Capítulo Catorce

102K 6.3K 1.8K
                                    

Lo bebo por completo y mi pecho y mi vientre se agitan. Esa vestimenta casual de jeans azules y camiseta blanca sin diseños lo hace ver como un ángel amable, atractivo y accesible. Sí, con todas sus "aes" bien puestas. Luce un tanto delgado y no se ha afeitado en días, pero ese aspecto de bucanero, lo hace ver más guapo todavía si eso es posible. Está descalzo y se mueve con la gracia de un león. Uno muy tenso. Y muy arrepentido.

—Perdóname, adorada Evenin —repite de nuevo las palabras que me dijo en la graduación mientras se acerca a mí a un paso lento. Me estoy quedando sin aire y mirarlo duele porque yo lo quería para mí, pero todo terminó. Así que desvío la mirada, pero con una desesperación que nunca le había escuchado, declara—: Iba a decirte esto antes, pero en un instante todo se fue al infierno y ya no pude hacerlo. Y como no quiero desperdiciar ni un segundo más, te lo diré ahora. Te amo, Evenin.

—¿Qué? —susurro brusca y mirándolo.

—Sí, es la pura verdad —reafirma con honesta firmeza cerca de mí—. Llevo amándote en silencio por mucho tiempo.

Lo miro atónita y niego sin poder creerlo, pero en su atractivo rostro veo...que lo que me confesó, es cierto. Dios mío. Él me ama. Mi primer amante y mi exprofesor de álgebra me ama de verdad. Una confirmación impresionante saber que él también siente lo mismo que he estado sintiendo yo. Cierro mis ojos abrumada ante la intensidad de su inesperada declaración. Entonces recuerdo las palabras que él iba a decirme antes de que mi madre nos interrumpiera: Adorada Evenin, yo te am...

Yo te amo.

Dios, oh, Dios.

Siento júbilo en mi interior por este amor correspondido y tengo ganas de reír y de gritarlo al mundo entero. Cuando abro mis ojos, él sigue ahí, hermoso y arrepentido. Lo que me recuerda de inmediato la razón de ese arrepentimiento.

Dolida, le espeto: —No quisiste escucharme y me juzgaste por las acciones de mi madre.

—Lo hice —acepta—, y no sabes cómo me odio a mí mismo por haber dudado de ti y por haberte lastimado. —En su voz hay dolor, su rostro brutalmente sincero.

—El daño está hecho, la herida está fresca y todavía no se cura. Y aunque yo también estoy enamorada de ti, la confianza se quebró y no puede repararse.

—Pero quiero repararla —expresa con vehemencia—. Quiero construirla desde cero y demostrarte que soy digno de... —Él se calla de repente y su expresión angustiada cambia por completo—. Espera un momento, ¿dijiste que tú también...me quieres?

Suspiro. —Sí, Sebastián. Creo que lo hago desde que te vi entrar por la puerta de tu salón de clases, pero no quise admitirlo. Amor a primera vista, ¿qué cliché, no? —sueno nerviosa y cuando lo miro, sus ojos brillan...con esperanzas, pero cambian a desesperación cuando le digo—: Dices que quieres reconstruir la confianza, pero ya demasiado es tarde —susurro con dolor en mi pecho.

—No, Evenin. —Él se acerca más—. Nunca es tarde para tratar de nuevo y para hacer las cosas mucho mejor que la primera vez.

—La primera es la que cuenta. Es la base para comenzarlo todo.

—Evenin...—suplica mi nombre.

Pero lo corto: —No me dejaste explicarte cosas importantes y personales sobre mí que nos hubieran ahorrado a ambos el sufrimiento que vino después. Esa mañana, después de haber tenido la noche más maravillosa de mi vida, iba a contarte sobre mi madre, sobre cómo hemos vivido mi padre y yo desde que ella se largó hace tres años atrás y no hemos podido...

—Sé todo eso —suelta sereno—, porque tu madre me llamó a escondidas de mi padre desde Grecia y me lo contó —explica, y me quedo quieta.

Después del momento de estupefacción, reacciono: —Mi madre...te llamó a ti, ¿y no puede llamarme a mí que soy su hija y darme explicaciones? —Mi voz se quiebra por la indignación.

Profesor Grullón (Editando)Where stories live. Discover now