Capítulo Extra

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Sebastián

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Sebastián

Las vistas en Casa Avilés son inspiradoras, coloridas y te quitan el aliento, pero no más que la mujer que está de pie en la orilla del lago mirando las tranquilas aguas.

Mi Evenin.

Observo como ella disfruta de los cálidos rayos del sol de la tarde, y al inhalar mi próximo aliento, una felicidad que nunca había sentido y que solo la he logrado con ella, recorre mi pecho hasta llegar al corazón. Cuando exhalo, me siento vivo. Y eso significa que solo vivo y respiro por ella.

Recuerdo cuando la vi por primera vez en mi salón de clases, ajena a todo lo que la rodeaba, a las miradas de interés que le daban los chicos y a las de curiosidad y cierta envidia que le daban algunas chicas. Yo también la miré, y ya no pude dejar de hacerlo porque supe en esos segundos que Evenin era única. Lo que nunca imaginé fue que ese día ella había sentido lo mismo por mí, pero ambos lo ocultamos al mundo, y sobre todo, a nosotros mismos. Pero el tiempo es incontrolable, y cuando ambos lo admitimos ya no hubo vuelta atrás y dimos rienda suelta a nuestra pasión contenida por largos meses. Fue mejor de lo que imaginaba porque fantaseaba con ella en mi cama, anhelaba tocar y perderme en la suavidad de su piel y besar sin prisas cada curva y los dulces secretos escondidos de su delicado cuerpo.

Sí, también fui un bastardo egocéntrico, engreído y enojado. Acepto todos esos adjetivos con e mayúscula. Mi pasado afectaba mi presente y no sabía cómo salir de ese lóbrego abismo, y lo peor de todo fue que metí a Evenin en ese autodestructivo espiral. Después de que ella se fuera de mi vida, de creer que la había perdido para siempre, yo quedé destrozado por culpa de mi propia desconfianza. Pero soy persistente por naturaleza, moví mis fichas, hice cálculos y sus posibles resultados. Hice todo lo que pude y mucho más para que ella me perdonara. Y su corazón noble lo hizo. Nunca en mis veintiocho años me he sentido más aliviado, más vivo y afortunado que cuando ella me dijo, «Te perdono, Sebastián, pero iremos reconstruyendo la confianza paso por paso». Esas palabras fueron mi luz al final del sombrío túnel de mi existencia, y me aferré a cada verbo y a cada letra con mi vida. En estos veintinueve meses que hemos pasado juntos, he hecho precisamente eso que le prometí, dar el máximo y entregarme por completo a diseñar el mejor plano de mi vida, incluyéndola a ella, a la mujer más hermosa de esta tierra, un hogar y una familia. Cada día trabajo en ese proyecto porque la confianza se ha reforzado entre ambos y ya no hay secretos ni dudas. Solo amor, respeto y franqueza. Su mano se mueve y reposa en la reducida curvatura de su abdomen. Y respiro felicidad, de nuevo.

Mi hijo.

4 meses. 200 gramos. 15 centímetros.

Cromosoma XY. Una parte Evenin. Una parte de mí.

Ella me dio la noticia cuando tenía tres semanas de embarazo y el cielo sabe que ese día algo más cambió dentro de mí, añadiendo más felicidad a la que ya tenía, más fuerza y más empeño en seguir construyendo la vida que merecemos los tres. Y lloré también, por ese obsequio que nos hará padres por primera vez, el que cuidaremos y amaremos hasta nuestro último aliento.

Profesor Grullón (Editando)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt