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Me acerqué al borde del lago y se veía aún mas precioso.  El color era turquesa pero se podía ver que debajo del agua había rocas y arena. Era el lugar más puro en el que alguna vez había estado, no estaba contaminada el agua ni el aire.

-Gracias-

-¿Por qué?- me miró. Él era unos centímetros más alto así que tenía que agachar un poco su cabeza al mirarme.

-Por mostrarme este lugar, me da mucha paz. Es oficialmente mi lugar favorito.-

-Eso quería lograr justamente...- lo miré confundida- quiero que guardes todos los detalles que puedas de este lugar. Te voy a ayudar- prosiguió. Y dándose vuelta se sentó detrás de mí y me hizo un gesto para que lo acompañara.

-Quiero que primero cierres los ojos. ¿Qué sientis?-

Le hice caso y respiré profundo. Éste momento era perfecto.

La suave brisa movió mis cabellos y puso mi piel de gallina.

-El viento...-

-¿Qué más?- insistió.

Seguí agudizando mis sentidos.

-El pasto en mis manos- respondí tocándolo.

-Genial... ¿Ahora qué hueles?-

-El perfume de las flores...-

Permanecimos en silencio unos segundos, mientras yo captaba por el tacto y el olfato todas las sensaciones.

-Ahora... ¿Qué escuchas?-

-El viento en mis oídos... Nuestras respiraciones...- lo sentí sonreír - y el ruido de las hojas mientras se mueven por el viento-

Esperamos unos segundos y un nuevo sonido apareció.

-El canto de los pájaros- agregué.

-Bien. Ahora abre los ojos-

Lo hice con suavidad y observé el atardecer desplegarse frente a mí.

-¿Qué ves?- murmuró

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-¿Qué ves?- murmuró.

-Un cielo precioso, con algunas nubes... El lago, flores con colores que me gustan mucho... Algunos cerros a lo lejos...-

Suspiré. Me encontraba extasiada.

-¿Cómo te sientes Juli?-

-En paz- murmuré por primera vez en mi vida.

Felipe sonrió y volteé a verlo. 

-Gracias por esto, es lo mejor que alguien hizo por mí-

-No tienes que agradecerme... La idea es que cuando te sientas agobiada por la rutina o con ansiedad, cierres los ojos y recuerdes todo lo que sentiste acá, lo que viste, escuchaste y oliste...-

-Solo falta un sentido...- murmuré mirándolo a los ojos.

Me sentía embriagada por su presencia, su forma de ser y todo lo que hacía por mi. Éste lugar era perfecto y él era la compañía perfecta.

-¿Si?- murmuró mientras se acercaba.

Asentí lentamente. Con su mano colocó un mechón detrás de mi oreja y luego la deslizó hasta mi nuca. Mi piel se erizó. Sus labios suaves y carnosos tocaron los míos.

Y así, nos fundimos en el mejor beso que jamás me habían dado.

Sentí que volaba, que estaba en otra realidad, que estaba en las estrellas. Comenzamos a besarnos con un poco más de pasión y luego con ternura, compartiendo todas las emociones que nos desbordaban. El repartía caricias con su dedo gordo en mi mejilla, mientras yo acariciaba el cabello de su nuca. Con la otra mano, me tomaba por la cintura como si jamás quisiera soltarme...

Y deseaba que así fuera.

Nos separamos luego de un tiempo. No se cuánto había pasado porque perdí la noción de los minutos mientras también me perdía entre sus brazos.

Ambos sonreímos, conectamos nuestras miradas y juntamos nuestras frentes. Mientras suspiraba, cerré mis ojos y me permití por primera vez ser feliz.



Permanecimos un rato más sentados, de a ratos besándonos y haciéndonos caricias. Nuestras manos estaban entrelazadas, mientras yo jugaba con nuestros dedos. Él me acariciaba la espalda y hacía algunos chistes.

Así pasaron las horas, entre risas y conociéndonos. 

De pronto el sol se ocultó y la noche cayó sobre nuestras cabezas. 

-No quiero irme...- suspiré mirando al horizonte. 

Él rió. 

-Tranquila, vamos a volver, lo prometo.-  Nos pusimos de pie y caminamos hacia el auto. 

El viaje de vuelta fue más rápido que el de la ida, lamentablemente. Cuando me dí cuenta, ya estaba en la puerta de mi casa. Nos despedimos con un suave pero largo beso y prometimos hablar más tarde.  Al entrar a casa, mamá me sorprendió un poco enojada. 

-¿Dónde estabas? Estuviste afuera todo el día-

-Perdón, me olvide de avisarte... pero estuve con un amigo-

-Ten cuidado hija...- mi  mamá era temerosa, exagerada y dramática. Así fui criada y creo que eso repercutió en mi actual condición...

-Si- traté de ignorar lo que me decía para no sentirme mal. 

Subí a mi habitación, me bañé y me cambié. A continuación me acosté en la cama y miré el techo por unos instantes. Tenía una sonrisa dibujada en mi cara y un millón de emociones en mi estómago. 

Suspiré y sentí mi celular vibrar en la mesita de luz. 

"Fue el mejor día de mi vida. Gracias por eso... Te quiero".

Mi sonrisa se amplió y cerré los ojos con fuerza, casi como si no pudiera creerlo.  Esperaba que él escribiera primero pero no tan pronto.

"Gracias a ti, por hacerme ver la vida de otra manera. Te quiero".

Escuché el llamado de mamá para que bajara a comer y me dirigí a la cocina. 


Hola! Quería contarles que lo que escribí en este capítulo está inspirado en una ténica psicológica en la cual tenes que imaginar un lugar que te de paz y diferentes sensaciones. Así logras bajar la ansiedad y calmarte un poco. Inclusive puede ayudarte a dormir.

Puede ser cualquier lugar, real o inventado, con las cosas que a vos te den paz.

Guiate por los sentidos: tacto, visual, auditivo, olfato y gusto.

Es un muy buen ejercicio para poner en práctica, yo lo hago y lo súper recomiendo. 

Mirando en la oscuridad  #Wattys2018Where stories live. Discover now