Capítulo 5.1: Bajo el fuego enemigo

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Fuego. Eso era todo lo que se podía ver. Las flamas habían consumido rapidez toda la zona y era posible ver el daño final en todos los grupos.

Los humanos habían logrado salvarse por una simple intervención de último momento, el djinn azul que se había llevado tan bien con ellos había aparecido junto a ellos y conjurado un escudo de viento sobre ellos para protegerlos. Al menos a la mayoría, sólo dos no habían estado dentro del escudo cuando el fuego engulló todo. Uno de ellos había sido Ademaro Hausser y el otro era el joven Eller quien aunque no había alcanzado a ser protegido por el escudo del djinn, sí había tenido tiempo de activar uno propio.

Alrededor de él estaba activado un campo de fuerza que parecía formado por varios arcos de energía que ondeaban repeliendo las llamas, él por su parte se veía muy tranquilo, examinando sus alrededores como quien evaluaba el daño general con una sonda electrónica.

—Lamento no haber podido defender a su amigo—dijo el djinn mientras se elevaba en el aire—. Tengan cuidado con mis hermanos.

Acto seguido se esfumó en el viento, dejando a los humanos con la expectativa de más ataques.


Al mismo tiempo en las líneas de los faerie todos habían alcanzado a protegerse también, aunque una no tuvo la suerte de reaccionar a tiempo en vista de que había estado más cerca del origen del estallido, ahora yacía en el suelo, reducida a un cuerpo chamuscado con su antes vistoso cabello reducido a hebras quemadas. Sus amigos por su parte habían alcanzado a conjurar un escudo de ramas en el caso de Verdania que ahora había sido reducido a ramitas ardiendo, un gran escudo de vientos como en el caso de Sílfido quien de hecho parecía agotado de haber tenido que defenderse tan súbitamente. En el caso de los gemelos, el de la túnica blanca había alcanzado a conjurar una barrera para defender a ambos y estaba en el proceso de disiparla apenas lo hizo el hermano de la armadura negra salió dispuesto a enfrentarse a los oponentes cercanos. La última miembro del grupo no estaba a la vista y de hecho tanto Verdania como Sílfido parecían haber reparado en su ausencia cuando el suelo crujió y ella emergió de la tierra, totalmente empolvada, pero de otro modo ilesa.

—¿Estamos bien?—se animó a preguntar mientras se incorporaba y despejaba la vista.


Los djinn no habían recibido daño en absoluto, de hecho todo el fuego estaba siendo absorbido por Ifrit quien lo hacía con suma facilidad.

—¡¿Es esto lo mejor que puedes hacer?!—gritó desafiante el djinn de fuego—. ¡Yo soy el verdadero fuego!

Lo único que parecía importarles a sus hermanos era la intervención de Djinn quien se había lanzado a salvar a los humanos. Tanto Azula como Qaf lo miraban reprobatoriamente, mientras Ifrit aún no se daba por enterado todavía.


Los asgardianos habían recibido el impacto del fuego pero salvo ligeras quemaduras superficiales y algunas puntas chamuscadas todos parecían estar en relativo buen estado. Es más, Fahall había empezado a cargar contra el responsable agitando su hacha lanzando un feroz grito de batalla que recordaba a los osos como aquel cuya piel usaba en ese momento. El gigante, por otro lado, sí parecía haber recibido daños que podrían considerarse graves, pero estaba curándose las quemaduras en la piel soplando hielo sobre ella.


Los olímpicos, se habían logrado defender del fuego de último momento con una burbuja dorada que los envolvió a todos. De pronto uno de los costados se quebró y Hércules salió gritando, también rumbo al conjurador del fuego.

—Hermanos, espera, ¡tenemos que hacer un plan!—gritó el joven que lo acompañaba.

—¡Tú hazlo Perseo! ¡Yo lo aplastaré!—gritó Hércules con una sonrisa mientras avanzaba y enfundaba su porra.

Las dos gorgonas se deslizaron cada una a cada lado de Perseo.

—¿Siempre es así?—preguntó una.

—Sólo cuando tiene una buena pelea—dijo Perseo alistando su espada.

Ambas gorgonas alistaron sus arcos, con sus serpientes en los cabellos mirando en todas direcciones.


Los representantes egipcios estaban algo atemorizados, las llamas estuvieron a poco de acabar con ellos, pero Neferkaptah había conseguido invocar una barrera entre ellos y las flamas con relativa rapidez. Todos giraron a donde estaba él quien seguía con calma leyendo su libro.

—Ehhh... gracias—dijo Bastis-Sirias quien parecía estar a mitad de una postura de conjuración también.

—Por nada—se limitó a decir Neferkaptah mientras giraba la página—, ¿asumiré que quieres que baje la barrera para poder empezar a pelear?

—Pues claro—dijo Anup-Inpu mientras preparaba sus hoces de combate—. Por eso estamos aquí.

—Bien—dijo el conjurador mientras hacía un gesto con su mano sin dejar de leer el libro—. Si requieren curación o algo de apoyo estaré aquí acabando este capítulo.

—Claro—dijo Sobek-Kwan preparando sus espadas—. Gracias...

Y sin decir más los tres representantes guerreros de los egipcios salieron al campo de batalla.


Artuk por su parte se encontraba flotando en el aire a varios metros sobre todos los demás, propulsado por fuego de sus pies, aún en su forma humana, observando todo lo que había pasado tras lanzar su primer ataque. Podía ver claramente al berserker aesir corriendo hacia él mientras Hércules en persona se preparaba para aporrearlo también. Podía ver al djinn de fuego volviéndose más fuerte con la llamarada que había lanzado. Y también sus únicas bajas: un humano y una faerie cuyo único error fue avanzar hacia él en vez de mantenerse en su grupo.

—Muybien—se dijo a sí mismo—. Esto podría haber resultado mejor...

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