Capítulo 10. ¡Alexa, míralo a los ojos!

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Volví a mi habitación e intenté seguir leyendo, pero comencé a bostezar. Mis ojos se cerraban; estaba cansada. Era irónico porque aún no era tarde, pero supuse que el cansancio se debía a que la noche anterior prácticamente no había dormido. Dejé el libro a un lado y me recosté en la cama. Me quedé dormida escuchando el canto de los pájaros.

Al despertar de la siesta, miré el reloj de la cómoda. Eran las ocho de la noche, había recuperado las horas perdidas de sueño. Cuando tomé el móvil me di cuenta de que tenía cinco llamadas pérdidas y un mensaje. Tres llamadas eran de Fernando, dos de Karina, y el mensaje era de Frank.

«Te traje comida china, pero estabas dormida cuando entré a tu habitación, así que la he guardado en la nevera.»

Con una sonrisa en el rostro, me dirigí a la cocina. La cajita de comida china se encontraba intacto en la nevera. La calenté en el microondas y esperé impaciente. Cuando terminé de comer, o más bien de cenar, fui a la habitación de mis padres. Mamá y Melina estaban conversando sobre algún programa de televisión. Me percaté de la ausencia de mi padre, lo que me hizo recordar que mañana se iba de viaje.

—Por fin te has despertado, bella durmiente. —Mamá sonrió con desdén.

—¿Y papá?

—Se ha ido a jugar al billar con Hugo.

Mi padre y su amigo Hugo eran auténticos maestros del billar. Pero la verdad es que yo no sentía ningún interés por aprender.

—¿Has dormido bien? —me preguntó Melina.

—Sí, gracias. —Evité decir que la mejor parte fue cuando me desperté y leí el mensaje de Frank.

—Vamos a ir a comprar algunas cosas para tu padre —me dijo mamá mientras su bolso del armario.

Asentí y las acompañé a la puerta. Una vez que se fueron, conversé con Karina por teléfono y me dijo que había estado saliendo con Drake, el chico que conoció en la fiesta. Lo que me pareció sorprendente, ya que ella no solía salir con chicos. Evitaba los noviazgos a toda costa.

Al finalizar la llamada, pensé en hablar con Fernando, pero luego decidí que era mejor dejarlo para más adelante. No quería confundirme cuando me dijera lo mucho que me echaba de menos. Mi mente estaba comenzando a despejarse, y no quería llenarla de dudas con sus halagos y sus comentarios sobre Frank. Hablando de Frank, tenía que agradecerle el detalle de haberme traído comida china. Un simple «gracias» no le haría daño a nadie.

Cuando estuve frente a su habitación, llamé a la puerta un par de veces. Al no obtener respuesta, giré el pomo y la puerta se abrió con un ligero chirrido. Era la segunda vez que entraba en ese cuarto tras la llegada de Frank, la primera había sido por obligación, y esta, bueno, era por voluntad propia. Asomé la cabeza, esperando verlo durmiendo o jugando al Xbox, pero no había ni rastro de él. La cama estaba perfectamente hecha y la consola sobre la mesita.

Entré sigilosamente y cerré la puerta detrás de mí. Inspeccioné el lugar con detenimiento y mi mirada se detuvo en la cómoda, donde había una fotografía. Me acerqué para verla. Era de una pareja y de un niño de cabello castaño claro, en medio de ellos; los tres sonreían felices a la cámara. Las fotos inmortalizan instantes que jamás volverán... Sentí un nudo en la garganta al imaginar el rostro pequeño de Frank cuando se enteró de que sus padres habían muerto.

—¿Qué estás haciendo?

Contuve la respiración y me giré sobresaltada.

—Lo siento —dije. Noté los labios secos.

Cuando lo vi saliendo del cuarto de baño, me quedé estática y tuve que tragar saliva. Por un momento olvidé a lo que había ido a la habitación. Frank solo llevaba puesta una toalla blanca en la cintura, que cubría su enorme... Bueno, no sabía si era enorme, no es que estuviera pensando en ello... ¡Dios! El caso es que estaba cubriendo su miembro.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Where stories live. Discover now