Capítulo 5.5: Desenlace

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Los faerie (menos Nubia y la Alta Reina Okszaratar) estaban en plena pelea con el grupo de representantes egipcios (menos Neferkaptah). Todo parecía a favor de los faerie por el simple hecho de ser más.

Sobek-Kawm estaba luchando contra los gemelos, parando los golpes de la espada de uno con las suyas y bloqueando los hechizos del otro con poderosos golpes de su cola, se movía bastante ágilmente para alguien con anatomía de cocodrilo, en su mayoría por el uso de la ya mencionada cola. Sin embargo, parecía estar acorralado y empezaba a retroceder.

Anup-Inpu estaba luchando contra Verdania y Tariss quienes ciertamente lo estaban superando muy rápidamente. Varias lianas brotaban del suelo, conjuradas por Verdania, y lo enredaban mientras Tariss lo atacaba sin tregua con poderosos golpes de sus puños que causaban grandes fracturas en el suelo al impacto. Por suerte, su agilidad bastaba para librarlo de lo peor y sus hoces servían para cortar las lianas que acertaran. Pero, al igual que su compañero, estaba siendo superado.

Bastis-Sirias se encontraba en problemas con Sílfido quien la atacaba con súbitas ráfagas de viento antes de esfumarse en el aire. Ella podía conjurar un escudo de energía con gestos de sus zarpas, pero se veía incapaz de contraatacar. Finalmente, harta de la táctica de pega y esquiva de su oponente, optó por conjurar una tormenta de arena a su alrededor lo cual dejó a éste a ciegas.

Todo el grupo egipcio aprovechó la tormenta para ir hacia ella con rapidez. El grupo faerie rodeó el lugar todos preparándose para el ataque. Entonces la tormenta se disipó con un estallido de arena que derribó al gemelo de blanco, su hermano le ayudó a pararse de inmediato.

En medio del lugar ya no quedaba nadie. Sílfido se manifestó entonces en el centro de todo y examinó el lugar.

—Creo que los convocaron a otro lado—dijo mientras miraba alrededor—. Hey, ¿a dónde se fueron el resto de grupos?

En efecto, ya no había rastro de los humanos. Tampoco de los Olímpicos ni de los Asgardianos. Los djinn también parecían haberse retirado aunque a lo lejos podían escuchar algunos truenos y se podían percibir destellos en el aire.

—¿Creen que sea esa djinn de relámpagos?—preguntó Verdania.

—Es lo más probable—dijo Sílfido—. Bueno, supongo que ahora sólo nos resta eliminar al mundo más peligroso primero.

—Yo creo que deberíamos eliminar al individuo más peligroso primero—dijo Verdania.

—¿Y ese sería quién?—dijeron los gemelos al unísono.

—La Alta Reina Okszaratar, obviamente—dijo Tariss—. ¿Creen que Nubia haya logrado atrapar al dragón?

—Lo dudo—dijo Sílfido—. Era muy veloz, posiblemente tuvo que vérselas con el djinn, lo cual explicaría por qué están perdidos.

—¿Deberíamos preocuparnos por los humanos?—Tariss preguntó con cierta duda.

—Hay un par de ellos que me intrigan—dijo Verdania—, pero creo que estamos a salvo contra ellos de momento.

—¿Soy yo uno de esos humanos?—preguntó una voz animada.

Sílfido y Verdania atacaron a la vez, él con una ráfaga y ella tirando lo que parecía una estaca de madera blanca. Ambos ataques impactaron en un campo de fuerza conformado por varias descargas entrecruzadas.

—Wow, manifestación de materia inmediata—dijo el joven Eller mientras recogía la estaca—. Y lo tuyo creo que es control de presión de aire, ¿verdad?

—Humano, mejor te explicas o serás eliminado—dijeron los gemelos mientras se ponían en posición ofensiva.

—¿Están siquiera seguros que pueden afectarme? —preguntó con cierta malicia—. Este campo de fuerza es muy durable. Además si quisiera herirlos ya lo habría hecho.

—¿Qué es lo que quieres entonces?—preguntó Tariss.

—Quiero ayuda para derrotar a los djinn y ustedes tendrán mi ayuda para derrotar a la Reina de la Oscuridad.

—Reina Oscura—aclaró Verdania.

—Esa misma...—admitió Eller.

—¿Dónde están tus compañeros?—preguntó Sílfido.

—Tuve que enviarlos lejos para distraer a los djinn, pero bueno, podré reunirme con ellos eventualmente—dijo el joven Eller con calma.

Los faerie se miraron unos a otros. En el cielo se escucharon los truenos ahora más cercanos.

—¿Vienen por ti, verdad?—preguntó Verdania, mirando al joven Eller.

—Si no me ayudan, entonces tendré que pedirles un favor simple—extrajo una extraña esfera llena de mecanismos y aberturas circulares de su abrigo y empezó a darle cuerda moviendo una pequeña manivela en un extremo—cuando me haya ido, guarden esto.

Apenas terminó de darle cuerda una de las aberturas empezó a brillar con intensidad mientras todos los mecanismos giraban. El joven humano se apuntó con la luz y luego cerró los ojos. Hubo un destello de luz azulada y lo siguiente que todos vieron fue a la esfera caer y quedar en estado inerte.

Los truenos cesaron casi de inmediato.


Muy lejos de allí, Sobek-Kawm, Anup-Inpu y Bastis-Sirias terminaron de acomodarse en su refugio. Era una espaciosa tienda con varios cojines y cómodos muebles. En el centro había una amplia mesa con varias jarras de plata con todo tipo de bebidas y bandejas de oro con los mejores manjares. Sentado en un mueble bastante amplio y cómodo, Neferkaptah seguía leyendo su libro.

—Gracias por el rescate Neferkaptah—dijo Bastis-Sirias con una inclinación—. ¿Puedo preguntar por qué no participaste de la pelea?

—Todavía no termino de leer—se limitó a decir Neferkptah pasando una hoja—. Además, se supone que debía recolectar datos de los Olímpicos, no de los feéricos. Y en menor grado, de los Asgardianos.

—¿Notaste algo raro en los aesir?—preguntó Bastis.

—Sí, hay magia poderosa allí—dijo Neferkaptah—, magia que elude mi sondeo inicial. Lamentablemente fui distraído antes de hacer un examen más profundo.

—¿Qué hacemos ahora entonces?—preguntó Anup-Inpu.

—Descansar—dijo Neferkaptah—. Y luego vamos por losOlímpicos.

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