Capítulo Nueve

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Mientras conduzco a la casa Avilés para recoger mi paga, no puedo dejar de pensar en lo que casi sucede. Un beso. No sería mi primero, pero sí sería el único que abriera el camino para algo más, algo íntimo, excitante y especial. Lo deseé tanto, pero el destino a veces es cruel y lo cambia todo. El señor Edmon notó mi estado de ánimo durante todo mi turno y muy amablemente me dijo que me fuera a casa, pero negué. Porque ya no me gusta ir a casa. Pero no tendré más remedio que volver cuando recoja el dinero que hice el fin de semana anterior porque no tengo a donde ir. Me quedé trabajando también porque estuve esperándolo a él, a Sebastián, pero no ha vuelto a aparecer por el supermercado.

—Debe ser porque todavía le queda champán y condones —mascullo con amargura.

Luego me deprimo porque la realidad es que todo terminó. El profesor Grullón cumplió con las estipulaciones de la herencia y no creo que vaya ni a la graduación que será en dos semanas. Él lo dejó muy claro, no le gusta enseñar y no le gusta ser un profesor, por lo tanto, no volveré a verlo jamás. Trato de relajar el nudo de emoción en mi cuello y de sacudir la sensación de pérdida y de soledad que quiere arroparme. Pero es difícil. Pude haber tenido la relación alumna y sexy profesor desde el primer día y hubiera sido la experiencia más atrevida y excitante de mi vida, pero no quise. Él me deseaba, yo también a él, pero yo misma me puse la venda en los ojos y ahora me arrepiento.

Como me dijo Frida: "La vida es solo una, Evenin, y que un hombre como él esté interesado en ti, es una oportunidad increíble que no puedes dejar pasar porque te arrepentirás el resto de tu vida". Y hoy es el primer día, uno de muchos, en que la vida me recuerde lo que pudo haber sido y no fue. Inhalo y exhalo suavemente. Y sigue doliendo. Me recuerdo que debo seguir adelante para lograr mis objetivos...y que hay más hombres en el mundo.

«Pero ninguno como Sebastián» Eso debe ser mentira. ¡Sí debe de haberlo!

Jonathan me dio su número y tal vez lo llame. Una aventura de verano puede ser lo que necesito para borrar los recuerdos en mi cabeza. Mi cabeza. "Ella está aquí, en mi cabeza, y por más que trato, por más que busco alivio en otros cuerpos, por más que me haya decepcionado, no puedo sacarla. No. Puedo".

—Tú también estás en mi mente y a cada instante, Sebastián —decirlo en voz alta es liberador. Porque es cierto.

No niego que me decepcionó saber que ha estado con otras mujeres, pero un hombre como él, un líder, un alfa, no cree en la abstinencia como lo he hecho yo. Me pregunto si Frida tendrá su número de teléfono o su dirección porque ella sabía cosas sobre el profesor y no tenía reparos en compartir esa información. La llamaré y le contaré todo. Sé que si le pido discreción, ella no dirá nada a nadie. Y las clases ya terminaron. Así que no habrá ningún escándalo ni ningún rumor de pasillo sobre algún romance prohibido entre una alumna y su profesor. Sí. Lo haré. Porque quiero volver a ver a Sebastián, y si todavía me desea como lo hago yo, entonces podremos quitarnos de en medio esta atracción que sentimos desde hace meses.

Sintiéndome decidida y ansiosa ante la posibilidad de volver a verlo, me estaciono a un lado de la carretera y tomo el teléfono, pero antes de que pueda marcarle a Frida, suena y tomo la llamada. —Hola, Isabel.

—Buenas noches, Evenin —me saluda de vuelta—. ¿Ya vienes?

—Sí, estoy como a diez minutos de Buenavista Village —replico.

—Bueno, llamaba para decirte que tuve que salir más temprano por una emergencia. Mi nieta está enferma y voy de camino para San Luis.

—¿Está bien la bebé? —pregunto preocupada.

—Tiene fiebre, tal vez es alguna infección o algún resfriado, pero mi hija es madre primeriza y está un poco asustada. La llevaremos al hospital.

—Espero que se recupere pronto. —Mis deseos son muy sinceros.

Profesor Grullón (Editando)Where stories live. Discover now