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Después de mandarle un mensaje a Felipe pidiéndole perdón por no haberle respondido, quedamos en almorzar mañana.

Esa tarde cuando llegué a casa lo primero que hice fue llamar a Cata. Me respondió con la excusa de que se sentía mal y no hablamos más.

Al día siguiente, en la hora del recreo, no pudo escapar de mi interrogatorio. Estábamos ella y yo solamente, sentadas abajo de un árbol tomando mate.

-Cata... Tienes que contarme que pasó en la fiesta-

Rápidamente desvió la mirada, terminó su mate y mientras cebaba el mío suspiró.

-Tienes razón, eres mi mejor amiga, no puedo ocultártelo.-

Asentí sonriendo.

-Bueno, el dueño de la casa, Ramiro, y yo... Nos... Nos besamos...-

Silencio.

-Eso no me sorprende Cat...-continué al ver que no me miraba.

-Sentí...-

-¿¡Te toco?!- exclamé

-¡Shh! No, no. Sentí cosas... En mi panza...-

-Ay no ¿Le vomitaste encima?-

-¡Julia!- rió

-Bueno no estás ayudando- me defendí riendo.

-La puta madre. Creo que me gusta Ramiro.-

Silencio.

-Bueno... Eso sí me sorprende. Pero no entiendo porque es malo.-

-¿Cómo que por qué? Yo no me enamoro Juli. Yo me divierto.-

-Enamorarse puede ser divertido...- me burlé y ella bufó - estás exagerando, quizá el también gusta de ti-

-De eso estoy segura...- la miré confundida -mientras nos besábamos, me dijo que le gustaba y yo... Bueno, básicamente salí corriendo-

Mi primera reacción fue reírme y taparme la cara con las manos. No podía creerlo. Después pasé todo el recreo intentando que Cata entrara en razón pero fue casi imposible. El timbre sonó y dimos por terminada la conversación (más bien ella la dió por terminada).

Al mediodía habíamos quedado encontrarnos con Feli en la puerta de un restaurante cercano a la facultad. Al entrar acercarme a la esquina lo ví parado y se me revolvió el estómago. Llevaba un montgomery negro y unos pantalones de jean oscuros con zapatillas blancas. Estaba con la vista puesta en su celular y su cabello se caía travieso por su frente.  Una de sus manos estaba en el bolsillo y con la otra escribía en el teclado.

Al acercarme él levantó la mirada y me sonrió. Pensé que iba a morir de amor.

-Hola Juli- murmuró mientras guardaba su celular en el bolsillo y me daba un beso en la mejilla que duró unos segundos más de lo que debería.

-Hola Feli, perdón si llegué unos minutos tarde... No nos dejaban salir de la clase- alcé mis ojos en señal de aburrimiento, a lo que él rió.

-Ya creía que me ibas a plantar- dijo mientras abría la puerta del bar y me dejaba pasar. Me reí y lo golpeé con suavidad en el brazo. Entre nosotros de a poco, se iba formando una complicidad única.

Nos sentamos en una mesa al lado de la ventana y pedimos hamburguesas para comer.

-Estas preciosa- rompió el hielo. La verdad es que a él se lo veía muy relajado... Mientras que yo no podía dejar de mover la pierna por debajo de la mesa.

-Gr... Gracias tú también- dije pero se me cortó la palabra porque sentía la garganta seca.

-No tienes que estar nerviosa...- rió mientras se peinaba hacia atrás con su mano.

-No lo estoy- mentí y mordí mi hamburguesa.

Me guiñó el ojo mientras sonreía y me imitó comiendo.

-Y bueno... ¿Cómo va la ansiedad?-

-Bueno... Bien... La terapia esta resultando bastante bien. Me sugirió...- me quedé en silencio dudando si contarle que debería medicarme.

Todavía no se lo había dicho ni a mis amigas pero sentía en el una confianza extraña. Quizá era porque él entendía estas cosas por su hermana...

-Me sugirió ir al psiquiatra-

Él bebió con naturalidad de su coca-cola. No parecía sorprendido.

-Si, lo imaginé, a veces es necesario una ayuda extra en estas cosas-

-¿No piensas que estoy loca?- me sorprendí y hasta soné un poco estúpida.

-Para nada- rió -es normal, no tienes que avergonzarte. No te pongas más motivos innecesarios para tener ansiedad-

-Si es cierto...- asentí-siempre tienes las palabras justas para hacerme sentir mejor-

-Me alegro por eso- murmuró mientras sus ojos no se despegaban de los míos. Parecía como si un imán nos tuviera pegados.

De pronto el bajó la mirada, se limpió la boca con la servilleta y me dijo:

-¿Tienes algo que hacer ahora? Quiero mostrarte un lugar...-

-Claro...-

Felipe insistió en pagar todo y sólo lo dejé porque me prometió que la próxima pagaría algo. Pff, la próxima pagaría todo.

Me subí a su auto que reconocí porque era con el que me había llevado al hospital. Dentro escuchamos un poco de música de la radio y de vez en cuando charlábamos sobre temas banales.

-¿Tengo que preocuparme por que me secuestres?- me burlé al ver que subíamos a la autopista.

-No- rió - no quiero que te agarre un ataque de ansiedad por favor- se burló y lo volví a golpear en el hombro.

-Ja ja- fingí ofenderme.

Pronto tomó una salida de la autopista y llegamos a un lugar que parecía una pradera. Estacionó y nos bajamos. Allí todo era en distintos tonos de verde, había flores y arboles rodeándonos. A lo lejos se veía un lago de color turquesa.

-Wow-

-Sabía que iba a gustarte- presumió Sam y se echó a andar.

Me quedé unos segundos mirándolo alejarse de mí. Caminaba con una tranquilidad envidiable. 

Quería aprender de él.  Rodearme de él me hacía sentir bien. Me hacía querer ser mejor y sentirme mejor. Él me inspiraba a disfrutar de la vida. De las pequeñas y de las grandes cosas.

-¿Vienes?- gritó cuando estaba lo suficientemente lejos de mí.

Y caminé a él con una sonrisa.

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Mirando en la oscuridad  #Wattys2018Kde žijí příběhy. Začni objevovat