Capítulo 15

187 16 4
                                    

Después de haber sacado mis conclusiones, bajé inmediatamente y salí de la mansión. Ahora mismo el gobernador tiene solo tres buques de la marina con lo cual en alguno de ellos se encuentra la hermana de Mary. Me alejé lo suficiente para que nadie sospechara, y esperé a que Thomas saliera de su escondite, conociéndolo sabía que me había estado siguiendo con la mirada y de seguro ya se habría dado cuenta de que algo pasó.

-Ana ¿no pudiste sacarla de la mansión?-. Habló Thomas lo más bajo posible.

-No, el problema no es ese, sino que nunca estuvo allí. Estoy segura de que se encuentra en uno de esos barcos-. Dije señalando.

-¿Pero por qué la escondería ahí?-.

-Solo creo que su hermana es la favorita de Bertrand, por lo tanto la mantendrá fuera del alcance de sus invitados. Teniéndola en la mansión supondría un gran riesgo-.

-Espera aquí, yo iré a explicarles a mis hombres e iremos a revisar cada buque-.

Estoy tan nerviosa, necesito sacarme las dudas de que se encuentra allí. Lo siento por Thomas pero me voy a adelantar e iré por el barco del medio.

Gracias a mi padre es que conozco cada rincón de este tipo de barco y lo más probable es que la haya encerrado en la bodega donde se reservan los alimentos. Bajé con mucho cuidado unas escaleras, ya que podrían hacer algún ruido. Era obvio que no iba a ser tan fácil, para mi mala suerte hay un grandulón como guardia y detrás de él hay una pequeña jaula con alguien adentro. Primero debo deshacerme de este gran hombre. Puse mis dedos en mis labios y chiflé lo más fuerte posible.

-Oye grandote ¿No deberías de cuidar que nadie entre?-.

-Maldita mujerzuela, te enseñaré a no entrometerte en donde no debes-. Dijo furioso mostrando su gran espada, mientras daba grandes zancadas para acercarse a mí. Pero fui lo bastante rápida que en un cerrar de ojos me encontraba arriba, lista para que ese estúpido guardia asome su gran cabeza y así poder tirarle un barril de pólvora.

Espero no haberlo matado, y que solo se haya desmayado. Bajé nuevamente a la bodega y me acerqué a aquella jaula. En ella se encontraba una niña de apenas unos 15 años y estaba acurrucada en un rincón, mientras cantaba una canción que al escucharla detenidamente pude darme cuenta que era la misma que me cantaba mi madre de pequeña.

Cupido me ha flechado,
la riqueza me da igual,
solo ha de consolarme,
mi marino audaz jovial,

Doncellas vengan todas,
quien quiera que seas,
que el amor de un audaz marino,
surca el embravecido mar.

Las leyendas dicen que ese es el canto de las sirenas y que si un hombre escuchaba esa canción corría peligro, pues en realidad esas sirenas no eran lo que aparentaban ser, en realidad los atraían con sus bellos cantos y sus hermosos rostros para poder arrastrarlos hacia el fondo del mar y después comérselos.

-Oye muchacha, he venido a sacarte de aquí. Ya no hay nada que temer-.

-No hay salvación para mí, estoy sucia y ese hombre jamás me dejará en paz-.

-Sí que la hay, tu hermana no dejará que el gobernador te vuelva a poner un solo dedo encima-.

-Mi hermana ¿está aquí? ¿Mary vino por mí?-. Dijo con unos ojos cristalizados.

-Así es pequeña, ella te ha estado buscando por cielo y tierra. Ahora mismo te saco de aquí y podrás reencontrarte con ella-. Dije mientras trataba de romper el candado de la jaula.

-¡Cuidado detrás de ti!-. Gritó. Asustada me di la vuelta para encontrarme con el grandulón.

-Aquí estás rata escurridiza, muere maldita-. Dijo y levanto su espada. Yo no pude hacer nada, solo me temblaron las piernas y cerré los ojos esperando lo peor. Pero lo extraño es que no sentí nada, así que volví a abrir mis ojos, aquél hombre había sido atravesado por una espada y calló como un tronco.

Vendida a los piratasWhere stories live. Discover now