada la primera vez que los encontré en el sofá viendo juntos un partido de fútbol mientras charlaban y comentaban las jugadas. La tensión entre ellos iba disminuyendo y eso me hacía feliz. De todas formas, no abandonó del todo su rol de padre sobreprotector ya que teníamos que dejar la puerta de mi habitación abierta cuando Frank estaba dentro.

Era sábado, y los hijos de Melina habían vuelto del campamento esa mañana. Los gemelos eran peor que los hijos de la señora Rusell ya que estaban la mayor parte del tiempo peleándose.

Por la tarde, yo estaba en la habitación de Melina, con Noah y Billy, que estaban contándonos todo lo que habían hecho en el campamento. Ambos eran niños muy energéticos; no habían parado de hablar desde que llegaron. La verdad es que comenzaba a marearme de tanto escuchar sus voces chillonas, cuando Frank llegó y me sacó de allí.

Sin pensarlo, tomé su mano y salí de la habitación dejando a Melina con sus irritables hijos. Ahora entendía por qué los había dejado en un campamento durante dos meses. Menos mal, no los habría soportado todo ese tiempo en casa.

Al llegar a la sala, Frank me rodeó la cintura con los brazos y hundió su cabeza en mi cuello.

―Te echaba de menos ―dijo, y depositó varios besos cortos y suaves en la piel sensible de mi garganta.

Me reí. Solo había estado dos horas fuera con Joel y Nathan, tomando algo en un bar. Joel lo había llamado antes, interrumpiéndonos mientras estábamos besándonos. Frank había descolgado, pero había continuado besándome, y hubiera ignorado por completo la propuesta de Joel si no hubiera sido porque yo le convencí de que saliera y se distrajera un poco.

―Después de comer te llevaré a un sitio ―me dijo antes darme un beso rápido.

―¿A dónde?

Una sonrisa misteriosa apareció su rostro. Sabía que estaba planeando algo y no saber qué era me ponía nerviosa.

―Te lo diré cuando estemos allá. ―Me guiñó un ojo y me llevó a la cocina.

Mis padres estaban comiendo pizza. Nos sentamos frente a ellos y Frank, como todo un caballero sexy, me sirvió un trozo y un té de durazno.

Le sonreí y se sentó a mi lado para comenzar a comer. Mi padre dijo que el lunes se iría de viaje. Para ese entonces, yo ya estaría en la universidad echando de menos a Frank.

Me entristecí al recordar que ese era el último fin de semana en el que Frank y Melina estarían con nosotros. No quería que se fueran, pero tampoco podían quedarse. Frank también tenía que volver a clases y terminar el semestre. Lo peor de todo era que su universidad quedaba a kilómetros de la mía. Esperaba que pudiéramos vernos lo suficiente para que nuestra relación perdurara.

―¿Qué planes tienen hoy? ―preguntó mamá mirándonos a ambos.

―Nada en especial ―respondí, antes de morder mi porción de pizza.

―Bueno, no es cierto. Tenemos muchos planes para esta noche. ―Frank me miró y arqueó una ceja.

―¿Para esta noche? ―saltó mi padre.

Miré a Frank algo confusa.

―Mi mejor amigo ha organizado una fiesta y me gustaría que Alexa me acompañara. ―Me sonrió de lado y se volvió hacia mi padre, quien lo miraba con el ceño fruncido.

―Claro que sí. ¿qué hora estarían de vuelta? ―quiso saber mamá.

Abrí la boca, pero la cerré al darme cuenta de que no tenía una respuesta, y me quedé estática en mi asiento con la mirada enfocada en Frank.

―Las fiestas de Joel terminan al amanecer ―soltó lentamente para que mis padres entendieran la indirecta.

Alcé las cejas y me giré hacia ellos. Mi madre lo captó enseguida, pero mi padre seguía pensativo.

―Oh, entiendo, quieres decir que no vendrán a dormir... ―Mamá se volvió hacia mi padre esperando que dijera algo al respecto.

Suspiró y nos miró a ambos.

―Está bien, pero los quiero aquí mañana temprano, ¿de acuerdo? ―advirtió con dureza.

No tuve más que asentir. Aún seguía asimilando dos cosas: una, que Frank no me había hablado de esa fiesta hasta ese momento, y dos, que mi padre me dejara estar fuera toda la noche.

Cuando terminamos de comer, le pedí a Frank que me explicara qué tramaba, pero se limitó a decir que me arreglara porque en un rato me llevaría a ese lugar desconocido.

Negué con la cabeza y me fui a mi habitación a ducharme y a cambiarme. Me puse unos shorts de mezclilla, una blusa holgada de color lavanda y las Converse blancas. Me recogí el pelo en un moño y me maquillé un poco.

Cogí el móvil y me disponía a salir cuando escuché un golpe en mi puerta. Frank estaba esperándome con esa sonrisa irresistible, vestido de una manera sexy y salvaje. Camisa negra, vaqueros desgastados y botas negras.

―Es hora de irnos ―dijo, sacudiendo las llaves de su coche.

Entrecerrando los ojos, cerré la puerta de la habitación detrás de mí. Cuando ya estaba sentada en el asiento del copiloto, volví a preguntarle que a dónde íbamos mientras que él se colocaba el cinturón, pero se limitó a guiñarme el ojo y a poner en marcha el coche.

Empezó a conducir en silencio y eso me puso nerviosa. Estaba muy equivocado si pensaba que iba a quedarme hasta el amanecer en la fiesta de Joel. No quería parecer una zombi al día siguiente, sobre todo cuando estaba a punto de empezar las clases de la universidad. De todas formas, no dije nada y me puse a mirar por la ventana.

Unos minutos más tarde, apagó el motor se apagó y se quedó mirando al frente sin hacer ningún movimiento.

―Hemos llegado ―murmuró sin mirarme.

Fruncí el ceño y bajé del SUV.

Estábamos en una zona de edificios nuevos. Frank bajó y se colocó delante de mí con una expresión divertida al percatarse de que no entendía nada. Me crucé de brazos y esperé. Se rindió soltando una risita ronca y profunda.

―Ahí es donde tengo mi apartamento ―dijo señalando uno de los edificios que se encontraba detrás de él.

En ese instante, comencé a sospechar cuáles eran sus intenciones.

Y... no me desagradaban en absoluto.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora