Capítulo Cuatro

91.7K 6.9K 1.7K
                                    

La suerte estuvo de mi lado y el señor Edmon no me sermoneó por mis cinco minutos de retraso porque estaba muy ocupado en su oficina. Hoy ha sido un viernes bastante ajetreado en mi turno de trabajo. Personas van y vienen haciendo sus compras para el fin de semana y estoy agotada. Me duelen los pies y un poco la cabeza.

Son casi las nueve de la noche y en media hora más termina mi turno y podré irme a casa a descansar no sin antes pasar por Buenavista Village para recoger las llaves que me dará Isabel. Estoy muy entusiasmada por comenzar a trabajar mañana en la bonita casa del señor Avilés. Nunca había escuchado sobre ese señor, pero una cosa es segura, y es que él tampoco tendrá queja alguna sobre mi trabajo porque voy a dejar todo reluciente. Siempre me esfuerzo en dar lo mejor de mí y esta vez no será la excepción. Limpié muchas casas en mi vecindario en veranos pasados y además de adquirir experiencia, el dinero que ganaba lo gastaba todo en pagar las facturas de la casa y en los útiles escolares que necesitaba para comenzar otro año en la escuela pública. Antes de trabajar en el bar, mi padre tenía trabajos esporádicos en la construcción, pero los días de pago se iba al primer negocio abierto en donde vendieran alcohol y allí dejaba su cheque y también su dignidad, pues llegaba a casa cayéndose de borracho y yo tenía que lidiar con su desastre también. Han sido unos momentos duros. Y los siguen siendo.

Suspiro con cansancio.

Algunas de mis compañeras siguen procesando compras, pero como no estoy atendiendo a ningún cliente, tomo un paño, la botella de desinfectante y limpio mi área de trabajo. Mientras lo hago, pienso en el arrogante profesor de álgebra otra vez. Así ha sido toda la tarde y a cada instante. Incluso, me equivoqué al presionar los botones de la caja registradora por su culpa, por su inesperada confesión. "Porque yo también estaba dolorosamente excitado".

Oh, querido Dios. Mi cerebro quedó frito. Totalmente. Sí noté la excitación en sus ojos, pero no en esa otra parte de su anatomía. Mis mejillas arden al imaginarlo y no sé cómo lo veré a la cara el lunes cuando regrese a clases ahora que sé lo que siente por mi: deseo.

"Llevo casi diez meses conociéndote y notándote, Evenin".

"Admito que estoy tentado". "Eres muy atractiva, Evenin".

No. ¡Basta! ¡Ya basta, Evenin!

Me regaño con dureza a mí misma y me obligo a olvidar lo sucedido.

Me obligo a olvidarlo a él. No tengo tiempo para la "aventura con el profesor" como él mismo insinuó de manera burlona. Arrogante por demás. Grullón es de esos hombres que se creen la octava maravilla del mundo solo porque tienen dinero y un atractivo sin igual que...

No.

Sacudo mi cabeza para espantar las imágenes de esos ojos increíbles y exigentes, y lo logro. Ya no pienso más en él. Me concentro en sacar la mancha del cristal del escáner de precios. Escucho murmullos, risas amortiguadas y pasos que se acercan. Rápidamente guardo el trapo, el desinfectante, y preparo mi ensayada-amable-sonrisa para los clientes. Y espero.

Oh, no. Mi sonrisa se esfuma.

Lo veo primero antes que él a mí.

El profesor Grullón se acerca a mi estación de pago... y no viene solo. Una despampanante rubia viene con él. No, no viene. Ella está pegada a él como una lapa en la pared, pero al profe parece no importarle en lo absoluto porque su brazo le rodea su estrecha cintura y le sonríe de manera muy íntima. Exhalo afectada porque una aguda e inquietante punzada de algo desconocido me recorre de la cabeza a los pies. Trato de recomponerme antes de que lleguen, pero verlo así de relajado y sonriendo tan despreocupo, no puedo superarlo porque se ve demasiado atractivo, demasiado sexy, demasiado...todo. Parece una persona completamente distinta a la que veo de lunes a viernes en la escuela.

Profesor Grullón (Editando)Where stories live. Discover now