Episodio 9 - Say war

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Episodio 9 - Say war

La paz siempre es efímera, no importa cuán pacifico, pequeño o estable sea un reino, siempre existirán aquellos que deseen arrebatarle a otros lo poco que poseen para sus egoístas deseos.

La paz es efímera y eso es justo lo que Sir Jonathan Kent pensaba en esos momentos mientras peleaba a muerte con las garras que la orden de los Búhos había enviado al castillo.

Escondidos en un armario a sus espaldas se encontraban los pequeños príncipes de Gotham, Alera de solo cuatro años y Thomas de dos, ambos no más que unos bebes y los completos dueños de su corazón.

Su espada había salido volando hacia el otro lado de la habitación y ahora peleaba a mano desnuda, era una suerte que hubiese heredado la complexión fornida y resistente de su padre, pues de otro modo habría caído hace mucho ante los hábiles asesinos.

La guerra ya había azotado aquellas tierras durante demasiado tiempo, Damián y sus hermanos llevaban meses fuera conteniendo los ejércitos enemigos mientras Rachel cargaba sobre sus hombros la responsabilidad de mantener la capital a salvo con su magia, justo como esa mañana en la que tuvo que marcharse del castillo para hacer frente a los garras que insistían en destruir sus calles con fuego y asesinatos indiscriminados.

La mujer le había suplicado que se quedase en palacio protegiendo a sus hijos y el sin dudarlo acepto, era el capitán de la guardia real, su deber estaba con los miembros de la familia y con nadie más.

Debió suponer que toda aquella treta en el pueblo no era más que una distracción para dejar a los pequeños príncipes indefensos y secuestrarlos, porque si, para terror del muchacho aquellos seres desalmados no deseaban asesinarlos, estaban allí para llevarles consigo y probablemente convertirles en algo similar a los seres que ahora le atacaban sin descanso.

Iba a morir, estaba seguro de ello, pero al menos moriría llevando consigo a todos aquellos malditos asesinos, nunca les pondrían una mano encima a los niños mientras él estuviera respirando.

De pronto un dolor agudo le atravesó el torso haciéndole jadear agotado, le habían apuñalado y sangraba copiosamente, de un golpe seco termino en el piso y todo lo que sus ojos nublados por la debilidad alcanzaron a ver antes de ceder a la oscuridad fue un brillo violeta salir del armario donde los niños se resguardaban.

Cuando despertó nuevamente, descansaba en una cama suave y cómoda, la parte superior de su cuerpo completamente vendada y una sonriente Rachel a su lado con Thomas en brazos.

- ¿Qué paso? - fue la pregunta obvia en esos momentos, pero para la hechicera resulto obvio que no le estaba cuestionando por los eventos ocurridos tanto como por la visión que tuvo antes de desmayarse.

- Protegiste a nuestros hijos valientemente. - empezó a explicar de manera calma la princesa. - Pero resultaste apuñalado por la espalda y el temor de casi verte morir activo la magia que aun dormía en el interior de Arella y Thomas.

- ¿Magia?

- Son mis hijos Jon, la sangre de hechiceros corre también por sus venas, era algo que Damián y yo suponíamos tarde o temprano ocurriría, pero nunca imaginamos que sería tan poderosa en Thomas. - Explico de nuevo la de ojos amatista mientras distraídamente jugueteaba con la pequeña mano de su bebe.

Jonathan iba a preguntar algo más cuando uno de los guardias a su mando abrió la puerta agitado.

- Los príncipes han vuelto. - anuncio. Y antes de que hubiese respuesta alguna Rachel salió disparada de la habitación con su hijo en brazos, deseosa de reencontrarse con su esposo. Jon intento seguirle ayudado por Maya, la joven que solía llevarle los arreglos de flores a la madre de la futura reina y que ahora fungía como su dama de compañía. Ambos amigos de la infancia de Damián, también deseaban verlo regresar sano y salvo.

Al arribar al salón del trono donde se suponía los recién llegados se encontraba esperaba hallarse la alegría solemne que prosigue a una victoria sangrienta como la que habían obtenido días antes; sin embargo Rachel se topó con un ambiente pesado de tristeza y desolación, clara señal de que la muerte les había encontrado. Con el corazón martilleando en su pecho coloco a Thomas en los gentiles brazos de la nodriza que ya le había dado alcance junto a la pequeña Allera, y se abrió paso entre los presentes en busca de unos ojos esmeralda que para su sorpresa le aterraba no volver a admirar.

Justo en medio del salón, frente a los tronos de ónix pulido, yacía frio y solemne el cuerpo sin vida del Rey Bruce, aun con su armadura y espada en mano, rodeado por sus cuatro hijos que con diferentes expresiones de dolor le observaban sin decir palabra.

Los ojos amatista de la princesa recorrieron con ansiedad a cada uno hasta encontrarse con aquellos que en realidad buscaba, sin pensar en las formalidades o apariencias corrió hasta Damián y se arrojó a sus brazos donde fue recibida con anhelo y necesidad, el fuerte agarre de su esposo le dejo saber que no era la única que había extrañado el tacto del otro con desespero durante esos meses separados; y con dolor comprobó, mientras el príncipe heredero enterraba el rostro en su cuello, que el corazón de su esposo se encontraba roto y lleno de tristeza.

Su padre había muerto...el rey había muerto...y ahora su turno de ostentar aquel manto había llegado.

Historia de un reinadoWhere stories live. Discover now